sábado, marzo 18, 2017

Reseña. Son Aymara. Poemario de Alfonso Berlanga



¡Obrajes, Calacoto, Cota Cota! / ¡Miraflores, Irpavi, Archumani!
Son Aymara. Poemario de Alfonso Berlanga

Pues sí, ya sé que las 16:10 no son horas de desayunar, pero la culpa de mi insomnio la tiene Alfonso Berlanga. Anoche no pude conciliar el sueño hasta pasadas las 04:00, tenía en mis manos su libro SON AYMARA que desde el miércoles, en la presentación del mismo, ya me estaba haciendo guiños. Así que me he levantado sonámbulo, tal vez por eso lo primero que he hecho esta mañana -este mediodía para ser exacto-  ha sido aviar a los gatos, concretamente gatas, les he lavado el cuenco de cristal del agua y el otro cuenco de acero para el alimento dietético para gatos  de la marca que recomienda el veterinario, un jamón pata negra saldría más barato, pero son mis gatas, me acompañan cuando escribo o leo y son las últimas en retirarse cuando me afano tocando la guitarra.

Había pasado la ventolera tarde de ayer con picor de ojos, el levante insiste con la persistencia de un inmigrante en la valla fronteriza de Beni Hassan, Melilla. Preparo té verde, prendo un sándalo, la calma va entrándome poco a poco, me estiro tomando asiento en el chaise longue, impaciente, como mis dos gatas que miran al techo con los ojos muy abiertos,  el libro de Berlanga, en sus páginas finales, persiste insinuándoseme con insolencia cartesiana, estiro un brazo para prender el portátil, con picor de ojos y todavía soñoliento a estas horas en que la primavera se acerca al galope y el viento de levante sopla tenaz a velocidades que harían saltar los radares de tráfico.

Son Aymara

El epicentro del poemario es precisamente el poema Tiahuanaku donde al final de cada estrofa, como una ardua letanía, repite “son aymará, son aymará”, título del libro.

Tiahuanaku descansa dormido en la distancia, / sus huidizos lebreles deambulan desolados, /  los lares insepultos corean sus enigmas / los hijos y mujeres recuentan las estrellas. / Una paz indolente se mueve en los caminos, / el pasado rezuma de astros relucientes, / de destinos perdidos y fuegos recobrados / que en la noche destila la sangre derramada / y la sombra de un tiempo callado para siempre. / Son aymará, son aymará.

 Tiahuanaku es una antigua ciudad arqueológica ubicada en La Paz, Bolivia, muy cerca del lago Titicaca al que también Alfonso Berlanga dedica un poema:

Azul profundo te muestras a mis ojos / mágico mar herrado en tus alturas… Eres grandioso, omnipresente, vivo,… el tiempo que me das, tu tiempo herido.


A través del libro de poemas Son aymara, de Alfonso Berlanga, he paseado las calles de Bolivia, hablado con sus gentes, me he sentado a la mesa con las familias, he compartido los recelos, preocupaciones, miedos e inquietudes del pueblo bolivariano, sus fiestas y folclore, sus gestas del día a día, he viajado en bus:

¡Obrajes, Calacoto, Cota Cota! / ¡Miraflores, Irpavi, Archumani! / voceros en minibús, medio cuerpo en cabestrillo, / pregonan su mercancía a los viandantes, / infernal ruido, gasolinazo en el aire / festejo multiforme de carreras encendidas / y gentes que se apiñan en butacas de trapo.

Este poema, me recordó algunos periplos en Quito, Ecuador, donde en cada parada de transporte público, popularmente  “el trole” suben y bajan vocingleros y mercachifles a ofrecerte un desmedido arsenal de productos insólitos.


La estructura del poemario son versos dilatados, de métrica generosa con base heptasilábica y sus cercanos endecasílabos y alejandrinos, formato en que discurre una gran parte del poemario. En el segundo capítulo del libro, dedicado a la familia, Berlanga exhibe su maestría con los versos alejandrinos a través del único soneto de todo el poemario. “El primogénito”: Rutilante y altivo, aymará pretensioso, / astuto, caprichoso, enigmático, simple, / profundo en su mirada, en sus ojos de almizcle, / autoritario siempre, callado y perezoso.

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En definitiva un libro para conocer e incluso comprender la idiosincrasia de todo un pueblo a través de la  mirada poética de un experimentado poeta poeta que nos muestra con maestría los lugares, las tradiciones y costumbres peculiares enraizadas en el canto, la música,  la danza; el día a día, el arraigo familiar,  la gastronomía, la forma de vestir,  el modo de hablar y comportarse del pueblo de Bolivia.


Mientras escribo estas letras,  escucho de fondo a Sabina, él dice que lo niega todo, y lo afirma con talento y solera, yo mismo, como Sabina, también lo niego todo porque aún no estoy convencido de nada!

Vuestro en la poesía


Alonso de Molina

miércoles, febrero 08, 2017

Lo bello y lo triste. Yasunari Kawabata



Lo bello y lo triste.
Yasunari Kawabata 



Antes de llegar a los treinta años, Otoko comenzó a usar siempre quimono, de modo que su esbeltez ya no resultaba tan evidente como cuando usaba faldas o pantalones.

Con todo, era innegable que adelgazaba mucho todos los veranos. Ahora, aquel fenómeno la hacía pensar en su madre muerta.

Verano a verano, la debilidad y la pérdida de peso de Otoko se iban  haciendo más notables.

– ¿A qué tónico se puede recurrir para evitar esto? –Preguntó a su  Madre en una oportunidad–. En los periódicos aparecen avisos de  muchas medicinas... ¿has probado alguna?

–Supongo que algo ayudarán –respondió la mujer con vaguedad y  luego de una pausa prosiguió con tono diferente–: Otoko, la mejor  medicina para una mujer es el matrimonio.

Otoko permaneció en silencio.

– ¡El hombre es la medicina que da vida a la mujer! Todas las mujeres  tienen que consumirla.


– ¿Aun cuando se trate de un veneno?

–Aun así. Tú ya probaste el veneno y aún no lo admites, ¿no? Pero yo  sé que puedes encontrar un buen antídoto. A veces se necesita un  veneno para contrarrestar otro veneno. Quizás el remedio sea amargo, pero tienes que cerrar los ojos y tragarlo. Es posible que experimentes  náuseas y creas que no te va a pasar por la garganta.


 Fragmento
 Lo bello y lo triste
Yasunari Kawabata
 Premio Nobel de Literatura 1968





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