La
dueña de aquel diciembre
Alonso
de Molina
Poesía del Siglo XXI
Colección Poetas de Hoy
La dueña de aquel diciembre
Alonso de Molina
Poesía del Siglo XXI
Colección Poetas de Hoy
ISBN: 9798608843778
©Textos
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Alonso de Molina
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©Portada/Diseño
|
Libertad González
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©Maquetación
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De Sur a Sur Ediciones
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©Prólogo
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Maria Luisa Lázzaro
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©Reseñas
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Andrea Zurlo. Laura Gómez
Recas. Julio González Alonso. Carmen Baeza. Mayra R. Encarnación. Francisca
Sánchez, Cristina Guerra. Lizzette Rodríguez.
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@Ilustraciones
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Sus autores
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©Colección
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Poetas de hoy -05-
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Nota a la edición
La selección de textos
recogidos en esta antología corresponden a escritos poéticos relativos a la sensualidad y al
erotismo, escritos entre 2000 y 2018
LECTURAS v RECITALES v TALLERES
Todos los derechos
reservados
Este libro no podrá ser
reproducido total ni parcialmente, sin previa autorización escrita del autor.
Derechos reservados para todo el mundo
A ti, lector,
que al besar también tiemblas
como una gota de agua en el cristal
Por
Alonso de Molina
La perversa lujuria que disfraza el silencio
Algún día debería tocarme a mí esta
suerte de encuentros. Ninguna mujer me había invitado jamás, y tú dejaste caer
la botella sobre la mesa sin saludar ni decir palabra alguna.
Observé perezoso el pequeño trasluz que
formaba el vacío entre tus piernas, en la parte más alta y cercana a las
ingles. Te dije –toma asiento, por favor. Y por contra acercaste la hebilla de
tus jeans al borde mi pecho. Yo moví la cabeza, como si sacudiera una mosca y
aspirando con fuerza, sin apenas ponerme en pie, tomé tus hombros y te ayudé a
sentarte. Tu pelo, entonces, ladeó al elevar la barbilla en un gesto
contrariado. Alcancé la botella con mi mano y, atropellada, la otra alcanzó las
dos copas para bebernos el tiempo entre un cruzar y otro de piernas y miradas.
Después todo fue rápido. Tú empezaste a
calmar tus institutos, yo evocaba a las musas para urdir un pretexto y
marchame.
Pero he nacido hombre y, aunque tiemblo,
también yacen en mí arquetipos que sueñan lo prohibido. Tú seguías mirando
insidiosa las agujas de un reloj atolondrado que quería y no quería proseguir
su camino y marcharse al destierro de los tiempos. Yo asentía entre sorbos,
como un adán hipócrita que tiene a flor de labios un hombruno piropo que pujaba
por vaciar a la chica mala que te hacías y reventar gallardo en tus entrañas.
Son templos lo que mi alma busca en ti.
Tus atropellos, tus dudas, tus confusiones, tus inciertas maneras de besar a
tiempo y a destiempo… con toda la ambigüedad que mi cerril torpeza presupone en
ti.
Reconozco las hebras de tu pelo, tu sincrónica danza de
apareamiento, tus menudos suspiros… pero tu pulso, tus latidos, tus juegos
seductores… acrecientan
los
besos que programan las horas y encienden la perversa lujuria que disfraza el
silencio.
Por Maria Luisa Lázzaro
La dueña de aquel diciembre
entre el encantamiento y lo real
En este poemario, de Alonso De Molina, la voz poética
comienza desnudando sus propias cenizas; lo contrario del humano común que
muestra lo mejor de sí, su mejor piel, su mejor tono de luz: “No sé si existe algo más brillante y más
hermoso que las cenizas de mi cuerpo” (Venus demoliendo relámpagos).
Esto es lo que soy, pareciera
decir. Y es una prueba del amor, de la aceptación de lo que somos físicamente
ante la grandiosidad sensitiva del amor. Quien ama así, desde las cenizas,
amará para siempre. Recuerdo haber leído en las redes el poema Loving
connection, donde Alonso De Molina aludía a las estrías de la amada. Como mujer es maravilloso saber que podemos
descansar el cuerpo en el cuerpo amado, sin temor a las “imperfecciones” que
distraigan la pasión: “Los lienzos
que mostrabas en tu espalda/ tus nalgas, tus estrías, todos tus surcos”. Me
atrevo a afirmar que los más profundos enamoramientos comienzan de pupila a
pupila; me miras, te miro, entonces es el amor el que nos cimbra. La mayoría de
los poetas necesitamos inventarnos ese iris resplandeciente que como un sol nos
preña de poesía. Tememos las imperfecciones, aunque eso pareciera no importar
para el poema; tememos la aceptación como seres humanos, imperfectos, ante la
perfección clásica. El poeta insiste en sí mismo: “Qué ves. Qué hay de nuestra casta. Dónde las plumas, dónde nuestros
miedos. Abramos nuestra piel. Tan solo somos lo que somos”.
En el siguiente poema, Morder el
labio, la voz insiste: “lo que quiero es
ir directo al mineral, sentir que esta boca es agua reducida sin un mar
ondulatorio (…) abrirlo despacio como
se abre una ceremonia donde los dedos permanecen en trance”.
En el poema que lleva el nombre del
libro, La dueña de aquel diciembre, hay telas espesas de algún recuerdo inicuo
que, como manos interpuestas, parecieran entorpecer las bocas: “cubrías mi deseo/ con telas espesas”.
Aunque “como yo, no ignoras/ que los pies
tienen formas y límites/, y que se adaptan a las improvisadas molduras (…) Eras
la dueña de aquel diciembre/ en que tu frío y mis manos/ se toparon de cara (…)
Pretendía (…) derramarte las rosas / desde la noche al límite / desde tus ojos
hasta tu cuerpo/. Que al hacer el
amor/ tronaran los tambores (…) Fuimos, sí, dos cuerpos/ proyectando centellas/
lujuria y miel resbalando del árbol/ que nos cedió la vida/. Fuiste, sí, la
dueña de aquel diciembre inicuo”.
Poemario de metáforas y
sensaciones, de dolor y gozo, desde un lenguaje exquisitamente poético donde la
poesía es expresión del humano ser con sus maravillas, miedos, decepciones y
glorificación de la pasión. Y donde “El
amor es un grito/ una llamada llena de avidez/, un relámpago en grito/ sobre
una sombra cruenta/, una rabiosa voz/ que se libera a veces” (En esa
insólita patria que mece).
En la segunda parte, Ese cuarto
poder de la lujuria, se observa lenguaje más centrado en la poesía, en sí
misma, como si lo pasional humano decantó en la pasión por el lenguaje. Y no
por merma de la sensualidad: “La calle
(se ha vuelto) transparente y fría/ si no respiras tú en mi costado”. Pareciera
que más allá de la amada, cada elemento lleva a la poesía como “El café y la mañana/ se mecen entre el polvo
y los días”. Tal vez porque se observa de manera introspectiva “Mientras la hoguera quema las cenizas (…)
luz visible en mi certeza”.
El poemario se hace pasión en sí
mismo, en su lenguaje, aunque de vez en cuando: “duerme la noche sábanas de plomo (…) La rosa de papel / se deshace en
mis manos” (Las huellas de sus pies en mi corazón helado). Ya no se busca
el cuerpo, sino los huesos: Un día busqué
tus huesos/ como una espiga busca del pan/ ser alimento mutuo. La
introspección del amor lo hizo arroyo, jardín, luz, pétalos, “cosmos vacilante/ de una semilla abierta”.
“Se apagan los lenguajes” (Los latidos proclaman un tacto sin palabras).
Se descubre “La fórmula secreta de
su pubis”, hay una “ofrenda de fuego (nuevo)/ la orgia que confirma/ un conjuro
de aguas/ el convincente seno de su verbo/, la ignota ceremonia de su
vientre”.
Aunque sigan chocando “dientes y
besos” /somos polvo despierto/ rugiendo en dos pezones/ la pastoral que canta/
del verano al otoño/ mirándose la sangre/ que baila a tropezones”. No se sabe:
“de lenguas/ No sé en qué voz/ se dicen los milagros (..) confieso el desacato/
de tu cuerpo que arrastra/ la inquietud de los siglos/ Yo soy el polvo y tú/ te
confiesas conmigo”.
En el fondo el ser “común e
invertebrado en el oficio/ de llegar al ombligo de las hembras (…) quería ser
ángel (…) pájaro en huida/ que extiende más sus alas/ en cada giro sobre el
mundo. Y viajar a destiempo en trenes/ rebuscando en las sobras delo vientres/
los oscuros pedazos que me faltan” (Los oscuros pedazos que me faltan).
En el poema Somos yoga buscando ser
perfectos, se percibe la confrontación entre la idealización y la cotidianidad
que pareciera acallar la magia de los cuerpos cimbrando entre los brazos. Más
allá del amor, de la sensualidad de “sus vértebras bordadas, la piel que la disfraza,
su despertar calmoso; amo la noche y sus silencios, su paz, su luz, su danza y
sus prudencias; amo sus compulsivos signos, el escorpión que la alimenta, y amo
esta noche rica en minerales” … Se sigue
esperando a los planetas “por si cambian las formas de la luna”, metáfora de
sensaciones más extraordinarias que las del amor
cotidiano. “Quizá nos quede aún tocar el corazón”.
Desde el lenguaje poético, hecho
carne y cotidianidad, se plasma como en un lienzo de palabras las luchas entre
la idealización y la realidad corpórea. Hay claridades y dudas, no obstante, se
insiste en salvaguardar lo real vivencial de lo imaginario casi impalpable:
“Ven/ trepemos clandestinos los satélites/, brindemos con Martini hasta en la
luna/ rompamos los cristales –las distancias/ pon tu mano en mi costado/ hoy
quiero caminar por donde crecen los espejos”:
Lo que realmente refleja lo que somos, humanos con su cotidianidad
imperfecta (poema Brindemos con Martini hasta en la luna).
Igual que la literatura, el mundo
ilusorio se reconoce, se acepta desde su propia dimensión fantástica e irreal;
pero que no rebase la cotidianidad, lo palpable: “amarrado a tus pechos/,
enredado en tu pelo (…) contigo pan y olvido (…) contigo –mujer– quiero quemar
las horas”.
María
Luisa Lázzaro.
Mérida
(Venezuela)
Escritora.
Profesora. Poeta.
Directiva
Asociación de Escritores
La
poesía de Alonso de Molina irradia una natural sensualidad que recorre las
palabras y las acaricia, extrayendo de ellas su esencia.
Sus versos
desnudan los sentimientos en un lento desvestirse hecho de encuentros,
desencuentros y abandonos, sin trasudar nunca inútiles lamentos ni
conmiseración, sino zurciendo las heridas y convirtiendo el dolor en recuerdo
maduro que se atesora.
Este poemario es
un pequeño alhajero que guarda imágenes que se engastan unas en otras,
conduciendo al lector de la mano a través de versos de lectura ágil, mientras
bebe impaciente las palabras evocadoras de aquel mes de diciembre, metáfora del
final de algo, pero también espera de un anhelado inicio. Una antología que se
vuelve a saborear por puro placer una y otra vez, como un buen vino tinto que
descubre, con cada trago, una nueva plenitud, profundidad y sabor.
Andrea
Zurlo
Escritor. Cineasta. Florencia. Italia
¿Qué amante, Andrea, no ha intentado huir
alguna vez? A fin de todo, la vida, con sus tragos buenos y malos, no deja de
ser un permanente inflar y desinflar pulmones, el principio y final de todas
las cosas, con la perenne duda de saber si hemos, o no, roto algún plato.
El discurso poético niega la posibilidad de decapitar la
pasión. Por el contrario, es fuerza que transita por los poros -como arma de
protección- ante la insensibilidad del vivir. Eros ata y desata la búsqueda de
la perpetuidad. El verbo nos enfrasca en el mito de Narciso y cantamos cómo nos
descubrimos en el otro: “Somos océanos
etéreos/ nos sobran los espacios/ de la risa y la luz/ porque no estamos solos,
/ tenemos los desiertos que nutren nuestros sueños/ y un vuelo que tirita/ como
un pez tembloroso al filo de un abismo”. (No estamos solos) El
apasionamiento reaviva el fuego de la existencia y lustra a la palabra poética
con estancias de indagación, entrega, desolación y revelación.
El poeta afirma su renacimiento desde la entrega amorosa.
Se despoja de las células muertas y su ser saborea una metamorfosis: “El amor es la dicha, / esa insólita patria
que te mece/ con todos los sonidos/ de la carne y tu cuerpo”. (Esa insólita patria que te mece) La
palabra poética encarna la llama que aclama por el ardor de las pasiones como
acto de liberación del ser.
Mayra
R. Encarnación
Profesora. Poeta. Carolina. Puerto Rico
Pon tu anillo, Mayra, delante de un espejo, y
verás mil pétalos arder en la ventana donde transitan poros, con el blanco
rubor de una flor ardiendo en ese fuego que nos nace y a veces, calladamente,
nos muere.
La dueña de aquel diciembre es un libro de poesía que respira como respira la piel
porque supura sensualidad y húmedos retazos de erotismo tratado desde una
orilla no siempre física.
Alonso de
Molina no es un poeta al uso, es un poeta
natural que apoya su creación literaria en la destilación de la idea y el
borbotón del sentido; esto produce una amalgama estimulante y original.
Este libro se alimenta de todo eso, de la memoria lectora
del autor y de su concepción del mundo y de la vida. Por eso las imágenes
rebosantes de significados y las reminiscencias orientalistas. El amor es la dicha, / esa insólita patria
que te mece / con todos los sonidos / de la carne y tu cuerpo. El alma como
fuelle y el cuerpo como brasa conminados por ese cuarto poder de la lujuria, un factor que registra en el amante la
aflicción existencial y el empoderamiento que esa faceta vital siempre aporta
al ser humano.
Laura Gómez Recas
Periodista. Madrid. España
Cierto, Laura, a veces nos
dejamos sobrepasar por la luz, y son las brasas las que acaban abrigando
nuestras ilusiones. Tú y yo conocemos las alturas. Y cierto, es el vértigo
alimento que nos da fuerza y nutre nuestros sueños.
Puede
ser diciembre. Allá donde cabe el amor, cabe Dulcinea; allá donde se cante al
amor, cabe don Quijote. Y ahora estoy –estamos- ante las variaciones exquisitas
del amor y la sensualidad que celebra y canta Alonso de Molina; estoy –estamos-
ante don Quijote y las infinitas dulcineas multiplicadas en sus versos y el
juego caleidoscópico de las palabras de cada poema. Y ya no sabremos más dónde
empieza la realidad y termina el sueño. O la locura. Porque, como dejé dicho en
algún momento: un poema es, en ocasiones, un
sueño del que al despertar encontramos apenas dos o tres imágenes vívidas, las
que alcanzaron nuestro inconsciente y removieron nuestros cimientos. ¿Qué mayor
locura que la del amor y su sensualidad alzados al aire de las aspas de los
molinos harineros, la materia del pan, esencia del conocimiento, aquello que
empuja y nutre lo que llamamos vida? Vale.
Julio González Alonso
Escritor, Lector, Educador. León. España.
Donde cabe el amor, querido Julio,
caben la paz y las palomas, y todas las Dulcineas que idealizó el Hidalgo
Quijote, que luchó contra molinos de viento, con el solo afán de nutrir con el
pan de la justicia, el corazón y la vida.
Los poemas de
Alonso de Molina, rehúyen de lo común, buscan otro entorno donde la imaginación
del lector sea la protagonista, Su forma de armonizar el lenguaje consigue
conjugar expresiones que pueden ser recreadas en diferentes espacios
simbólicos, versos, en definitiva, llenos de luz, a veces empañados en sombras.
Es profundo, utilizando
el mar, y los colores de su tierra para dar luz a sus letras.
Esta antología nos
muestra el amor, la pasión y el poder de la naturaleza humana, toda una
miscelánea creadora de un maravilloso mundo de palabras que hacen ver la
transparencia del autor en sus emociones, en las cuales no falta el erotismo y
la sensualidad. Una antología que atraerá sin duda al lector, por reflejar las
vivencias que todos anhelamos, sentimos o vivimos en la cotidiana vida, pero
que Alonso describe con estilo y de forma espectacular aderezada de
contundentes y bellos matices.
Carmen Baeza
Lores
Poeta. Almería. España
A veces,
Carmen, las palabras se las lleva el viento a ninguna parte y no son suficientes
para mostrar amor. Creo con firmeza que los actos son más importantes que las
palabras y que el amor es un juego sin reglas que se repite desde que nacemos
hasta que abandonamos este mundo.
En
su nuevo poemario, Alonso de Molina utiliza, como fórmula para mostrar un
universo de sensaciones amatorias (más apegadas al sensualismo erótico que al
sentimentalismo), un diálogo entre el yo poético y su receptora, pues puede
intuirse que se trataría de una persona de sexo femenino, aunque, también es
cierto que otros poemas son más ambiguos y no puede hacerse tal distinción de
género en una lectura fragmentada; sí en su totalidad.
Con
el estilo propio al que nos tiene acostumbrados, el autor hilvana historias o
recrea momentos utilizando gran variedad de metáforas e imágenes que merecen la
pena interpretar para llegar al “Universo Alonsiano”.
Francisca
Sánchez Sevilla
Profesora. Poeta. Berja.
España.
Si las musas, Francisca, miraran directamente
a la cara del poema, los versos arderían en vivas llamas, como bien decís:
“Alonsianas”, quiero decir, surrealistas y oníricos.
La poesía de Alonso
de Molina no es, en modo alguno, una poesía directa, simplona, de la mucha que se
hace hoy en día; al contrario, es compleja: vuelve cómplice al lector, a quien
lo convierte en coautor.
Llena de sugerencias sutiles, de frases largamente construidas donde el
inicio de la idea se pierde a veces en vericuetos y laberintos, arquitectónicamente
planificados, hasta resurgir luminosa al final del sendero de las
palabras. Tal sucede, por ejemplo, en “Morder un labio” donde de una
declaración de la supuesta torpeza del escribiente, para expresar tal o cual
palabra, emerge una bellísima definición del beso.
La poesía de Alonso de Molina es una búsqueda incesante del amor, de la
pasión, de la belleza, de la palabra perfecta; aunque no, no es una búsqueda:
es un hallazgo, siempre. Un logro feliz al convertir el segundo efímero en
poesía permanente.
Cristina Guerra
Poeta. Activista
Cultural. Atahualpa. Ecuador.
El beso,
Cristina, pudiera ser un tensar de cuerdas a la sensualidad y a la erótica
lubricidad que a todo ser común nos demanda el propio origen de la vida, para
crear más vida y derramar amor.
El cuerpo del hombre y de la mujer, tan perfecto
y bello como la naturaleza misma, cuando se admira su belleza con plenitud.
Cuando en él se mira ella y ella en él. Cuando se toca a placer cada uno de sus
rincones de la geografía del cuerpo. Hablamos de pasión, que se desborda, que
perturba los sentidos. Qué nos desordena.
Dice el autor: ¿Querías o no
querías estamparme los dientes al centro de mi boca? Pero que al mismo
tiempo esa pasión, abre en nosotros la esperanza de un ser que nos completa: "Quería tu romance en un cielo repleto
de manzanas". "Pretendía ser guante entallado en tus dedos derramarte
rosas desde la noche al límite de los ojos hasta tu cuerpo". "Fuimos,
sí, dos cuerpos proyectando centellas… lujuria y miel resbalando del árbol que
nos cedió la vida".
Es entonces que la sensualidad, el erotismo y el amor son ante todo y
sobre todo la sed de la otredad. Acentúan la fuerza de la pasión y el deseo
sexual. El amante ES. Aquí está su verdad. En su poesía cargada de fuerza
sensual, de erotismo, de plenitud y de perfección de los cuerpos, de la
embriaguez de los sentidos. Que nos fascina. Que nos conduce al momento
supremo, a lo profundo. A la unidad del ser en la intensidad de las
experiencias. "Aprendí sus secretos". "Supe entre sus piernas de
la ciudad despierta, del eclipse del mundo donde no existe el sol".
Lizzette Rodríguez
Poeta. Artista Visual. Ciudad de México. México.
El espejo
donde mirarse, Lizzette, como un horizonte lleno de destinos, que nos purifica
a una vida en plenitud o nos ata y condena al decadente ocaso.
A veces no sé cómo escribir círculo, órbita,
parábola si lo que quiero es ir
directo al mineral, sentir que esta boca
es agua reducida sin un mar ondulatorio que busca sueños con formas de licor y labios persistentes rodeándome los labios a la menor distancia del
beso.
Morder un labio sería honrar al beso, subirlo a un pedestal lleno de océanos y abrirlo
despacio como se abre una ceremonia donde los dedos
permanecen en trance, tejidos sobre un silencio de labios que flotan sobre el mar.
No sé si
existe algo más brillante y más hermoso que las cenizas de mi cuerpo. Pero persiste el frío como una huella que
renuncia a huir.
Gélido
pasajero de emociones, persiguiendo colores que bailan en la luz, tomando
distancias, del oeste al mar, de sus
labios al sur y de la sangre al
norte y al este de los desiertos, como aquella osamenta seca y vacía que
derramada de carne tiró su corazón caliente a los ojos de un rayo que firmó su
destino en un papel lleno de abandono.
Así, voy a romper mi piel de nuevo. Voy
a vestir mi esqueleto de piel lustrosa para incendiar mis manos frente al sol y
esperar la noche, atado al escorpión que gira en los planetas, y Venus en los ojos de Dios demoliendo
relámpagos.
Qué ves. Qué hay de nuestra casta. Dónde
las plumas, dónde nuestros miedos. Abramos nuestra piel. Tan solo somos lo que
somos. Tú eres como yo. Y yo soy como tú, como el fuego y la tierra. Y no hay
nada más grande que nosotros. Qué ves.
Tú, como yo, no ignoras
que los pies tienen formas y
límites,
y que se adaptan a las
improvisadas molduras
que el viento pone entre tu
cuerpo
y los pasos que me llevan
de la brisa a tu boca.
Eras la dueña de aquel
diciembre
en que tu frío y mis manos
se toparon de cara.
Cubrías tú mi deseo
con las turbadas sedas
de algún recuerdo inicuo
-quiero decir: perverso-
recuerdo inicuo
que zurcía tu sonrisa
con la llama de un fósforo
prendido sobre el viento.
¿Querías o no querías
estamparme los dientes
al centro de mi boca?
Y yo, inhiesto,
vertical a tu pecho,
erguido en tu silencio,
proyectaba a tu vientre
la miel y el estallido,
como un saxo que en la noche
retumba.
Quería tu romance
en un cielo repleto de
manzanas,
socavar las arenas,
detenerme en las algas
que esculpen los excesos,
y tomar los destellos,
el vapor de un espejo sin
excusas.
Pretendía ser guante
entallado en tus dedos,
derramarte las rosas
desde la noche al límite
desde tus ojos hasta tu
cuerpo.
Que al hacer el amor
tronaran los tambores,
que se asome la luna
acechando caricias,
que derramen sortijas
nuestros dedos y manos.
Fuimos, sí, dos cuerpos
proyectando centellas…
lujuria y miel resbalando del
árbol
que nos cedió la vida.
Fuiste, sí,
la dueña de aquel diciembre inicuo.
No sucedía nada.
Sin tu mano en mi hombro,
sin tu aliento en mi pelo,
no sucedía nada.
Y el tiempo no pasaba.
Las sábanas dormían
en una escena triste
sin pretender dormir.
Imagino que llegas.
Tu falda y tu cintura,
un beso y un botón
desabrochado, roto.
Tu forma blanca y firme,
tan masturbada en flores
que el mapa de tu cuerpo
irrumpe en mi cerebro
cargado de estaciones.
En esta habitación,
donde sobran desiertos
en tu cuerpo y en el mío,
las delgadas arterias
de tu piel y del aire
desbaratan sus lienzos
con la rabia de un dios
tan sobrado de amor
que desviste a la espiga
balanceada en sus vetas.
Alguien me está mirando.
La habitación es blanca
y tus piernas avanzan
deshojando la atmósfera.
Tu boca sin pudor
arrastra hasta mis muslos
los restos de un brasier
tirado por el suelo.
Aquí llegan cerezas
con la vida flotando
directa a mis verdades
y todo su cabello
con signos de desorden.
Y tus manos se escurren
al silo de mi pecho,
con todas sus vigilias
esperando tu aliento,
con todas las ventanas
pronunciando tu nombre.
La media noche cruje.
Soy causa de su amor.
Ya no me
siento solo.
Me ama.
Estoy saciado.
Análisis y comentarios
TODAS LAS VENTANAS PRONUNCIANDO TU NOMBRE
Número de versos:
51
Libro: (La dueña
de aquel diciembre).
ISBN: 979-8608843778) 1987, publicado en 2020
No
sucedía nada.
Sin
tu mano en mi hombro,
sin
tu aliento en mi pelo,
no
sucedía nada.
Y
el tiempo no pasaba.
Las
sábanas dormían
en
una escena triste
sin
pretender dormir.
Imagino
que llegas.
Tu
falda y tu cintura,
un
beso y un botón
desabrochado,
roto.
Tu
forma blanca y firme,
tan
masturbada en flores
que
el mapa de tu cuerpo
irrumpe
en mi cerebro
cargado
de estaciones.
En
esta habitación,
donde
sobran desiertos
en
tu cuerpo y en el mío,
las
delgadas arterias
de
tu piel y del aire
desbaratan
sus lienzos
con
la rabia de un dios
tan
sobrado de amor
que
desviste a la espiga
balanceada
en sus vetas.
Alguien
me está mirando.
La
habitación es blanca
y
tus piernas avanzan
deshojando
la atmósfera.
Tu
boca sin pudor
arrastra
hasta mis muslos
los
restos de un brasier
tirado
por el suelo.
Aquí
llegan cerezas
con
la vida flotando
directa
a mis verdades
y
todo su cabello
con
signos de desorden.
Y
tus manos se escurren
al
silo de mi pecho,
con
todas sus vigilias
esperando
tu aliento,
con
todas las ventanas
pronunciando
tu nombre.
La
media noche cruje.
Soy
causa de su amor.
Ya
no me siento solo.
Me
ama.
Estoy
saciado.
Análisis centrado en la personificación de las
ventanas y su impacto en el significado del poema:
Análisis de la Personificación
1. La Voz de la Obsesión
La frase "Todas las ventanas pronunciando tu
nombre" no es solo una decoración, sino un reflejo del estado mental
del yo lírico.
Personificación: Las ventanas, objetos inanimados,
adquieren la cualidad humana de "pronunciar" o hablar.
La Casa como Mente: La casa (y sus ventanas) actúa
como una extensión de la mente del poeta. Si él está obsesionado con el nombre
de la amada, entonces todo lo que lo rodea repite ese nombre. El deseo es tan
grande que satura el ambiente.
El Eco de la Soledad: Inicialmente, al principio del
poema, este pronunciamiento es un eco de la soledad. Las ventanas gritan el
nombre, pero la persona no está, lo que subraya la frustración y la espera
vacía ("No sucedía nada").
2. La Estructura de Anillo (Ring Structure)
Lo más interesante es cómo el poeta utiliza esta
imagen al principio y al final del poema, creando una estructura circular o de
anillo:
Inicio "Todas
las ventanas pronunciando tu nombre
No
sucedía nada.
Sin
tu mano en mi hombro,
sin
tu aliento en mi pelo,
no
sucedía nada.
Angustia. El nombre es un lamento, una súplica que no
recibe respuesta.
Final "...con
todas las ventanas pronunciando tu nombre". Plenitud. Después del éxtasis,
el nombre es un cántico, la confirmación de que la presencia amada ha llegado y
ha saturado el universo del poeta, disipando la soledad.
Al repetirse al final, la frase demuestra que el
nombre de la persona amada es el eje central y el motor de toda la experiencia
narrada, transformando la realidad: lo que empezó como un síntoma de ausencia
se convierte en una celebración de la presencia. En resumen, figurativamente las
ventanas son el termómetro de la pasión del poeta.
Estoy lleno de sed,
no me calma el agua esta sed,
este choque de emociones,
esta inopia que me arruga la
frente,
esta confusa adolescencia
que se me pone delante
como un muro que me reta a
saltarlo;
pero no estalla mi sangre.
Mi sangre siente el frio de
los años,
el frío de la responsabilidad,
la cómoda inercia
de una rueda movida sin
esfuerzo.
Es muy triste esto que digo,
más sabiéndome lejos de las
calles,
de los bares y aceras que
pisamos,
del murmullo que fuimos en la
música,
en la noche sensual donde,
desnudos,
nuestras ropas juntaron
sus dos vientres
para ser un temblor que aún
retengo,
y que viene a buscarme cada
día
sabiendo que no estás
aunque grite tu nombre en el
silencio
y mis ojos los ponga en
occidente,
recalando hacia el sur donde
me habitas.
Será que, de no verte,
respiro este dolor, que ya lo
vivo
y feliz como un gato en buena
sombra,
permanezco arañándome los
chacras,
limpiando pelo a pelo todo el
vello,
sintiéndome feliz con tu indolencia.
A ver si pasa el frio,
este olor a humedad que hasta
me asfixia.
Esta mala costumbre de
soportarlo todo,
esta lengua mordida,
este no decir - ¡ay!, me duele
el dolor,
me duele este silencio,
este no decir nada para no
herir.
- ¡Ay, este dolor de huesos
sin tus huesos!
- ¡Ay, este dolor que duele
hasta en mis sombras!
y que duele también mientras
camino,
o mientras hablo con la gente,
o mientras bebo té o bebo vino
o simplemente vivo.
¿Por qué mis ojos buscan
tu mirada
mientras crecen escamas
en mis huesos?
Pienso en ti,
y mi cara refleja lo que
siento.
Vivir sin ti es renuncia,
es un hinchar pulmones a
golpe de tristeza.
Y no quiero perderme las
sorpresas
que aún te quedan para
darme
y celebrar contigo los
solsticios
y emocionarnos juntos
escuchando poemas,
componiendo canciones y
comer el maíz,
bebernos todo el vino
y el amor transitando la
noche,
con un andar a manos llenas
de tibieza y bondad.
No te excluyo, amor,
no deseo la flor marchita
en mi conciencia,
ni un insomne rocío,
con todo el sexo
evaporado
entre ayuno y vigilia
contenida.
De ningún modo nuestros
pasos
perderán en la danza su
buen ritmo,
nos espera la tierra
reposando en su arena,
peregrinos de amor, con
los párpados quietos,
cruzando laberintos sin
apremios ni urgencias,
meciéndonos las huellas
con los ojos vendados
y la esperanza puesta en
el color del aire
que por tu rostro sueña con
pintar la amapola
del color de la calma.
Y no se apagará esta
ostensible sed
por caminarte en todos
tus perímetros,
sellar tus labios con mis
dedos,
o con los labios míos,
mientras se sienta el sol
a las sombras de la
tarde,
y tú y yo nos pretendemos
con todo el pecho lleno
de rayos,
porque te estoy amando en
todo lo que veo,
en todo lo que toco,
en todo lo que me
confirma al mundo,
y te presiento y te
nombro,
te percibo y soy feliz
tan solo de saber que
existes,
que, en el centro del
mundo,
una mujer me exhorta con
sus ojos de luna
para cederme el pan
que alimenta la noche
donde chocan los huesos como amantes feraces,
porque tú y yo, amor,
tenemos sed que crece
y se vuelve océano, un
océano de sed
para saciarnos juntos.
También yo,
te estoy amando cada día
un poco más,
y como tú
también te llevo en las
pisadas,
en la piel, en la sangre,
en los besos que damos
mientras suenan tambores
al pronunciar tu nombre
y el sol, la luna, la
noche,
sienten el tacto de unas
manos
que se acarician y buscan
para chocar sus huesos
y romper juntos los
enigmas.
Yo quiero amanecer
desnudo,
macerado en ti, oliendo a
ti.
Eres semilla, amor,
que se extiende en la
tierra,
donde
acuden las aguas
a
deshojar misterios.
No estamos solos.
Somos océanos etéreos,
nos sobran los espacios
de la risa y la luz
porque no estamos solos,
tenemos los desiertos
que nutren nuestros sueños
y un vuelo que tirita
como un pez tembloroso
al filo de un abismo.
No estamos solos,
hay ciudades en busca de mis
ojos
y un mar que se acentúa en sus
gotas
para avivar la vida,
la ola infinita donde todo
cabe.
No.
No estamos solos.
Me acerqué lentamente.
Y aprendí sus secretos.
Supe entre sus piernas de la ciudad dormida,
del eclipse de un mundo donde no existe el sol.
(En sus más puros lienzos fui el juguete frágil del
impaciente verbo que, derramado en semen, en sus hojas arteras confirmó la
mirada en un osado clímax que prolongó el orgasmo).
Saberla tan despierta, con su sonrisa eterna
y su húmeda boca, avivando a este torpe corazón que, besando sus pies, dejó
arder el cielo por todos los rincones, mientras caían mis hojas, una a una
incendiadas.
Hoy te entrego algo de silencio;
es un silencio en Luz para crecernos juntos.
Es la página en blanco que imagina el océano,
el instante del beso que imagina mi boca.
Tu caricia y la mía escuchan los latidos,
observan que en tus ojos permanece mi rostro
asido a un suspiro.
La luna está en el aire,
te besa con la furia de mil besos de fuego.
Juntos nos incendiamos
al Tantra que nos mece,
y el corazón contempla
imágenes de lluvia
invocando a los dioses
-que nos llaman y sueñan-
con ser como nosotros:
amantes sin distancia.
Tenemos hoy las nubes y un corazón con alas
de infinitos azules que día tras día,
noche tras noche, horas, tiempos, instantes…
como un verano vivo que come las manzanas
y contempla gozoso la luna que dibuja
la luna de tus ojos, y el mar que va creciendo
mientras se encoge el sol con las gotas de mar y de tu sal.
Es Tantra.
Es luz.
Es música que bebo
en la copa más dulce.
Es la verdad del bosque:
el incienso y el vuelo.
Alguna estrella se nombrará en tu rostro, algunos astros nos seguirán de
cerca los caminos del alma, y ambos, tu y yo, seremos viento, un paisaje
desnudo con los poros abiertos, volando hasta el crepúsculo penetrando el
silencio:
la luna
de tus ojos,
el rostro de mis lunas.
No me produce impacto ni el
relámpago
en la parte incorpórea de mi
cuerpo,
si tu boca en mis labios se afianza;
será forma incorpórea que en
mis huesos
en las tardes más verdes de
tormenta,
harán volar mis ojos: de tu
boca
al relámpago del beso de los
vientos;
y bendigo tu mundo y me
sumerjo
en los óleos que gritan por mi
cuerpo,
proclamando las voces del misterio
en los versos que vierten tus
promesas.
Esta cierta caricia que recibo
como elipse que gira en el
abrazo,
la percibo en mis manos y en mi carne
y borda en tu cintura mis
diástoles.
Me tocas y te toco como pluma
que palpa las pestañas y sorbo
todo
el óleo que ofrece el universo
cuando beso tu sexo con mi
boca.
Yo bendigo los signos que
sentencian:
tu cadera es culpable manifiesta
de quererme matar en mi
inocencia.
Es tu voz esa puerta que me
invita
a quedarme contigo en tus
vocales,
con todos los acordes de tus
dichos,
tus acentos, palabras,
consonantes…
son la música en estos oídos
torpes
que se abren a tu cuerpo y a
tu canto.
Logré acomodar mi relación con ella
a puerta giratoria de salir y no
entrar
o volver otra vez y salir sin volver
o admirarla de lejos
sin construir nada a cambio
Oscura
y tan lejana
tan
insolente en sus alturas
destinada
al tropiezo con mi cuerpo
la
flor nocturna abierta
apacigua
su otoño desnudando la rosa
entre
el abismo astral de sus sentidos
y
el estallido impar de un azorado verbo
renacido
a la vida, a la piel y la carne
Eran
tiempos de fiebre en los rellanos
Eran
palabras parcas contenidas
Era
efímera sangre prometida
pero sus pechos admirables
hostigarían la bondad
de esta falsa promesa
Sus
manos y sus uñas,
como
su vulva siempre presa de mis ojos
su
arco lumbar su vientre entero
sus
señales y aromas
sus
alzadas caderas
su
dolor su deleite
Todo
el óxido antiguo
sin
construir nada nuevo
sólo
un hotline de pechos admirables.
El amor es aullido,
una llamada llena de avidez,
un relámpago en grito
sobre una sombra cruenta,
una rabiosa voz
que se libera a veces.
El amor es la dicha,
es la insólita patria que te mece
con todos los sonidos
de la carne y tu cuerpo.
La calle transparente y fría
si no respiras tú en mi costado
El café y la mañana
se mecen entre el polvo y los
días.
Las horas y los dedos se
agarran a la vida
como un desnudo náufrago
perdido entre tinieblas,
errante en sus espejos.
No cambia el cielo su color
ni entrega el plomo sus
pretextos
a ningún astro.
-Suspira- el terciopelo
entre auroras saciadas-
Quizá los ojos
-estrellados
entre la lluvia y los cristales-
consigan engañar
a la tarde ahogada en el
vermut
que bebo al mediodía.
Mientras la hoguera quema sus
cenizas,
la última luz visible en mi
certeza,
camina hacia el mundo
que abriga sus razones.
Ella es de las personas
inmersas
en hacer cosas importantes:
imán en la nevera,
arena para el gato,
y al caer la tarde
un mate en el sofá
(quizá por la
añoranza de lo que nunca vivió).
De tanto crear distancias,
comenzamos a odiar
los Kilómetros y horas,
el tiempo que perdimos juntos.
Ahora nos comemos los
silencios
ahogados en desidia:
ese cuarto poder de la lujuria.
El ruido que sientes
es que me estalla el pecho
Tan pacíficamente
duerme la noche sábanas de
plomo,
decrecen las aristas
reiteradas en lunas.
La rosa de papel
se deshace en mis manos.
Si me escupe un bostezo,
yo me arrojo impaciente,
pero siempre en la hierba
habrá surcos que aniden
el deshielo y la espera.
Tal vez la decepción
no sea sólo el dolor
¿Qué es lo que nos hiere?
Arroja la memoria
felicidad medida
en tazas de café
y un torrente de cosas
retorcidas.
Quizá, el esplendor de la
escarcha,
nos haga regresar
a la calma de un beso en la
mejilla.
Pero yo no la quiero mansa
como el árbol al viento,
la prefiero con uñas
y dientes afilados,
como un inexplorado Google
Earth,
con sus relieves y hondonadas,
pero sin depresiones
ni gargantas prohibidas.
Me gusta que sonrían
sus rodillas en alto,
presentir la tormenta
sobre el atrio y la plata.
Afín a las cavernas,
adicto de sus huesos,
participo en su risa y en su
boca.
Un temblor de su pecho
podría detener
la tarde y los inviernos.
Por siempre agradecido
dejé las huellas de sus pies
en mi corazón helado.
Un día busqué tus huesos
como una espiga busca del pan
ser alimento mutuo
En su encendido arroyo
las formas de la vida
transitaban jardines,
y un tiempo sin relojes
alzaba entre sus senos
una flor escarchada
y una espina de fuego.
Fue la rosa futura
que aguardaba la luz
forjando entre sus pétalos
el cosmos vacilante
de una semilla abierta.
En arrulladas noches
lenguajes como signos
aleteaban entre pájaros
con alas de cartón
hurgando en las esquinas
sus cantos de silencio.
Como un reptil
de perezosas piernas
pretendía el cielo
sosteniendo fantasmas
de un cristo mentiroso
que le impedía volar,
y oculta tras su velo
maldecía desnuda
la desnudez de mi alma.
Se apagan los lenguajes.
Los latidos proclaman
un tacto sin palabras.
En el penúltimo tiempo
mis ojos buscaban los jazmines
desprendidos de sus desiertos,
la noche encendida
apagó todas las soledades
y estranguló el hastío de la
luz.
Sobre sábanas revueltas
acoso de los dientes a la
carne:
¡murmullos incendiados
silbaban en el aire!
Herida la serpiente
la seda regresa a sus orígenes.
Si se alinean los astros
todo es virtud.
Me alimentan los signos
de su ofrenda de fuego,
la orgía que confirma
un conjuro de aguas,
el convincente seno de su
verbo,
la ignota ceremonia de su vientre.
Me alimentan los fluidos que disuelven
los desecados vientos de la noche:
la fórmula secreta de su pubis.
Quizá no signifique nada
que –antes que a mí–a ella la amé
con toda la distancia del temblor de una hoja.
Aún hoy, escucho su rubor
encendido en mi sangre.
En las noches sus labios se advierten
con la pasión de una hiedra
trepando a las alturas;
cierro los ojos y un ritmo de certezas
me atrapa en su fragancia.
Hay verdades y uvas,
madurada fruta,
hay susurros en el inquieto arroyo;
sus dedos son norte y feng shui
viento y agua, molde y arquetipo;
una paloma de arrullada estirpe
en el claro de luna de un bucle dorado: Cerezas.
El verano derrite las persistentes nieves
Yo la buscaba en las cerezas y en la luna,
en las mañanas y en mi pecho.
Ni mucho menos soy
como los otros hombres
ni siquiera aprendí a preguntar
si podría besarte.
Yo cerraba los ojos,
me besabas tú a mí.
Mientras sobre sus cosas,
trapos y polichinelas
diversas,
ella hablaba todo el tiempo
yo exploraba sus ojos con mis
ojos.
Derretía mis labios
de contemplar los suyos
sin parar de hablar.
Sin éxito frente a su cháchara
me levanté para marcharme,
pero sus dedos se clavaron en
mis manos
y las servilletas, los vasos,
el café…
entre gemidos, rodaron por el suelo.
No pienso en el dolor
en su lento destino
hoy lloran los metales
Las grietas abren surcos
como esculturas mansas
átomos como óvulos
multiplicando ojos
–me recomo la crema
rociada en la cocina–
Voy a cortar geranios
y las flores que giran
en torno a mi cabeza
Quiero pisar la flor
emanarme en tus pasos
chorrear los espejos
bajando por tu pecho
Dejar caer la baba
delineando en tus huecos
encomios y borrarlos
dibujarlos de nuevo y
olvidarlos
Asirme a tus cabellos
–no voy a decir tus nalgas
ni tus muslos cilíndricos–
tal vez tu boca esboce
un dilema ocurrente
Los manojos de manos
que consagré a tu cuerpo
desposado entre aguas
por desvirgar los sueños
el himen que descansa
arcano entre las sombras
Qué derroche de noches
de caminos sin talla
de gotas inconscientes
que se pierden en nada
-II-
No va a lucir sombrero
mi cuerpo de membrillo
precipito en tu orilla
la piedra y el aliento
los dos caños de agua
frente a frente bebiéndose
las dos bocas que rugen
desvistiendo la sombra
Un gateo inconsciente
se entalla en mi camisa
el asfalto está ebrio
embebido de cañas
chocan dientes y besos
somos polvo despierto
rugiendo en dos pezones
la pastoral que canta
del verano al otoño
mirándose la sangre
que baila a tropezones
Su rugido es mentira
en dos labios que sudan
y muerdo a las arañas
que me arrancan la sombra
Apúntame este fado
anclado en esta boca
No sé de lenguas
No sé en qué voz
se dicen los milagros
ni voy a decir mentiras
por pretender palomas
confieso el desacato
de tu cuerpo que arrastra
la inquietud de los siglos
Yo soy el polvo y tú
Te confiesas conmigo.
Pretendí ser yo mismo,
quería vivir conmigo.
Yo quería tener
las antípodas en mi mesa,
reírme de mentiras forasteras,
ser mancha y triunfo y ser
honesto,
mezclar toda la arena del
desierto
en la patria fecunda de los
vientres.
Fui común e invertebrado en el
oficio
de llegar al ombligo de las
hembras
batiéndome feliz en sus
raíces;
yo quería ser ángel,
un pájaro en huida
que extiende más sus alas
en cada giro sobre el mundo
y viajar a destiempo de los
trenes
rebuscando en las sombras de
los vientos
los oscuros pedazos que me
faltan.
Tú querías ser amable
Yo extinguir los océanos.
Tú, riendo
con tu mano en las últimas
semillas.
Y yo, a tu lado
poniendo rojas
las sortijas de tu rostro.
Miremos a la luna,
más allá de este cielo
–más allá de esta sed–
se detienen los mundos
en el exacto firmamento
de tus entregas.
Aquí está mi mano urgente,
la cicatriz
lechosa en mi pulgar,
y aquí está mi boca
–como una golondrina–
en busca de tu vientre;
tú en mis ojos
yo en tu sombra,
amaneciendo en ti y el mar
mojando nuestros cuerpos.
Abandoné mi casa
buscando echar raíces
en todos los caminos
y fue tu mente, al fin,
que cimentó mi origen
envuelto en un poema.
Por un instante mis ojos
desnudaron su alma,
yo desnudé la mía sin más
agitación
que la de una hoja cuando
cae de la rama;
mientras su lengua
recorría mis labios,
ella, con mesura, me
instruía
sobre el misterio de la
carne.
Fue en ese momento
que las puertas del purgatorio
se abrieron irreverentes
y en el soplo que dura el placer
la lujuria golpeó mis manos
y mi aliento, nuevamente, invocó a la carne.
Los cuerpos entre sí
pedían la avenencia del
éxtasis;
no era preciso cruzar
miradas
ni derramar afectos en la
piel del otro,
nuestros ojos ignoraron
los símbolos
ahogando todos los
temores
y con las almas desnudas,
en la perversa llamada al
culto,
persistimos sumidos en la
carne.
Con tu sangre
encendida te descalzas y te acercas
a mí como un señuelo desflorando la sombra de mi boca.
Te me envuelves
con brazos y piernas apretadas dando
gloria a mis huesos con tu incienso y me gimes en guerra de silencios
devorando la carne que me otorgas en la selva de yerbas con tu lluvia.
La navaja desnuda
del espejo son tus muslos abiertos confiados y tus senos blindados por mis
labios tan desnudos y erectos del deshielo de esta guerra de silencios
devorados.
Anticipa el
silencio las caricias incendiadas al sol de los pecados y me quemo y me hiero
en tus entrañas y admito mi derrota al maíz de tu boca.
No
siendo tú la mala me haces daño cuando castras tus gestos de ternura y te
envuelves en piedra abandonada, yo cuchillo afilado que traspasa tu pecho y mis
errores. Y zanjamos abriéndonos los cuerpos al edén del exilio sin pecado, y
temblamos, hablamos, fornicamos, ansiamos, fluctuamos…
Pero eres tú la
patria, el cántaro y la nieve, la tierra que en mi verbo reverdece, la boca de
palabras de un vocablo de sexo conversado, la sangre que camina a mi costado,
eres tú la que ríe, la que llora, la que gime, la que ama y se vuelca desaguándose,
liberando sus ganas y sus alas. Y haces ciertos los cuerpos que se besan y
tiemblan.
En sus ojos se hallaba toda la lluvia
y en sus manos de niña yacían los inciensos
de la calma y la tarde.
Había desplegado entre veranos cándidos
una canción plagada de orientes, llena de labios
y de horas cosidas a la carne y al verbo.
Yo buscaba en sus huesos mis latidos
y tantas horas verdes entregadas al fuego,
a la porción de sol que nutren sus pupilas
y a los eternos pájaros de agosto
que yacen sobre el mármol.
(Sobre su cuerpo exacto, arrullado en sus notas, respiraba
voraz su perfume a madera. Sus labios y su vientre sabían a cerezas frescas y
sus abiertas rosas buscaban en la noche la luz y el corazón.
Y a veces, yo, esquivo la besaba con este labio amargo, con la pasión impúdica de una ternura
contenida).
Precipitados ambos
en la suave fragancia de los limones
jugábamos a un mundo poblado de cigarras
ceñidos al destino y a las promesas mansas,
a nuestra condición de acuario
reinventado la savia que nos nutriera los otoños
y las gotas de eternidad acumulada en nuestras vidas.
Liberada en las puertas de una casa hechizada
las formas de la vida transitaban jardines
forjando entre sus pétalos el cosmos vacilante
de una semilla sin relojes
que alzaba entre sus senos
una luna escarchada y una espiga de fuego.
Dormida entre mis labios
le nacieron dos cisnes con las manos aladas
y una nube escarlata
que impasible sostiene los sámsaras y el mundo.
Bajo los pies de un pájaro solitario
una piedra callaba
y un helecho en su fronda de sílice
saciaba en los cristales el derramado liquen
de un agosto invocado.
Cómo llenar vacíos
con esta boca hueca
que te ahoga y amarga.
Las sábanas celebran un
festejo de pies
Flirteando, en un arpa de
agujas,
el duodécimo amor
de dos bocas hermosas
que ordenan calendarios.
Mi romance y tu frío comenzó
justo al borde de un día
plomizo.
Éramos dos manzanas
a punto de abrazarnos,
sendas aves silvestres
elevados al sol y a los
milagros
aplaudiendo desnudos nuestro
asombro
de un cielo devorado beso a
beso.
Los lienzos que mostrabas en
tu espalda,
tus nalgas, tus estrías, todos
tus surcos;
la música cantada nota a nota,
las voces entregadas al silencio,
tu risa y nuestro llanto… tus
respuestas
nacidas en los puntos
cardinales
de un amor que no sabe de
máscaras
ni de tiempos que escurren con
su savia
la alquimia conjurada de las
calles
que cierran las aceras a los
besos.
Enamorados bajo la luz y los
destellos
de un semillero de roces,
de tactos y escarceos
trepando a la erguida
incandescencia de los
fósforos;
así llovieron días como
naranjos,
cogiéndonos las manos
–tal que en Peña Enamorada*–
nos fuimos juntos al abismo.
*La Peña de los Enamorados forma parte además del Sitio
de los Dólmenes de Antequera, declarado Patrimonio de la Humanidad por la
UNESCO
Fue tu seda y tu espada
tus palabras de frente
el no callarlo todo
tu talento y tu mente.
Ella tenía los ojos negros.
Su risa celeste precedía
al estallido en el fuego de la
noche.
Yo tenía los ojos muy abiertos
y mis venas revelaban
las agitadas luces de las
estrellas.
Eclipsados mis ojos en la luz
apuramos la gloria y el
misterio
y sin más rituales nos
rompimos
en lo
negro y en la noche.
Fue un paseo confuso
más ira que harmonía
no fue mi comprensión
por tu crecido enojo
mi cuerpo no fue hogar para ti
ni tu pelo revuelto por mis manos.
Bratislava es la iglesia azul
y un castillo en el aire.
Cuatro esculturas
sorprendiendo al viandante.
Un río que divide y aúna la ciudad.
Un paraíso que regresa,
una revolución envuelta en terciopelo.
-II-
No podría llorar en esta ciudad sin luz
en que las tardes se impacientan
rompiendo los paisajes.
Quemando los pretextos
me abrazo a la virtud y a los huesos
al reducir mi corazón a la incertidumbre
de un gentío que busca sus zapatos
mientras se inventa por las calles;
no duerme Bratislava,
y tú y yo, inseguros por las calles,
con el vello erizado abocados al miedo
de ser nosotros mismos,
con los codos y piernas
marcando las distancias,
desvistiendo quimeras y manzanas.
Cada noche es un grito,
los sueños no florecen.
-III-
La joven de la mesa de enfrente
se sirve de una botella de vino.
A pan y agua
fue mi aliento un pacto reprimido.
La imaginé desnuda,
despojada de apremios,
saboreando el rojo néctar de la vid.
No ignoré su semblante abstraída en la copa,
sin poder eludirla entraba en mi cabeza
y sin reparos florecía
el recreo infinito de su estampa.
Yo miraba y bebía sin poder acallar
el evidente eco de sus formas.
Podría haberle adivinado
el sabor de sus muslos,
el aroma a manzanas y a cerezas
que presentí en su talle.
De tanto que la desearon mis ojos,
grabé su aliento sostenido en mi cáliz.
-IV-
Las paredes no muestran
la tristeza de los labios ebrios.
Besando sin mirar atrás,
como un río que se ahoga en sí mismo,
amontonando huesos sin arrestos
a las tardes perdidas.
-V-
Enfrente
-en la acera opuesta de la calle-
una ventana deja entrever
la exacta precisión
de dos
hombres
a punto
de acariciarse.
Mientras ella habla y habla, yo le miro las nalgas,
las entrañas, su canesú azul, su pecho escarlata, las uñas de sus pies; miro
sus rojos, los cauces de sus ingles, su vello oscuro, sus montes, su risa; sus
dientes, su mandíbula, sus impares espacios. Amo todo el oxígeno del centro de
su ombligo; nada es tan salvaje como su culto y dádiva; nada abre la risa, como
las múltiples enseñas de su orgasmo, esa hermosa agonía del relámpago y la
muerte. Teniéndola a mi lado yo la amo. Amo su erótico dibujo, sus incendiados
huecos, sus aunadas urgencias; amo su espalda, amo sus vértebras bordadas, la
piel que la disfraza, su despertar calmoso; amo la noche y sus silencios, su
paz, su luz, su danza y sus prudencias; amo sus compulsivos signos, el
escorpión que la alimenta, y amo esta noche rica en minerales, pero sigo
esperando a los planetas por si cambian las formas de la luna;
quizá nos quede aún tocar el
corazón.
Somos yoga buscando ser perfectos.
Igual resulta ser
de mal gusto aludir
al periodo biológico
de tu cuerpo
al que nunca rechacé
por fastidio o por asco.
A mis años
aún tengo alteradas las
hormonas
me asaltan con maldad –sobre
todo–
a la hora de la siesta
donde la brisa nutre mi
huracán
y la invento bonita
acentuada en cerezas
y con un cincelado pubis
adherido a su vientre;
declarándome isla –atrapado en
su vértigo-
un Kama Sutra ansioso hilvana
las luciérnagas
y es que
volando entre sus yemas
me sobran paraísos.
Llegaste
horizontal, con tu pelo y tu enojo, pura como una flor indecisa buscando acaso
el milagro de la primera luz.
Hubo lluvia y viento, calles y sueños construidos
de infancia, hubo semillas y labios prodigando deseos, hubo sexo como sangre
nutriéndonos las venas, exigiéndonos más vino, más sudor, más aliento… como una
droga que nos estalló por dentro acercando al polvo nuestros huesos, al ocioso
silencio que rompe los gemidos.
Traspasando
los dedos, la lengua y el vientre nos bañamos enteros en la piel vegetal de la
inocencia.
Íbamos bien
encaminados, ansiábamos la lluvia y la tormenta buscándonos poemas en los
párpados, una vecindad llena de pájaros y un barco navegando hacia los astros.
Encaramado al
filo de aquel astro miraba en dirección a tus instancias, me invitabas a entrar
y yo me hacía de plata volando hacia tus ojos, con todos los papeles aplaudiendo
tu nombre, con todas las alturas que te ofrecían mis nubes.
La voz de los
planetas deambulaba en tus labios en busca de mis dedos y mis ventanas open,
abiertas para ti de astro en astro.
Afronto tu reverso,
el haz de almizcles que
perfuman tus cabellos;
observo los lunares rendidos a
tu cuerpo
y el tacto que despunta de tu
sombra y la mía,
la ostensible corona que
traspasa la noche
con las manos erguidas
cerrando las heridas tejidas
en los párpados.
Amo tu espalda acariciada.
Amo tu amnesia.
De nuevo en mi pulgar late tu
boca, más allá de mis alas y tus aguas, se propaga el rocío que multiplica un
ramal, un silencio que acrecienta ligeramente el polvo de los huesos; regálame
el abrazo que estimula el canto de la flor y la hojarasca donde el árbol
levanta sus campanas.
En septiembre la sangre se apaga en el cemento de los huesos, el azar y la
luna vuelan al infinito y tu mano esmeralda, gritándole a mi pecho, se consume
en la calma difusa de mis labios.
Es camino y hoguera de una gota de sed que insiste en alcanzar la punta de
tus dedos aun tropezando en cada luna, en cada charco, tal vez, en un
desesperado intento de acortar distancias y olvidar los tiempos en que fuimos
graznido en vez de vuelo.
El café y la mañana se mecen entre el polvo y los días.
No se apague la sed por beber los latidos de tu boca, germinar cada germen,
cada carne del alba y de la noche arrodillado al tiempo que me ofreces y
descifrando las horas, agarrarme a tus dedos y a tu vida.
Trasversal al viento la fruta
madura entre sonidos de campana, y en mi almohada una dama frágil descubre su
jardín.
La luna se desmaya en mi pecho.
Despierto vertical a tu sonrisa y aun siendo, muy
del todo, incompleto me expreso en un lenguaje de hace siglos, lenguaje que
enmudece lo prohibido, encubridor de sueños de un recuerdo temprano, donde el
sabor del pan o el color amarillo de las flores, me acercara a un futuro sin
origen con dos ojos de párpados cortados.
Fue aquel pájaro sin género y sin alas el que
adujo, volando a trompicones por mis ojos, que esta mesa y mantel es naufragio
de los treinta segundos en que arrojo las distancias sin mapas que he volado, y
en la red de tu cuerpo y en tu arcilla he pegado a mi cuello desplumado los
espacios oscuros de la infancia.
Presta
ahora tu vientre al iris de mis ojos, que recrezca pausado hacia tu pubis, hacia el mundo que crece de tus
manos, al espacio sin tiempo que conforma la vida y sostiene a los pájaros que
alimentan mi género.
Háblale de cortinas y trapos, de
ese maldito moho que ensucia los silencios.
Mi garganta se agita.
Mi voz no sale, no se oye mi
voz.
Y recuerdo la arena
atrapando mis pies y los
suyos.
Recuerdo los cristales
y los cuerpos arados,
la espalda abrillantada
con su ración de aceite y sol
mientras levantábamos
castillos y pájaros.
Y no cedía la arena.
Siempre me
pareciste bonita
y te pido
perdón
por no ser
más vehemente
y decir que
también
me pareciste
hermosa
y te pido
perdón
por no ser
más certero
y no decirte
nunca
lo
inteligente que eres.
No vuelan hoy cometas.
Contener la memoria
observar estaciones
retener la promesa de un beso.
No se oyen instrumentos
sólo el aire acechando
nuestros pasos.
¿Qué palomas podrían traer
los infinitos a tu boca?
Ven,
trepemos clandestinos los
satélites,
brindemos con Martini hasta en
la luna,
rompamos los cristales -las
distancias-
y pon tu mano en mi costado
que hoy quiero caminar
por donde crecen los espejos
para encontrar el sueño que
somos
y la historia que quisiéramos
ser.
En aquel bosque muere el
dolor. Debo permanecer con la túnica blanca de la memoria ciega. No debe el
hombre ser espada inicua, el azul y la sangre sustentan la pureza del cielo y
de la tierra, la verdad solo aspira al fulgor de los árboles que encaminan sus
pasos en el llanto callado que derraman las calles.
Ayer fueron candelas
desvestidas de amor, hoy, se encienden impúdicas la voluptuosidad de las
estatuas.
Sombrío y contaminado,
despojado de llanto, visceral me detengo en el misterio del odio.
Hoy hace sombra el bosque al
aguacero, pero tu boca sigue pareciéndome recién cortada y fresca.
El día ha llegado.
Ya no puedo seguir odiándome.
El corazón y el deseo, no caben en la misma mirada. Muchas veces la sangre
se deja arrastrar hacia agujeros oscuros. Necesita más noche para construir su
propia oscuridad, y busca hilar antorchas para que ardan todas las arañas que
conforman sus dudas.
Hoy es una mañana de viento. No es un día distinto al de ayer. En realidad,
el gris del día es un gris como el de cualquier otro día. Me pica un brazo.
Observo el cielo lleno de nubes. Los árboles me observan de reojo.
Hambriento como soy sacudo telarañas y busco al escorpión, la cola de un
planeta primitivo y voraz. Es la estación del año más carnosa, la primavera es
redonda e ingenua, atolondrada y lúbrica, su destino es posarse en el punto
lascivo de la carne.
Me inquieta esta presión. Este fósforo verde que me somete a la sutil
elipse de las formas. Me está asustando ser feliz. Mis manos solo buscan el
lóbulo carnoso de la primavera, la tenue suavidad de la piel y la carne
conmovida.
Trago saliva mientras
contemplo una telaraña
colgando del techo.
Pienso en su futuro
y en las hojas muertas
que caen de los árboles.
Pienso en el viento y en el frío.
Pienso en el olvido.
Todos creen que soy yo, pero es mi mente la
que empuja el deseo, y prendida al deseo vuela la luna
hasta la carne oscura de mi pecho.
¿Quién sostuvo un hogar sin amor ni alimento?
No sé si podré dar algo a cambio de nada, pero
yo necesito que me amen para poder amar, descubro desde el corazón la carga de
pureza y un mar sombrío crispándose en mis sienes.
Podré dejar mi corazón enredado a tus dientes
o ceñido a tu pubis hasta quebrarme entero doblado en los dragones de aquel
último beso prendido de ceniza que erosionó mis labios.
Fue por mi falta de bondad que ella se marchó
con sus piernas, su hambre inocente y su juventud voraz.
Insaciable la sangre que lloró en los jardines.
Es imposible que podamos vivir eternamente.
Podríamos pararnos a pensar,
detener un momento la vida
y acomodarnos para contemplar la lluvia.
Solo el amor ofrece la corola solícita
capaz de soportar un diluvio.
Acaso el bosque un día cantará bajo nuestros pies
mientras sus ramas son ungidas
por las aguas que vierten sus entregas.
Sus ojos,
su mirada, no tienen años
ni cenizas que enturbien los abrazos.
Incendiada en sus bosques
no se altera la rosa en su jardín.
Tu senda equilibrista
de alambrada y palabras
–vértigo–
que el conjuro excitado de tu vientre
torna esclavas las rosas de la noche
sin que mueran las aguas en tu fuego
ni en la instancia glacial sobre los sexos.
La raza que te engulle afrodisíaca
estimula las horas, los instantes,
acoge con un verbo el otro verbo
del néctar y la sangre eyaculada.
Parado en el jardín
tiendo la mano para entrar al blancor del alba.
Confío ciegamente en la fiebre que alzan los deseos
y en la esperanza que prodigan sus mensajes.
Usted vistió sus pétalos con agua.
Tenía usted las llaves del asombro,
hechizada criatura,
agarrada a un volcán con los pies impacientes
elevaba sus pasos sobre un cráter de arena.
En su rostro se abría un oleaje violeta.
Presentí la presencia
del eterno color de los veranos
y en mi gesto un temblor
agarrado a la luz y al fuego de los días.
Ambos, como las campanas,
prodigamos las formas de buscarnos las alas.
Ningún gurú, ningún maestro
nos abrazó la piel con un collar de versos,
solo los elementos de la naturaleza
–a fuerza de silencio atrapado en astillas–
colmó el blancor del alba de distancias.
Yo quería tener las antípodas en mi mesa,
reírme de mentiras forasteras,
ser mancha y triunfo y ser honesto,
mezclar toda la arena del desierto
en la patria fecunda de los vientres,
común e invertebrado en el oficio
de llegar al ombligo de las hembras
batiéndome feliz en sus raíces;
yo quería ser ángel, un pájaro en huida
que extiende más sus alas
en cada giro sobre el mundo
y viajar a destiempo de los trenes
rebuscando en las sombras de los vientos
los oscuros pedazos que me faltan.
"Uno está
enamorado cuando se da cuenta
de que la
otra persona es única"
Jorge Luis
Borges.
Septiembre trae el otoño y una
luna encendida al centro de un hogar donde el eje del mundo gira si está el
amor presente amando como un árbol mezclado con la tierra.
Toda la noche eclipsa
cualquier color de mármol que nos recuerde al frío. Se adivinan luciérnagas que
harán brillar tu nombre con su nombre, su nombre con el tuyo, con todas las
monedas talladas de ternura y voces polifónicas que os harán sentir la lluvia
desatada en cada paso que la vida os regala.
Tenéis llenos de aceite
vuestros cántaros. Ambos estáis envueltos en manzanas. No dejéis que los días
se hagan noche y que las noches pasen de largo como si fueran días.
Amar con empeño, como si un
árbol lleno de fruta os mostrara su mundo interior y os invitara a pecar de una
forma tan pura que daría lustre al plumaje de un pájaro que se alimenta el pico
con una pulpa de flores exentas de pecado.
Amar urgiendo labios,
apretando los dientes, como si un desvelado espejo rescatara los ecos de la
luna y en su nombre quemarais la pólvora llenando de sortijas vuestra sangre.
Amar desde el perímetro de un hueso que mirando al cielo puede sentir la
cáscara y la piel de una mañana llena de aprobación.
Amar desde la horma de un
zapato que camina en el mar sembrando las semillas que abrirán las puertas al
prodigio que ofrece la existencia. Amar desde un invierno lleno de vértigo porque
tendréis el rumbo que os hará recorrer las calles abriendo los eclipses ante
los pasos vuestros.
Amar desde las nueve de la
mañana en que los péndulos del tiempo abrirán vuestros ojos a lo sólido y
tierno, pues justa es la medida que la ternura obliga. Amar desnudos o
descalzos, y amar también llorando, pero con el rabillo del ojo con la
esperanza virgen.
A veces el amor os pasará de
largo con los brazos caídos, acordaros entonces que el fuego deja paso a las
ascuas para avivar al fuego nuevamente y ser hoguera, lumbre, desde los pies al
alma; sabed también que la ternura a veces es menos tierna y que a veces duele
el amor si falta y que la sangre a veces es un vaso lleno de frío.
Insistir
ambos en apreciar la forma de un pétalo, en disfrutar de un día de viento y en
abrigar la calma que otorgan los instantes cuando la dicha crece y se derrocha
el polvo entre gemidos, sintiendo orgasmos con los ojos, tocando el corazón de
la campana.
Amar amando
y sobre todo no dejéis de amaros a vosotros mismos.
Ahora la vida sonríe
me iré contigo
¿Por qué no?
¿Ves?
Camino súbito en busca de una
nube, descubro la arena bajo mis pies descalzos; la niebla es mi destino, mi morada
son los brazos de la luna.
¿Dónde estará?
¡Hace tanto tiempo que no me acaricia!
Y la busco con determinación
en tanto imágenes y signos retumban en mi cabeza buscando la raíz de la nada,
del vacío que desgarró los secretos no compartidos; me dirijo al encuentro del
germen que arrinconó la virtud y desvió nuestras miradas perdiendo de vista el
infinito.
¡Despierto!
De nuevo los espejismos arruinan mi sueño.
No es difícil
amar a una mujer que riega sus macetas. Ni siquiera es preciso que haya nacido
un viernes, pero sería oportuno que ella tenga la risa de un día como el
jueves, pues bien pudiera ser que le crecieran pétalos y germine en sus flores
hasta hilvanar los círculos de un bosque donde aguarda el helecho para abrir
paso a los solsticios y descoser el karma y sus escamas, renaciendo otra vez,
de entre los tiempos, única.
Tampoco es necesario que trepe por los
muros para contradecir las hormas de la geometría pretendiendo alcanzar los
alfas y omegas de la divinidad, pues si de amar se trata, ella ama a sus
plantas y a sus gatas, ama su consabido mate y ama sus ojos, (y quizá los
míos), y ama caminar como un rayo inviernos, primaveras, otoños y veranos,
creciéndoles las huellas desde los pies urgidos al exacto centro de sus
buganvillas.
Por poner un reparo, tendría que decir que
la prefiero fresca, como recién cogida de un campo de cerezas y buscara mis
párpados para perderse en busca de un pecado. Que prendida en el vientre de la
música rompiera los tambores y afirmara que sí,
que existe un
mundo desbordado de yerbas y de aromas que crecen día tras día entre sus
huesos.
En verano buscamos los racimos huyendo
hacia la luna. A veces me parece un sueño que llega hasta el invierno. Ella
borra bostezos a la noche, esquivando las dudas de su cuerpo, mientras caen
rendidos por su cuello, mis dientes uno a uno muy despacio.
Podría ser aurora proclamada, y no lo es.
Es tan solo un retazo de un mar que un día cambió de tierra buscando hundir los
besos donde sus pies naufraguen junto a mí. Hay que amarla cargado de
paciencia, como a una reina que zurce entre sus labios un dominio de cantos sin
medida. No es difícil amar, ya digo, a una mujer que riega sus macetas.
Todo ha sido avanzar en femenino:
mi madre mis hermanas,
mis tías, mis vecinas, mis primas,
mis hijas, mi mujer, las novias que no tuve,
las que dijeron no, las que no dije sí,
las que nunca olvidé, las que no me recuerdan,
las que luego, las que después, las que nunca.
En cambio, a ti, no podría olvidarte.
Te observo alborotada,
de azul y blanco riendo,
al igual que las fresas
y que el pan y las uvas
abrazada a una luna
que en sus formas reclama
el amor de una piedra;
eres tú manantial
-yo un suspiro en desorden-.
Me rebasan tus cantos,
las letras de tu nombre,
me rebasa el olvido,
y aunque la vida es corta
hay que vivirla a fuego
recorrer las esquinas,
aventurarse en calles
que proclamen la savia
amarrado a tus pechos,
en enredado en tu pelo
olvidarnos del mundo:
contigo pan y olvido.
Como nombre de guerra,
tal que Ulises, elijo Nadie,
y si miro a la tarde
-como Borges-diré que contigo
–mujer-
quiero quemar las horas.
·
2000. Blog Los otros que me forman (www.alonsodemolina.com)
·
2001. Blog Poetas de Hoy. (poetasdehoy.blogspot.com)
(www.poetasdehoy.com)
·
2002. Cofundador del Grupo Poético
Alaire. España.
·
2014. Cofundador de Poetas del Sur.
España.
·
Colaborador habitual en varias
revistas digitales de poesía y literatura.
·
Colaborador, organizador y activista
cultural en recitales, tertulias y encuentros poéticos.
Coordinador y presente en las siguientes publicaciones:
·
2003. Odaldecir
Poetas en Lengua Castellana. 8 poetas de España y Latinoamérica. Impreso en
Argentina, Gráficas Quipos.
·
2007. Antología
Poética Área Reservada. Antólogo Alonso de Molina. Poetas: Jorge Carrol y
otros autores de España y Latinoamérica. Bubok Publishing. España.
·
2008. Antología
Poética Un Mundo y aparte. Antólogo Alonso de Molina. Poetas: Abraham
Chinchillas, Alejandra Craules y otros autores de España y Latinoamérica. Bubok
Publishing. España
·
2009. Antología
Poética Universos Diversos Poesía del Siglo XXI. 22 autores 11 hombres 11
mujeres España y Latinoamérica. Coordinada por Alonso de Molina y publicada por
la Editorial Alaire. Gráficas Ayala. España. Versión digital Bubok Publishing.
España.
·
2017. Fundador y director de la Revista Digital De Sur a Sur Poesía y Artes Literarias, que incluye
poemas, relatos, reseñas literarias, entrevistas, actividades y textos de
poetas y escritores de España e Hispanoamérica. De periodicidad trimestral, está
incluida en la Red de Literatura y Cine de Creatividad Internacional con sede
en Miami
·
2018. De Sur a
Sur en Verbo y Verso Poesía Erótica
Escrita por Mujeres de España y Latinoamérica. Editor, antólogo y
prologuista, Poemario reconocido en FIS 2018 a autores, personalidades e
instituciones que se hayan distinguido por su servicio a la comunidad hispana
y/o como promotores de la cultura latinoamericana. Amazon. Tapa blanda y digital.
·
2017. 2018. 2019 editor, redactor, compilado, en los 9
números de la Revisa de Sur a Sur Poesía y Artes Literarias.
Presente en las siguientes Antologías:
·
2004. Libro de
Poetas. Ayuntamiento de Córdoba Ciudad Europea de la Cultura. 19 poetas
España y Latinoamérica: Ignacio Arrabal, Jacqueline Klein Texier, Ana María
Fuster, Abraham Chinchillas…
·
2007. El sol
desmantelado. Homenaje a W.H. Auden. Albatros Press. México.
·
2009. Antología
de poemas. 14 poetas: Sara Castelar, Benjamín León, Rafael Teicner...
Editorial Alaire. España
·
2011. Antología Poética
"Arido Umbral" 14 autores España y Latinoamérica.
·
2016. Ciudad
Celeste. Homenaje a Valente. Instituto Estudios Almerienses.
·
2017. Antología
Más Allá del Sur. Editorial Letra Impar.
España.
·
2017. Antología
Calle de agua, frontera salada. Tetuán (Marruecos).
·
2018. La Casa
de Zitas Antología 1 Aniversario. Zaragoza. España.
·
2018, Antología Poética Versos que abrazan, Día Mundial Contra Violencia Género.
·
2019 Cinco a
las 8. Poetas en el museo. Ayuntamiento de Almería.
·
2019. Con humor
propio. Antología de poesía actual.
Ediciones Dokusou.
·
2019. Antología Internacional de Poesía Multilingüe Amaravati Poético Prism 2019
Libros publicados
·
2007. Estación Sagrada. Bubok Publishing. España.
·
2008. Tal vez sonetos. Bubok Publishing. España.
·
2009. La memoria fragmentada. Editorial Alaire. España.
·
2017. Un humano cualquiera. Amazon y Google Books.
Tapa blanda y digital
·
2017. La insaciable verdad de la verdad. Amazon y
Google Books. Tapa blanda y digital
·
2018. Allá donde empieza la locura. Amazon y Google
Books. Tapa blanda y digital
Premios y Nominaciones
·
2018. Premio Cencibel de Poesía. 50 CERTAMEN
INTERNACIONAL CATA DEL VINO NUEVO Y ANOCHECER POÉTICO. Valdepeñas. España.
·
Premio Especial FIS 2018 (Savannah EEUU) a autores,
personalidades e instituciones que se hayan distinguido por su servicio a la
comunidad hispana y/o como promotores de la cultura latinoamericana.
·
2019. Nominado al PREMIO DE LITERATURA EN ESPAÑOL
ERNEST M. HEMINGWAY.
·
2019. Premio Especial FIS 2019 por la obra “La
insaciable verdad de la verdad”. Pinar Publisher LLC.
·
2019. Premio Pámpanas
Amarillas de Poesía. 51 CERTAMEN INTERNACIONAL CATA DEL VINO NUEVO Y ANOCHECER
POÉTICO. Valdepeñas. España
Reportajes y entrevistas:
·
Reportaje y entrevista PÁMPANAS
AMARILLAS
·
Reportaje y entrevista en Autores Indies, Pinar Publisher
Junio 2017
·
Entrevistas en emisoras locales Candil Radio,
programas “Días de Radio” y “Mar de Jairán”
Enlaces a muestras y reseñas acerca de Alonso de Molina
·
Presente en recopilatorios y antologías digitales
online: Poetas Andaluces y Poetas Siglo XXI (Fernando Sabido), Las afinidades
electivas (España), La Náusea (España), Pinar Publisher (EEUU), entre otras.
·
Presente en diversos números de las revistas
(convencionales, formato papel) Aldaba, Trasparencias, Puerta de Purchena,
Alaire Bienestar Ciencias Artes.
Ponente habitual en recitales,
tertulias y encuentros poéticos: Alonso de Molina, escribe desde una experiencia profunda y práctica de
la vida, sus escritos respiran corporalidad y conciencia desde un complejo y
permanente conflicto personal... ironía, voracidad, desazón... como una
espiral, se van transformando en analogías, símbolos que conforman una sincera
interiorización y una actitud inconformista-.
Para recitales, lecturas festivales, encuentros,
talleres…
69
PUNTO G
|
64
|
Acerca
del autor
|
115
|
ACUDEN
LAS AGUAS A DESHOJAR MISTERIOS
|
33
|
Agradecimientos
|
5
|
AMO
TU ESPALDA ACARICIADA
|
89
|
APRENDÍ
SUS SECRETOS
|
40
|
AQUÍ
ESTÁ MI MANO URGENTE
|
68
|
BAJO
LOS PIES DE UN ÁRBOL SOLITARIO
|
75
|
BELLÍSIMA
DEFINICIÓN DEL BESO
|
21
|
BRATISLAVA
EN CINCO TOMAS
|
80
|
BRINDEMOS
CON MARTINI HASTA EN LA LUNA
|
95
|
Cantos piadosos
|
85
|
Capítulo I
|
23
|
Capítulo II
|
37
|
Capítulo III
|
49
|
Capítulo IV
|
61
|
Capítulo V
|
73
|
CON
LAS ALMAS DESNUDAS
|
69
|
CUERPOS
QUE SE BESAN Y TIEMBLAN
|
71
|
DE
NUEVO LOS ESPEJISMOS ARRUINAN MI SUEÑO
|
107
|
Dedicatoria
|
6
|
DEL
NÉCTAR Y LA SANGRE EYACULADA
|
101
|
Después de todo
|
111
|
DONDE
EL ÁRBOL LEVANTA SUS CAMPANAS
|
90
|
EL
CUERPO COMO BRASA
|
17
|
EL
FUEGO DE LA EXISTENCIA
|
16
|
EL
PUNTO LASCIVO DE LA CARNE
|
98
|
ÉL
SE MIRA EN ELLA Y ELLA EN ÉL
|
22
|
EL
UNIVERSOS ALONSIANO
|
20
|
ENCUENTRO
FUGAZ, EFÍMERO COMO UNA TOS
|
63
|
ENCUENTROS,
DESENCUENTROS Y ABANDONOS
|
15
|
ENTRE
EL POLVO Y LOS DÍAS
|
91
|
ES
TU VOZ ESA PUERTA QUE ME INVITA
|
44
|
ESE
CUARTO PODER DE LA LUJURIA
|
51
|
ESTE
DOLOR DE HUESOS SIN TUS HUESOS
|
31
|
Exordio
|
7
|
HOTLINE
DE PECHOS ADMIRABLES
|
46
|
LA
CARNE OSCURA DE MI PECHO
|
99
|
LA
DUEÑA DE AQUEL DICIEMBRE
|
27
|
LA
FÓRMULA SECRETA DE SU PUBIS
|
58
|
LA
INSÓLITA PATRIA QUE TE MECE
|
47
|
LA
LUNA DE TUS OJOS, EL ROSTRO DE MIS LUNAS
|
41
|
LA
LUNA SE DESMAYA EN MI PECHO
|
92
|
LA
PIEL VEGETAL DE LA INOCENCIA
|
87
|
LA
SEDA REGRESA A SUS ORÍGENES.
|
57
|
LA
VOZ DE LOS PLANETAS DEAMBULA EN TUS LABIOS
|
88
|
LOS
OSCUROS PEDAZOS QUE ME FALTAN
|
67
|
LOS
OSCUROS PEDAZOS QUE ME FALTAN
|
103
|
LOVING
CONNECTION
|
77
|
ME
SOBRAN PARAÍSOS
|
84
|
MORDER
UN LABIO
|
25
|
NINGÚN
GURÚ NOS ABRAZÓ LA PIEL
|
102
|
NO
CEDÍA LA ARENA
|
94
|
NO
ES DIFÍCIL AMAR A UNA MUJER QUE RIEGA SUS MACETAS
|
108
|
NO
ESTAMOS SOLOS
|
39
|
NO
SE ALTERA LA ROSA EN MI JARDÍN
|
100
|
NORTE
Y FENG SHUI
|
59
|
PÁJAROS
QUE ALIMENTAN MI GÉNERO
|
93
|
PATRONES
PARA AMAR
|
104
|
Prólogo
|
9
|
Reseñas a la presente edición
|
13
|
SIN
RITUALES
|
79
|
SOMOS
YOGA BUSCANDO SER PERFECTOS
|
83
|
SUS
CANTOS DE SILENCIO
|
55
|
SUS
PIES EN MI CORAZÓN HELADO
|
53
|
TAL
QUE ULISES ELIJO NADIE
|
113
|
TODAS
LAS VENTANAS PRONUNCIAN TU NOMBRE
|
29
|
TU
BOCA SIGUEN PARECIÉNDOME RECIÉN CORTADA Y FRESCA
|
97
|
UN
MUNDO DE PALABRAS
|
19
|
UN
POEMA UN SUEÑO
|
18
|
VENUS
DEMOLIENDO RELÁMPAGOS
|
26
|
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en estos sitios donde puedes ver algunos de mis trabajos.
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Gracias por tu lectura y comentario. Recuerda: La ficción que escribes es tan solo la mitad de la verdad.
Tuyo en la poesía,
Alonso de Molina