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lunes, diciembre 29, 2025

La tejedora de Silencios



​El pueblo de Piedras Secas no se llamaba así por falta de agua, sino por el estruendo constante de sus discusiones en las consabidas meriendas en la era alrededor de la fuente que pasaba por una delicada época de sequía. Así es que desde que la "Fuente del Origen" había empezado a protestar en lugar de cantar, las palabras se habían vuelto punzantes, los argumentos afilados y cada día era una nueva batalla verbal por nimiedades. Nadie recordaba ya cuándo había sido la última vez que habían compartido un almuerzo o una merienda en paz. 
​Un día, llegó al pueblo una anciana llamada Elara, con una rueca de madera pulida y unos ojos que parecían haber visto la quietud de mil estrellas y sus noches. No hablaba mucho. Se sentó en la plaza, bajo el árbol más viejo, y empezó a tejer. Pero no tejía lana o hilo; Elara tejía silencios. 
​Al principio, nadie notó los silencios tejidos por Elara. La gente seguía gritando en el mercado, los niños discutiendo en los callejones. Pero Elara seguía moviendo sus dedos con una lentitud casi ritual, extrayendo de la nada hilos invisibles que parecían absorber el sonido. 
​La primera en notarlo fue una niña, Maya, que jugaba cerca de la anciana. Su hermano le había quitado su muñeca y ella estaba a punto de soltar un berrinche monumental. Pero al abrir la boca, algo la detuvo. No era que no tuviera ganas de gritar, sino que el sonido de su propio enfado parecía disolverse antes de salir al escuchar el suave zumbido de la rueca de Elara y, por primera vez en mucho tiempo, escuchó también el aleteo de una mariposa. Soltó la muñeca y, en lugar de gritar, se quedó mirando a la anciana. 
​Poco a poco, el tejido de Elara se fue extendiendo. Las voces de los vecinos no se apagaron del todo, pero perdieron su aspereza. Los gritos se convirtieron en tonos más bajos, las interrupciones en pausas reflexivas. En el mercado, cuando alguien elevaba la voz, el silencio tejido por Elara lo envolvía, obligando a una pausa. En esa pausa, a menudo, la gente recordaba la amabilidad, la conexión. Se escuchaban a sí mismos, y el eco de su propio enfado resonaba en el vacío, haciéndoles sentir incómodos. 
​Una tarde, el alcalde, un hombre de voz atronadora, se acercó a Elara y sin llamarla por su nombre gritó: "Anciana",  y bajando la voz casi sin querer, dijo: "parece que has obrado un milagro. ¿Qué es lo que tejes?" 
​Elara detuvo su rueca. Sus ojos profundos se encontraron con los del alcalde. "No tejo silencios, señor alcalde. El silencio ya está aquí, siempre lo ha estado. Tejo el permiso para escucharlo". 
​Y el pueblo de Piedras Secas, aunque seguía teniendo sus desacuerdos, aprendió que la verdadera paz no era la ausencia de ruido, sino la capacidad de encontrar el silencio en medio de él. Y lo encontraron, en cada pausa entre palabras, en cada mirada antes de una respuesta airada, en el zumbido constante y amable de la rueca invisible de Elara.



-Moraleja: practica el silencio, el silencio es el lenguaje del corazón, tu paz interior te lo agradecerá.

-El nombre Elara es de origen griego y tiene un significado profundo. En la mitología griega, Elara era una de las amantes de Zeus y madre del gigante Ticio. Este nombre evoca la belleza y la pasión, simbolizando la luz y la creatividad. Además, Elara también se refiere a una luna joviana descubierta en 1905, lo que añade un aspecto astronómico a su significado. Las personas con este nombre suelen ser vistas como creativas, con una gran sensibilidad y una fuerte intuición.

Maya: ilusión o apariencia engañosa de la realidad en la filosofía hindú.

Personajes: Elara, anciana. Maya, niña. Alcalde.

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Tuyo en la poesía,
Alonso de Molina