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lunes, marzo 04, 2024

El amor es otra forma de lenguaje. Boda de género en dos tomas


El amor no tiene género. El amor es otra forma de lenguaje. Tal vez escarbar entre los dientes para vivir la historia que sucede cada vez que las miradas se cruzan y entre los ojos surge un palpitar de sangre que nutre los incendios.

Así surgen anécdotas, historias que dibujan los perfiles de un último trozo de pizza como fastuosa entrega de respeto o amor o ambas cosas; o esas miradas cómplices que pregonan apremios y guiños de ojos o esa complicidad de inclinarse adelante para acercar los rostros y compartir las gemas de oxígeno y sol como si fuera vino, con las bocas abiertas como ventanas anunciando verbenas que se prestan a un baile de cosmos amaestrados para sacar sus lenguas a cualquier mediocre estrella que las mire por encima del hombro.

Los enjutos espacios donde el aliento, lleno de uñas, se desnuda juntando dientes preñados de risa y manos que pellizcan las envolturas del alma con los dedos abiertos, aflorados en signos que, como brotes surgidos de la tierra, revierten de estrellas un bosque de geranios en flor para echar a volar la fuerza animal de la pasión, de la lujuria, las chispas de dos tallos que se afloran unidos y se entrelazan para aliviarse de amor y trayectorias de voces que estornudan.

Besar es un oficio de entrega sin paliativos que va dejando rastros libres de dolor y forzados exilios, que se inundan, se encienden, sumergiéndose en un éxtasis compartido se despojan de ojos porque todas las miradas se encuentran dentro de nosotros mismos.

Juntar el corazón a lo lejano de las fechas y días venideros. Aprender hasta lo triste y florecer sin miedo, que los ojos son campanas que llaman a los pájaros y ofrecen copas de algún buen vino y libros con mensajes equivocados que festejan el rumbo sin saber que hay que atravesar el fuego y aliarse con él para vencerlo antes que la invasión de las dudas nos estreche el talante torciéndonos el gesto y, dudándonos el rumbo, nos lleve hasta el recelo.

Despacio, como entran las novias, entraron despacio. Primero una (la mayor) seguidamente la más joven de apenas 30 años. Diez de junio 2023. 19:00 horas. No sé dónde.

En una tarde radiante, luminosa y en un precioso entorno, No sé dónde, campestre e idílico, el amor y la igualdad se unieron en una emotiva ceremonia de boda de género. Dos chicas enamoradas decidieron unir oficialmente sus vidas y compartir su amor con el mundo. Pero esta no era una boda ordinaria; tenía un toque especial y una historia extraordinaria detrás.

La pareja, crecida de felicidad y determinación, celebró su amor de una manera única e intensa. La novia de mayor edad, que habiendo decidido embarazarse por inseminación artificial, dio a luz a gemelos hace apenas seis meses. Y los hermosos bebés estuvieron presentes durante la preciosa ceremonia civil, dentro del carrito.

Amigos y amigas de la pareja se unieron para hacer de este día algo aún más especial. Tomaron el escenario y compartieron anécdotas y vivencias, resaltando la conexión profunda y el amor inquebrantable que rodeaba a la pareja. Cada palabra hablada fue un recordatorio de la importancia de apoyarse mutuamente y construir relaciones sólidas.

La presencia de los bebés en la ceremonia no solo llenó el aire de ternura y alegría, sino que también simbolizó la fuerza de esta nueva familia. Era un testimonio vivo del amor y el compromiso que estas dos mujeres compartían, y una declaración audaz de que todas las formas de familia merecen ser celebradas y respetadas.

Este evento extraordinario destacó el progreso que se ha logrado en la aceptación y el reconocimiento de las diversas formas de amor y familia. Las bodas de género, como esta, son un recordatorio de que el amor no tiene barreras y que todos merecen ser tratados con igualdad y respeto, sin importar su orientación sexual o identidad de género.

En un mundo en el que la igualdad todavía es una meta a alcanzar, esta boda de género nos inspira a seguir luchando por un futuro más inclusivo y justo. Que la historia de estas dos mujeres valientes y su amor inquebrantable sea un faro de esperanza para aquellos que aún enfrentan adversidades. Que inspire a otros a aceptar y celebrar el amor en todas sus formas.

La ceremonia llegó a su fin con abrazos, lágrimas de alegría y sonrisas radiantes. Esta boda fue más que un simple evento, fue viva estampa de que el amor siempre prevalecerá y que, juntos, podemos construir un mundo donde cada persona sea libre de amar y ser amada. Y por qué no decirlo, hoy las parejas priorizan la crianza de mascotas, ustedes gestan hijos.

 

PD. No hubo cura porque lo más sagrado, el amor, ya estaba grabado en el ambiente y fueron amigos quienes dieron las bendiciones a las recién casadas. Y algo que me satisface de manera especial, es que tras el espléndido banquete no hubo, hasta donde yo sé, la horterada de “Paquito el Chocolatero” que tantas veces hemos bailado dejándonos llevar por el apremio y la jarana del momento.

 

#PatronesParaAmar



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viernes, marzo 01, 2024

La frontera

 

Estaba dicho. Su nombre no me decía gran cosa, pero sus ojos, su boca, su pelo, incluso su manera de hablar y de moverse, sobre todo cuando dejó el bolso colgado de su antebrazo para colgarse del mío mientras me hundía dentro de sus ojos con esa miraba afable que tal vez había heredado de su madre, sí su madre, esa señora que usaba postizos estratégicamente colocados para ocultar las duelas que la edad iba produciendo en su frente y especialmente en sus ojos y cuello. Usa peluca, le aseveró la niña, y ella no se hizo de rogar, era la forma de mantener su ego sin necesidad de mirar atrás y enfrentarse abiertamente a los espejos de su casa o a los nítidos reflejos de los escaparates. 

Ella, la niña, trabajaba en una empresa de reparto, manejaba la camioneta con destreza, era prudente en la conducción y especialmente diligente en las entregas. Es cierto que el sueldo no le daba para tanto, pero a favor, no le importaba seguir viviendo en la casa familiar, su madre no le imponía ninguna regla, se trataban como amigas y a veces hasta salían juntas de alterne.

Yo acabo de bajar del bus, fue casual el encuentro. Me invitó a merendar en su casa. Al entrar al salón observé un palo selfie con el trípode abierto, presto para ser usado.  La niña sonrió y me dijo —¿Listo para capturar el momento? Pero no era una simple foto lo que ella tenía en mente. El palo selfie era su herramienta secreta para viajar entre dimensiones dejando atrás lo común para explorar lo desconocido. Y yo acababa de cruzar la frontera entre lo ordinario y lo extraordinario.




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sábado, marzo 19, 2022

EL HOMBRE OLVIDADO



Yo soy el hombre olvidado. Suelo pasear cada tarde cercano al curso de río Dniéper. Acostumbro a caminar desde la Estatua de Berehynia, en la concurrida Plaza de la Independencia, hasta la Estatua de la Madre Patria, no sin al paso, echar un rato de acomodo saboreando un café bien cargado en un sugerente café-librería cercano al Monasterio de las Cuevas; y no sé por qué razón eludo acercarme a la rivera a contemplar las aguas.

Mi cabeza es un círculo vicioso, un entramado mental que no logra encontrar la salida para escapar de este frío mármol que me enquista. Es cierto, mi memoria a veces me abandona llevo un número grabado en el brazo izquierdo, justo debajo del tryzub tatuado, eso me recuerda quien soy.

Las tardes de primavera como esta que ahora comienza es normal ver el deambular de la gente, los niños corriendo tal como su condición de niño les dicta; los padres sentados leyendo o charlando entre ellos, pero sin quitar un ojo de encima a la chiquillería. Apoyada en uno de los carros de combate expuestos en la extensa explanada que da acceso al Museo de la Gran Guerra Patria, una muchacha, demasiado flaca a mi parecer, jugueteaba aburridamente con su rubia melena, enroscándose y desenroscándose el flequillo alrededor del índice y medio de la mano derecha; muy cerca, animados grupos de gente y en especial un chico bien parecido que se la estaba comiendo con los ojos. En esa controversia, en este emblemático lugar donde se representa y rememora el pasado violento de la raza humana y, en buena fe, se honra la memoria de los miles de víctimas, como husmeando desde alguno de mis muchos abismos, yo me preguntaba si de verdad han valido la pena los años vividos.

La flaca muchacha ahora está acompañada por otra muchacha, algo mayor que ella y no tan flacucha. El chico bonito se me acercó a que le invitara a un cigarrillo. A estas alturas de la tarde no viene mal una charla con algún desconocido. Dando una calada al cigarrillo que había encendido segundos antes de que el chico bonito se me aproximara, sin dejar de mirarle le pregunté: ¿qué tal las chicas, son amigas tuyas? Respondió, al acabar una larga exhalación llena de humo, que no las conocía; vi cómo mirabas a la flacucha, argumenté. Es una forma de empezar a conocerla, dijo, mirarla y hacerle ver que la estoy mirando.

Sonrió y me echó amigablemente el brazo por encima del hombro. Yo me dejé hacer y nos encaminamos a conversar con las chicas que seguían apoyadas en el mismo carro de combate. El chico bonito, exhibiendo su mejor sonrisa y cierta maestría en romper el hielo, sin más preámbulo y mirándolas directamente, espetó a ambas mujeres: vemos que habéis conectado bien con los tanques; ¿y las relaciones humanas? ¿qué tal las lleváis? Ellas rieron nerviosas, y yo mismo, mirándolas a la cara, me aventuré a decir, ¿qué tal si conectamos delante de una buena cerveza? Creo que mis palabras, tal vez el enunciado “cerveza” obró el milagro. Ambas mujeres se apartaron del artefacto bélico y tomándonos a cada uno de un brazo empezamos a caminar en silencio alejándonos de la gran plaza y por ende de la monumental escultura bélica.

Ni siquiera la luna resplandece como tu sonrisa, insinúo, cerveza en mano, sin dejar de mirar fijamente a los ojos de la amiga de la flacucha. Estuve en la guerra, afirma ella manteniéndome la mirada. ¿Qué tal un poco de hachís para desinhibirnos? propone el chico bonito; estupendo, largó dando saltitos la flacucha con manifiesta avidez. Yo también estuve en la guerra, respondo a la amiga de la flacucha, porfiando con indisimulada lujuria y poniendo en su mano mi mechero para que hiciera arder el hachís.

No habíamos aprendido nada en la vida, no sabíamos fórmulas para crear vida, ni respetar las leyes de la naturaleza; menos aun las que ponen orden y paz en el universo. No sabíamos nada y todo nos importaba un comino. En la niñez todo es un cuento feliz donde nos avivan a formarnos, a esforzarnos, a tener proyectos y plantearnos qué hacer para ser útil a nuestra sociedad, pero nadie nos explica qué hacer para ser felices toda la vida.

Cierto, la vida es un teorema difícil de resolver, somos memoria y olvido incapaces de aprender de las experiencias, nadie nos ha preparado para entender ni afrontar la vida con garantías de éxito. Todo lo que ven mis ojos cada tarde en mis paseos, son remembranzas de batallas, de guerras, de supremacías del hombre sobre el hombre; la avidez del hombre por controlar al hombre, por controlar las situaciones y por imponerse a la naturaleza de las cosas no tiene límites; es parte de la sinrazón en que vivimos, de nuestra imperfección. Estamos rodeados de falsedades e hipocresía, cómo entender la guerra, cómo entender la supremacía de unos sobre otros, cómo entender el mal, la falsedad. Para comprender la verdad es necesario interpretar más allá de las palabras que se leen o se oyen.

Abramos nuestra mente, vivamos el momento presente, persistí incapaz de contener mis lujuriosos deseos; le hubiera hecho el amor a la vista de todos a la amiga de la flacucha, cuando todos los ojos se posaron en los míos. En ese instante perdí su rostro, en la vidriera tampoco se reflejaba el mío; un atisbo de desnudez colmó el angosto espacio que compartíamos.

Al salir del bar nos topamos con una patrulla militar en su ronda diaria. Firmes y ceremoniosos van refiriendo nombres y la correspondiente numeración tal como figura en la placa de mármol expuesta en el museo. Yo no puedo contener mi emoción al escuchar el número 11600, a la vez que miro en mi brazo el número tatuado debajo del tryzub*.

Y la guerra, la guerra, que es lo que más se rememora, nos convierte en nadie. Sólo muertos tirados en las calles y un número total en el recuento.

 *Imagen en forma de tridente de color dorado que figura sobre el fondo azul del escudo de Ukrania.

Texto: Alonso de Molina


Comentario. Javier Amable

Monólogo interno en que el protagonista reflexiona sobre su propia existencia y experiencias. Describe su rutina diaria de pasear cerca del río Dniéper y observar a la gente en un lugar conmemorativo de la guerra. A medida que interactúa con un joven y dos mujeres, se adentra en reflexiones sobre la vida, la memoria, la guerra y la búsqueda de la felicidad.

El texto aborda temas como la memoria, la identidad, la guerra y la insatisfacción personal. El personaje se siente olvidado y atrapado en un ciclo mental sin salida. Observa a las personas alrededor suyo, cuestionando la validez de los años vividos y la importancia de las relaciones humanas. Las descripciones de los personajes y las acciones son detalladas, aunque también se encuentran momentos de desinhibición y lujuria.

El relato culmina con la aparición de una patrulla militar y el protagonista identificándose con un número, aludiendo a su participación en la guerra y el sentimiento de deshumanización que esta conlleva.

La narración puede resultar intrigante para algunos lectores debido a varios aspectos del relato. En primer lugar, el protagonista es un personaje enigmático que no revela completamente su identidad ni sus circunstancias. Su estado mental y emocional no están claramente definidos, lo que puede generar curiosidad en los lectores sobre quién es y qué lo ha llevado a ese estado de sentirse olvidado.

Por otro lado, el relato presenta una serie de reflexiones filosóficas y existenciales que pueden plantear preguntas y provocar distintas interpretaciones. Temas como la memoria, la guerra, la búsqueda de la felicidad y la naturaleza humana se entrelazan en el monólogo del personaje, lo que puede generar discusión y suscitar el debate entre los lectores.

La ambigüedad en ciertos pasajes y las acciones inesperadas de los personajes también pueden generar intriga.


LO CONTRARIO DE LA GUERRA (DESTRUCCIÓN) ES POESÍA (CREACIÓN)

#нетвойне #Noalaguerra #Poesía #Paz





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miércoles, marzo 06, 2019

Perdona amor si llego tarde


   




A todas las personas que, habiendo sido tocadas en lo físico, han conseguido mantener su espíritu en lo más alto




Perdona amor si llego tarde, pero ahora que te has ido, te lo vengo a decir.
A ti y a mí nos eligió el relámpago a los pies de la luna, ofreciéndonos los cantos y los besos. Fuimos dos rostros que, en la quietud de la noche, escurríamos los huesos dibujando campanas. Éramos de mirarnos a los ojos para ver el agua y la naciente flor que florecía a cada espasmo. Florecíamos en la piel de la manzana fabricando infinitos.
Tú inundabas mis formas con saliva, y mi lengua -como un pez escurridizo- se avenía en tu vientre deshojando los poros, los huecos, los minutos. Yo celebraba tu cuerpo con un silencio verde que, abrazado a mi estrella, pretendía del bosque la gema y tus gemidos.
Tú siempre te quejabas de tus piernas flacas, pero a mí me encantaba tu pelo revuelto. En cambio, estabas orgullosa de tu bien perfilados abdominales y de la esbeltez de tu espalda. Yo era el pícaro que apoyaba la cabeza en tu pecho y algún poema incluso me atreví a escribir en tus nalgas. A veces los domingos, los sábados incluso, traspasábamos la noche encendiendo los lirios, y todas las frutas, los gatos, las farolas… ardían como nosotros y, al calor de tus ojos, tu locura y la mía se inundaban de éxtasis.
Sí. Fue una bella locura que nos mantuvo cuerdos tomados de la mano. Te recuerdo en las noches de verano en la playa.  Discretamente nos besábamos y entre cuchicheos nos referíamos a ese puñado de extraños que se colaban en nuestras vidas. Confieso que ya me estaba hartando muy mucho de Nietzsche, Borges, Neruda, Sabina y tantos otros entrometidos que se ponían a fisgar en nuestros momentos más íntimos. O ese viejo indecente que salía a pasear al perrito cada vez que íbamos a la playa para besarnos.
¡Ah! esas noches de mar con el apacible runruneo de las olas, el brillo tenue de las farolas del paseo marítimo, el olor a yerbabuena cuando regresábamos a casa con la ropa desarreglada y más excitados aún de lo que habíamos salido, íbamos directos a culminar el día, y nos daban las dos o las tres de la mañana y Keroauck, Bukowski y toda esa generación de desalmados se nos acoplaban en medio de la cama.  Teníamos, sí, que compartirlo todo. El amor y los insidiosos comentarios que nos provocaban tantas lecturas ociosas mientras, tú y yo, no sé de qué manera, atravesados en el colchón hacíamos el amor tratando de despistar a las visitas inoportunas de tantísima gente holgazana, y nos mirábamos a los ojos con las manos y los cuerpos entrelazados. Disfrutábamos a solas, sencillamente, de lo que más nos gustaba: leer y leernos el uno al otro para a continuación morir y despertar otra vez juntos.
 Pero yo no sabía que la angustia, la tristeza y el dolor, pudieran tener cabida en nuestro amor. Yo decidí amarte porque estaba enamorado de ti, y sabía que tú también me amabas. Te dejabas querer y yo crecía contigo al tenerte en mis brazos. Y estaba convencido de que el amor no duele ni traiciona.
Tenías tú la sonrisa más dulce que iba repitiéndose de la mañana a la noche. Parpadeabas nerviosa ante un tiempo que presentías ahogado. Llegaron días como inviernos fríos. Las miradas estériles recorrían los pasillos, el salón, la cocina… también se ajustaba a nuestra cama... y a todos los rincones donde nos habíamos besado con el corazón latiendo de locura y la tierna devoción de la entrega sin límite. 
Toda tu fuerza, tus ganas de vivir, no han sido suficientes para vencer a ese peyorativo, estigmático e innombrable eufemismo, a esa cabeza de avestruz que no nos atrevemos a nombrar. Agonizaron tus dedos ahogados en lamentos y el tiempo nos fue diluyendo en desconsuelos. Y te has ido. Sin tú quererlo me has abandonado. Y yo no pude hacer nada por impedir tu marcha. Ya no puedo tañer campanas de amor ni de victoria.
No entiendo la vida sin tenerte. Estás dormida, sí. Pero sigues conmigo. Y si un día despertaras me iría contigo al infinito.

Eternamente en mí

Tu amor de siempre








Imagen by kai kalhh .  Hamburg/Deutschland



#hombresyalgunasmujeres




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domingo, mayo 03, 2009

Mi ciudad, 1970 (relato 300 palabras)




Los días de julio eran pintarrojas al sol y olor a salmuera. El crepitar de los minutos levantaba el polvo de las calles y bajo la sombra de las palmeras sesteaban los perros y las pulgas. El silencio sólo era roto por la alarmante acústica del Pito de Oliveros, cuyo ulular anunciaba el final de las horas entregadas al trabajo; la legión de gente camino de sus casas animaba los medios días, mientras la barra del Cuco, en medio del parque, tentaba a los viandantes con sus vermut y tapas de aceitunas y jibia a la plancha.

Estancada en los días, su historia acusaba el calor asfixiante del levante y el pegajoso poniente. Era una ciudad en la inopia, los obreros, sin esperanza ni futuro, con gesto feligrés, subsistían con sus pensamientos erráticos, evaporados en el sopor de los veranos, con el viento en las piernas desnudas de la bahía, sin ambición ni hambre ni orgullo espaciaban la sal y la miga de su existencia.

La Alcazaba, con sus torres, descendiendo la calle de La Reina camino de la Escalinata Real. Los barrios de la Joya, Pescadería, la Chanca, San Antón,… dirigían sus holganzas a la arenica blanca de las playas lindantes.

Al filo del muelle, cada tarde decenas de ojos oteaban el horizonte con la “carná” prendida al anzuelo y la vista en la lejanía. A sus espaldas gritos, polvo, jóvenes jugando al fútbol bajo los tinglados del puerto, hasta que en la tarde-noche en el Jurelico o en el Moderno remataban el día con una de Tarzán o Clint Eastwood.

Pero no fui yo, quien disparó la raíz esculpiendo su futuro en holgura, esta infusión a gotas que atravesó mi savia donde las hojas registraron la sequía y el sol, prendió en el acento cálido de los nativos.



© Copyright 2008 Alonso de Molina

Imagen FICUS centenario, narrador de este texto, desde su ubicación privilegiada en el Parque Nicolás Salmerón, frente al puerto.



jueves, abril 09, 2009

¿No es peor levantarse de mal humor? (Microrelato 100 palabras)






“Estaba en el baño preguntándome si me masturbo demasiado”. Afirmaba por la radio una joven que había leído que unos momentos de gozo y sudor pueden liberar mente y cuerpo de tensiones y stress. Le preocupa estar fuera de lugar y desearía consultar porqué la masturbación la hacía sentirse bien. El amor a uno mismo podría ser un primer paso hacia el amor a los demás. Pero hemos oído historias acerca de la maldición de dios. Entonces qué hacer si uno se levanta cada mañana con un pene erecto que mediatiza sus actos. ¿No es peor levantarse de mal humor?



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TAPAZIA

Pero degustando un formatge en el Bar Tapazia oímos alguna  historia acerca de la maldición de dios


sábado, febrero 07, 2009

Muerto de celos (Relato breve)

- ¿Es guapa? –Hermosa como pocas. El marido la pilló in fraganti con el jefe. A la chica le gustaba la buena vida, los regalos caros y él no podía ofrecerle ese ritmo de vida; finalmente, se veía venir, lo abandonó y se fue con el jefe. –¡Hombre! El dinero no lo es todo. –Terció Mariano–. ¿No será que el marido la tenía insatisfecha sexualmente hablando? –De todo puede haber –continúa Rafael–, ten en cuenta que, al contrario que él, ella es una mujer joven, atractiva y probablemente muy seductora, es posible que el marido tampoco la pudiera tener satisfacerla sexualmente, en la medida que la chica lo necesita, y por eso lo dejó, es lógico.

Mariano siente como si un reptil le bajara y subiera del pecho, traga saliva. En tanto se despide de Rafael, piensa en su joven y ardiente esposa: “Las últimas semanas llega más tarde a casa con la excusa de que va al gimnasio, discutimos con frecuencia, he visto nueva lencería en su tocador y además huele diferente”. En estos momentos Mariano, en un gesto inconsciente, ya se está pasando una mano por la frente y piensa en las veces que él mismo ha engañado a su mujer con una compañera de la oficina. – Nos tenemos confianza, sí, pero ¿por qué ella habría de ser diferente? Vuelve a pasarse la mano por la frente que exhala gruesas gotas de sudor mientras piensa en posibles adversarios: ¿El jefe, su monitor de spinning o será ese compañero de trabajo recién ascendido, o tal vez su ginecólogo? –¡Hum! Nunca me gustó cómo ese maldito galeno se le quedó fijamente mirando a las piernas. Mariano vuelve a tragar saliva mientras el viento le golpea de frente como una fría y cortante cuchilla.

De camino a casa un semáforo en rojo lo detiene. Es un cruce y observa con estupor cómo lo atraviesa un moderno auto con una pareja dentro. – ¡Es ella, es ella! Trata de girar para perseguir al coche, pero el semáforo vuelve a verde y la densa circulación se lo impide. Con gesto contraído decide aparcar el vehículo y tomar unas copas. Imagina a su mujer y al tipo haciendo el amor, ambos jadeantes. Desesperado, como un perro perdido en la noche, siente que la tierra se abre bajo sus pies; se figura el ridículo, las miradas burlonas de los amigos y se sumerge en el alcohol.

En esa difusa línea entre la sobriedad y la angustiosa desmesura, se le avienen todo tipo de imágenes. Su cabeza es un bullir de chimeneas expeliendo humo y, entre el humo, flores blancas, tal vez jazmines, esos que a ella tanto le gustan. Aprieta los dientes con los ojos puestos en ninguna parte, se le inflaman las venas del cuello y, sin saber cómo, le llega un intenso olor a incienso. Imagina a su esposa dejándose desnudar por el sujeto. Una y otra vez traga saliva suponiendo las manos del otro recorriéndole la espalda, los pechos, las nalgas… se pregunta qué ha hecho mal, si acaso no le está dando todas las atenciones que ella merece… y la sospecha gimiendo, echando la cabeza hacia atrás y expandiendo el pecho hacia delante, hacia la boca del otro… bañado ya en alcohol, con el puño en forma de martillo, da un fuerte golpe en la mesa y se pone en pie, huyendo alterado hacia la calle con el rostro bañado de sudor.

Tic tac tic tac. Son las 02:00 de la madrugada. Él llega a casa. La chica duerme con normalidad. La mira con ganas de estrangularla, pero decide no molestarla y se queda en el sofá. El alcohol le ayuda a conciliar el sueño. Despierta. Frío y calculador se dirige a la cocina y prepara un abundante desayuno. Se dirige a la habitación conyugal, su esposa se está despertando. Él la besa. Le habla suave, dulce, conciliador. Ella se disculpa. –Me quedé dormida esperándote, ¿dónde estuviste? –Nada, cielo, me retrasó el trabajo y cuando llegué dormías tan profundamente que no quise despertarte, por eso me quedé en el sofá. Te he preparado un buen desayuno. - ¿Has preparado el desayuno, esto sí que es una sorpresa? Mariano regresa con una bandeja repleta de variadas viandas: café, zumos, tostadas, frutas… – Mmmm ¡qué bueno! La chica de un trago bebe un largo vaso de zumo de naranja, a continuación, unta una tostada y la devora entre risas. –Cariño que sorpresa más agradable, desayunar en la cama, espero que no sea la úuuultimmmmaaaaaaaaaa vezzzzz. Cae sobre la bandeja. El veneno había actuado rápido. Mariano toma café. Zumo. Tostada. Se sitúa al lado de la chica. La abraza y se dispone a morir junto a su amada.

-Gracias a Dios que despiertas por fin. - ¿Dónde estoy? -Tuviste suerte, tal como habíamos quedado por la noche al salir del gimnasio, pasé por tu casa para ir juntas al trabajo. Me extrañó que no estuvieras lista y sobre todo que no atendías el timbre de casa. Tampoco cogías el teléfono y tu perrito no paraba de ladrar. Acudí al portero que no te había visto salir a ti ni a tu marido, así que decidió abrir la puerta y os encontramos echados en la cama inconscientes; de esto hace ya tres días. - ¿Y Mariano, él dónde está? –Lo siento querida, a ti te salvamos. Con él no llegamos a tiempo.


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©Alonso de Molina