Mañana de sol con el culo al aire (por no decir tafanario)
Pues sí. Esta mañana me han pillado con el culo al aire. No me ha valido de nada la protección solar en el trasero ni el discreto bronceado que esas recatadas partes que mi anatomía vienen luciendo.
Lo curioso del caso, que no he sido sorprendido por la pareja de ancianos que unos 50m más atrás, tenía a mis espadas. Ni por las parejas de jóvenes adultos que me franqueaban a unos cien metros a izquierda y derecha de mis susodichas posaderas.
Me ha sorprendido, nada más y nada menos que el socorrista de la playa, quien con su camiseta amarilla y cilindro en ristre, se me ha acercado a metro y medio de mi lasa anatomía y me ha exigido que me ponga traje de baño o abandone el lugar. En esos momentos estaba leyendo con mi trasero al sol, Las travesuras de la niña mala, del inefable Vargas Llosa, he elevado la frente y tras los cristales de mis gafas de sol, he abiertos los ojos sorprendido y confuso.
La formación de los socorristas, por lo visto, además de RCP Básica, son adiestrados también en información turística, porque el joven socorrista, me estaba enviando a lucir mi retaguardia a una playa “legalmente autorizada” para el nudismo, a unos 80 km de esta inmácula playa de Retamar, donde “ilegalmente” vengo exhibiendo mis nalgas desde hace ya nueve veranos, pero en mi ingenuidad, no sabía que las funciones de un socorrista playero incluían (descuidando su función de socorrista) el aseverar (y amenazar con llamar a los policías municipales) a los playistas por la no utilización del traje de baño, más aún cuando en todo este tiempo jamás los he visto aseverar a un pescador de cañas que aparte del peligro que representa para los bañistas, lo suelen dejar todo muy sucio, o a propietarios de canes de todos los tamaños, que sí constan en las ordenanzas municipales como actividades ilegales; pero por encima de la prohibiciones está la tolerancia. No me hubiera puesto en bolas si la playa hubiera estado mínimamente concurrida; el mismo socorrista hizo la observación de que “hay muy poca gente”, yo diría que este kilómetro de playa, lo estábamos compartiendo no más de 18 o 20 personas, distantes unas de otras 50-60-100 metros.
Lamentablemente se sigue confundido exhibicionismo con nudismo. La “cultura del cuerpo libre” es un derecho, una libertad personal reconocida por las leyes. Desde 1995, en que se aprobó en nuevo Código Penal, el "escándalo público" dejó de existir como delito. “La Libertad de Expresión incluye al Cuerpo Humano”, según el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Pero posiblemente el socorrista, en este día espléndido, casi otoñal, se estaba aburriendo y quería marcar su territorio con un “en esta playa mando yo”. Ante la amenaza del socorrista, me he sentido violentado, porque, pese a todo, la doble moral, la hipocresía, sigue arraigada en nuestra sociedad y es más penoso cuando proviene de una persona joven, que debería ser vanguardia de valores y derechos.
Se trata de una playa a pie de barrio. A escasamente mil metros de un hospital de alta resolución y prácticamente a los pies de un hotel, donde estos dos socorristas prestan sus servicios. En cambio en playas en lugares lejanos de la ciudad y de difícil acceso, las cuales, especialmente los fines de semana, suelen estar abarrotadas, no hay un solo socorrista, ni un poste indicador de cómo proceder ante una emergencia, ni un salvavidas de urgencias o un desfibrilador o un teléfono de marcación directa con el 112.
Posiblemente este servicio de socorrismo playero necesite unas cocciones, unos matices, para que el dinero empleado por los ayuntamientos sean una inversión razonable y no un gasto para cubrir apariencias.
El episodio anterior, real y verídico ocurrió tal día como hoy, 16 septiembre de 2018; hoy, 16 septiembre de 2023, para celebrarlo, al contrario que hace justo cinco años 5, hoy también me quedo si playa, pero no puedo quejarme al maestro armero de la moral playera como en aquel entonces. Los astros a veces juegan malas pasadas o hacen bromas con poca gracia. Sin en fecha 16 septiembre 2018 fue un inefable socorrista playero el que me ordenó, a falta de traje de baño, calzarme unas botargas (léase prenda ridícula), hoy ha sido la sufrida batería de mi Duster la que ha dicho "basta hasta aquí hemos llegado" y me ha dejado con la sombrilla al hombro y un par de libros bajo el brazo que tenía previsto leer o al menos ojear y hojear, cuando al girar la llave de contacto el Duster ha respondido con un estertor de muerto, sí ese ruido ronco como que no llega aire a los alveolos, en este caso no prende el auto porque la batería está, dicho llanamente, capú. ¿Alternativa? La bici, pero no son horas salvo que pretenda regar el carril bici con mi sudor y llegar a la arena desaguado o quién sabe sin con la alevosa amenaza de un golpe de calor y aparte de haber subido el Duster en la grúa con dirección al taller, sería mi estampa la que podría acabar en las urgencias del centro hospitalario más próximo. Así el panorama, me quedo en casa que aún nos queda sombra y alguna cerveza en la nevera.
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