lunes, marzo 04, 2024

El amor es otra forma de lenguaje. Boda de género en dos tomas


El amor no tiene género. El amor es otra forma de lenguaje. Tal vez escarbar entre los dientes para vivir la historia que sucede cada vez que las miradas se cruzan y entre los ojos surge un palpitar de sangre que nutre los incendios.

Así surgen anécdotas, historias que dibujan los perfiles de un último trozo de pizza como fastuosa entrega de respeto o amor o ambas cosas; o esas miradas cómplices que pregonan apremios y guiños de ojos o esa complicidad de inclinarse adelante para acercar los rostros y compartir las gemas de oxígeno y sol como si fuera vino, con las bocas abiertas como ventanas anunciando verbenas que se prestan a un baile de cosmos amaestrados para sacar sus lenguas a cualquier mediocre estrella que las mire por encima del hombro.

Los enjutos espacios donde el aliento, lleno de uñas, se desnuda juntando dientes preñados de risa y manos que pellizcan las envolturas del alma con los dedos abiertos, aflorados en signos que, como brotes surgidos de la tierra, revierten de estrellas un bosque de geranios en flor para echar a volar la fuerza animal de la pasión, de la lujuria, las chispas de dos tallos que se afloran unidos y se entrelazan para aliviarse de amor y trayectorias de voces que estornudan.

Besar es un oficio de entrega sin paliativos que va dejando rastros libres de dolor y forzados exilios, que se inundan, se encienden, sumergiéndose en un éxtasis compartido se despojan de ojos porque todas las miradas se encuentran dentro de nosotros mismos.

Juntar el corazón a lo lejano de las fechas y días venideros. Aprender hasta lo triste y florecer sin miedo, que los ojos son campanas que llaman a los pájaros y ofrecen copas de algún buen vino y libros con mensajes equivocados que festejan el rumbo sin saber que hay que atravesar el fuego y aliarse con él para vencerlo antes que la invasión de las dudas nos estreche el talante torciéndonos el gesto y, dudándonos el rumbo, nos lleve hasta el recelo.

Despacio, como entran las novias, entraron despacio. Primero una (la mayor) seguidamente la más joven de apenas 30 años. Diez de junio 2023. 19:00 horas. No sé dónde.

En una tarde radiante, luminosa y en un precioso entorno, No sé dónde, campestre e idílico, el amor y la igualdad se unieron en una emotiva ceremonia de boda de género. Dos chicas enamoradas decidieron unir oficialmente sus vidas y compartir su amor con el mundo. Pero esta no era una boda ordinaria; tenía un toque especial y una historia extraordinaria detrás.

La pareja, crecida de felicidad y determinación, celebró su amor de una manera única e intensa. La novia de mayor edad, que habiendo decidido embarazarse por inseminación artificial, dio a luz a gemelos hace apenas seis meses. Y los hermosos bebés estuvieron presentes durante la preciosa ceremonia civil, dentro del carrito.

Amigos y amigas de la pareja se unieron para hacer de este día algo aún más especial. Tomaron el escenario y compartieron anécdotas y vivencias, resaltando la conexión profunda y el amor inquebrantable que rodeaba a la pareja. Cada palabra hablada fue un recordatorio de la importancia de apoyarse mutuamente y construir relaciones sólidas.

La presencia de los bebés en la ceremonia no solo llenó el aire de ternura y alegría, sino que también simbolizó la fuerza de esta nueva familia. Era un testimonio vivo del amor y el compromiso que estas dos mujeres compartían, y una declaración audaz de que todas las formas de familia merecen ser celebradas y respetadas.

Este evento extraordinario destacó el progreso que se ha logrado en la aceptación y el reconocimiento de las diversas formas de amor y familia. Las bodas de género, como esta, son un recordatorio de que el amor no tiene barreras y que todos merecen ser tratados con igualdad y respeto, sin importar su orientación sexual o identidad de género.

En un mundo en el que la igualdad todavía es una meta a alcanzar, esta boda de género nos inspira a seguir luchando por un futuro más inclusivo y justo. Que la historia de estas dos mujeres valientes y su amor inquebrantable sea un faro de esperanza para aquellos que aún enfrentan adversidades. Que inspire a otros a aceptar y celebrar el amor en todas sus formas.

La ceremonia llegó a su fin con abrazos, lágrimas de alegría y sonrisas radiantes. Esta boda fue más que un simple evento, fue viva estampa de que el amor siempre prevalecerá y que, juntos, podemos construir un mundo donde cada persona sea libre de amar y ser amada. Y por qué no decirlo, hoy las parejas priorizan la crianza de mascotas, ustedes gestan hijos.

 

PD. No hubo cura porque lo más sagrado, el amor, ya estaba grabado en el ambiente y fueron amigos quienes dieron las bendiciones a las recién casadas. Y algo que me satisface de manera especial, es que tras el espléndido banquete no hubo, hasta donde yo sé, la horterada de “Paquito el Chocolatero” que tantas veces hemos bailado dejándonos llevar por el apremio y la jarana del momento.

 

#PatronesParaAmar



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2 comentarios:

  1. Muy buen ejemplo de cómo las ceremonias deben carecer de protocolos encorsetados. Muy buna decisión, y magnífico apunte sobre lo que es el amor.

    Un abrazo

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Tuyo en la poesía
Alonso de Molina