María Corina Machado. Nobel de la Paz 2025
Personalmente la paz siempre me ha llevado a la acción a través de la palabra, a través de la poesía. He promovido varias antologías poéticas en este sentido, entre otras:
-Día
Internacional de la palabra
La
paz en el escenario actual
La
concesión del Premio Nobel de la Paz 2025 a María Corina Machado
ha provocado, en contra previsión del presidente de EEUU Donald Trump un
eco internacional intenso.
No
solo por su peso político, sino también por su carga simbólica y narrativa.
El
Comité Noruego justificó su decisión destacando su “incansable labor en la
promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano y su lucha por
lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”.
Desde
una perspectiva histórica y literaria, este galardón se puede leer como una
apuesta por la resistencia civil, por la palabra sostenida en medio del miedo.
Su
reacción fue breve, y profundamente humana:
“Estoy
en shock… esto es un logro para toda la sociedad, yo solo soy una persona”.
Esa
frase resuena más allá de la política.
Habla
de una paz compartida, construida entre muchos.
No
faltaron críticas, claro. Algunos cuestionaron si el Nobel priorizó la política
sobre la paz.
Pero
incluso ese debate es valioso: nos obliga a preguntarnos qué significa hoy “la
paz” y quiénes la encarnan.
Redefinir
la paz
La
palabra “paz” ya no es un concepto fijo.
Hoy
es un campo de tensiones, contradicciones y posibilidades éticas.
Vivimos
en un mundo atravesado por guerras visibles… y por violencias más sutiles:
económicas, ecológicas, simbólicas.
Por
eso la paz no puede reducirse a la ausencia de conflicto.
Debemos
repensarla como una práctica activa, situada… incluso poética.
Podemos
mirarla desde tres ángulos:
1. Paz como justicia estructural
Ya
no basta con tratados o discursos.
La
paz exige desmontar sistemas de opresión: racismo, extractivismo[1],
patriarcado, colonialismo.
También
exige combatir la desinformación y el odio, incluso en el mundo digital.
2. Paz como proceso, no como estado
No
existe una sola paz.
Cada
comunidad, cada territorio, la construye a su manera.
La
paz no es un acto único: es una constancia viva.
3. Paz como diálogo radical
Juan
Manuel Santos decía: “El arma más poderosa es sentarse a dialogar”.
Pero
ese diálogo implica reconocer heridas, asumir responsabilidades y abrirse a la
escucha.
No
es cómodo. Pero es transformador.
Quiénes encarnan hoy la paz?
En este mapa nuevo, la paz tiene muchos rostros:
•Líderes disidentes y no convencionales,
como Machado, Malala o Greta Thunberg.
Ellas
representan una paz que incomoda, que desafía estructuras de poder.
No
pacifican: interpelan.
•Comunidades invisibilizadas: pueblos
indígenas, defensoras del agua, madres buscadoras, periodistas de frontera.
Ellas
practican una paz cotidiana, silenciosa, sostenida con el cuerpo.
•Jóvenes y educadores.
Porque
sembrar una cultura de paz no es adoctrinar: es enseñar a disentir sin
destruir, a convivir con la diferencia.
La paz como práctica crítica y poética, Gandhi lo dijo con meridiana claridad:
“No
hay caminos para la paz, la paz es el camino.”
No
es una meta futura, sino una forma de estar en el mundo ahora.
Nos
invita a encarnar la coherencia entre medios y fines, a no postergar la
justicia ni condicionar la ternura.
Hoy,
cuando tantas luchas se libran “en nombre de la paz” pero con métodos
excluyentes o violentos, esta idea cobra fuerza.
Nos
recuerda que no basta con desearla: hay que practicarla en cada gesto, en cada
palabra… incluso en cada lectura.
Propongo
tres dimensiones para pensar esta práctica desde la lectura y la crítica:
1.
Sentir en paz — la crítica como cuidado
Leer
un poema no es diseccionarlo. Es acercarse con respeto, como quien escucha algo
frágil.
Gloria Fuertes lo expresó
así:
“Mi partido es la Paz. Yo
soy su líder. No pido votos, pido botas para los descalzos —que todavía hay
muchos—”.
La crítica ética puede ser
esas botas: protección, acompañamiento, sostén.
2. Pensar
en paz — la filosofía del riesgo
Pensar en paz no es evitar
el conflicto, sino asumirlo con honestidad.
Miguel Hernández escribió:
“Tristes guerras / si no es
amor la empresa. / Tristes, tristes.”
Nombrar sin herir. Disentir
sin aplastar.
Eso también es paz.
3. Leer
en paz — la comunidad como horizonte
Leer en paz es leer con
otros, abrir el texto a la multiplicidad de miradas. Rafael Alberti lo intuyó
al enumerar:
“Paz
para el aire, paz para el viento,
paz
para el agua, paz para el fuego”.
La lectura compartida es
atmósfera: un espacio donde las palabras respiran.
Incluso poemas íntimos, como
el “Ya no” de Idea Vilariño, muestran que la paz también puede habitar el
duelo, el silencio, la aceptación:
No
me abrazarás nunca
como
esa noche nunca.
Y un proverbio africano lo
resume con sabiduría circular:
“Cuando
hay paz en el hogar, hay paz en la comunidad.
Cuando
hay paz en la comunidad, hay paz en la nación.
Cuando
hay paz en la nación, hay paz en el mundo.”
La crítica, como la paz, empieza en casa.
Y, cómo no, en la propia naturaleza: Lo que es bueno para el panal es bueno para la abeja, lo que es bueno para la abeja es bueno para el panal.
Invitación abierta
Este texto no busca tener la última
palabra,
pretende abrir palabras.
Si alguna vez un poema te
habló en voz baja,
si alguna vez una lectura te cuidó en
lugar de juzgarte,
entonces esta reflexión también es para
ti.
La paz como forma de sentir,
pensar y leer…
empieza aquí, en este gesto íntimo
de escuchar con atención,
de cuidar la palabra…
y dejarse cuidar por ella.
Namasté
[1] ESTRACTIVISMO es el modelo
económico basado en la explotación intensiva y a gran escala de recursos
naturales, como minerales, petróleo, productos agrícolas o forestales. Este modelo se caracteriza por la exportación de las materias
primas con un procesamiento mínimo, lo que a menudo genera "economías de
enclave" y poca diversificación económica, además de graves conflictos
socioambientales y violaciones de derechos humanos.
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