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lunes, marzo 30, 2020

Podríamos decir que hoy es un día perfecto y que la música suena alrededor de mi cintura

#COVID19espana #COVID19
Mi psicólogo dice que soy un ciego a la espera de lazarillo.

Sin asustarme del todo, converjo con él en la apatía de mis emociones y también coincido en que la supervivencia de mi felicidad depende en primer término de la aprobación y afecto de los míos. 

Sabiéndome irracional, fabrico mis cruces con palos exactos y persigo mis metas con vehemencia. Pero no, dice el psicólogo que las personas más felices no persiguen metas minuciosas y se complacen en la tolerancia. O eso me pareció entender. 

Dice también que las conductas de hoy tienen mucho que ver con las conductas del pasado, que las obsesiones y recuerdos negativos, como un rechazo amoroso o una pérdida de empleo, distorsionan nuestra realidad y nos hacen actuar como un ciego sin su lázaro. 

Me ha asignado un guía, un coagente que recurra mis ademanes, maneras y pronunciamientos cuando opte por no dejarme contagiar de angustias y miedos y por el contrario responda a los envites con dulzura y talento. 

Me comprometo y prometo que pondré mi empeño y voluntad en no dejar con el culo al aire los postulados de mi psicólogo, que para eso le pago. Que no seré sarcástico ni borde ni irónico, mucho menos seré agresivo ni interrumpiré una conversación o intentaré hacer prevalecer mi opinión por encima de otro (toco madera y me digo: lo justo, solo lo justo). 

Ahora salgo a la calle.
Una chica de altísimos tacones cruza un paso cebra hablando por el móvil, camina despacio como quien pisa los pétalos sin llegar a romperlos. 

Las calles a estas horas no contagian su angustia ni miedos. Hay una sala en la noche abierta a los sueños. Justo cinco minutos antes de la nueva hora, prevalece una urgente humedad, como si una pestaña se extendiera por la almohada mientras se aventuran los pasos de la madrugada al día; al sofá le sobran los pies y el desamor. Sobre la cómoda cada gato con su foto: mansos, boreales; otras personas, otros retratos.

Podríamos decir que hoy es un día perfecto y que la música suena alrededor de mi cintura.

.
Alonso de Molina ©2009
Un humano cualquiera ©2017 ©2020



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en estos sitios donde puedes ver algunos de mis trabajos.


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martes, marzo 24, 2020

#QuédateEnCasa #LeePoesía


#StayAtHome #QuédateEnCasa #NoEstésOcioso #LeePoesía #Escribe #AprendeIdiomas #RiegaLasMacetas #OrdenaArmarios #PracticaSexo #Estirate #HazYoga y sobre todo #nosalgasalacalle


En los siguientes textos 1 y 2, ¿ves alguna diferencia?

-1-
Noté que me dolían los zapatos a la altura de las muñecas. Las uñas y los codos no compartían las mismas afinidades, observaba impasible como en mi pecho se esculpían formas pretendiéndose eternas manos ancladas a la hiedra, remolinos y espejos vacíos que trabados a mis sienes me impedían oír la propia voz de mi conciencia.

No es fácil ablandar el ladrillo ni es fácil levantar el vuelo de incómodas cautelas que coartan tus párpados y te hacen dirigir la vista a las eternas pautas de las que intentas huir. Cada día la misma ventana para cambiar el mundo.

Cada día el mismo olor a café, la misma pasta de dientes, las mismas emociones. Nadie va a salir al encuentro de tus inquietudes. Y tú deseas desabrocharte la camisa, apartar las polillas y los moldes, bajar las escaleras y sentirte las uñas y los pies avanzar con firmeza sobre los codos y caderas; es preciso ablandar el ladrillo, avanzar más allá de los espejos y observar cómo cuelgan tus brazos ajenos al dolor, mientras tu mente, miga a miga, paraliza los tiempos para ganar tu tiempo, caen del reloj agujas.

Y tú ganas tu tiempo. Ganas tu vida.

 Namaste


-2-
Noté que me dolían los zapatos
a la altura del vértigo.
Las uñas y los codos
no compartían las mismas afinidades;
observaba impasible cómo en mi pecho
se esculpían formas
pretendiéndose eternas manos 
ancladas a la hiedra;
remolinos y espejos vacíos
que trabados a mis sienes 
me impedían oír
la propia voz de mi conciencia.

No es fácil ablandar el ladrillo
ni es fácil levantar el vuelo
de incómodas cautelas
que coartan tus párpados
y te hacen dirigir la vista
a las eternas pautas
de las que intentas huir.

Cada día la misma ventana
para cambiar el mundo.
Cada día el mismo olor a café,
la misma pasta de dientes,
las mismas emociones.

Nadie va a salir al encuentro de tus inquietudes.
Y tú deseas desabrocharte la camisa,
apartar las polillas y los moldes,
bajar las escaleras
y sentirte las uñas y los pies
avanzar con firmeza
sobre los codos y caderas;
es preciso ablandar el ladrillo,
avanzar más allá de los espejos
y observar cómo cuelgan tus brazos
ajenos al dolor,
mientras tu mente, miga a miga,
paraliza los tiempos para ganar tu tiempo,
caen del reloj agujas.
Y tú ganas tu tiempo. Ganas tu vida.

Namaste




http://www.alonsodemolina.com





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