Era un zigzagueo de piedras entre el sonido manso del agua
y el sereno perfil del inicial creciente de la luna.
Prestos a ser origen atravesamos rápidos
un bosque nebuloso, hermético y confuso,
de persistentes muecas y silencios abiertos.
El alba consentía en adaptar sus formas
para escoltarnos paso a paso sobre la roca y sus misterios.
(Si el albor prorrogara el tiempo de esta efímera luz se hundiría mi rostro en cuadrantes y mapas apremiando en atajos los perfiles de agosto. Estalla la ventisca sobre el aire y el sol, el ocaso se aleja de nuestros pies cansados descifrando la danza que persigue la niebla ¿Cómo dejar de sonreír ante la luz descalza surgida del glaciar?).
Quiero correr, llegar
a las puertas del viento que circundan tus piedras,
rebasar el mercurio, el argento metal de las inertes cumbres.
Pero pesan mis pies
entre las aguas nómadas que bajan impacientes
acariciándose en los huecos de surco en surco,
puliendo las heridas del severo perfil de tus pinturas.
Sé de mi sangre y pulso, esa marea viva
que pretende volverse al punto de partida
yendo del vértigo a la calma, a la tempestad
de ese influjo interior que nace de los sueños,
cansada luz sin lengua y sin oídos afrontando el vacío,
creciendo en los abismos de la raíz exacta de los miedos.
(La carnívora historia, tan ausente en mi boca, mostrará impasible su más frío color sobre las desaguadas cumbres; y en sus bases las vetas del desierto, apuntando a las nubes, cantarán su victoria).
Sin sopor ni recelos se dividen los astros
y el vértigo se mueve como inquieto presagio
entre la nieve, el aire, el agua,
la roca y la ventisca.
Siendo llamados a la piedra que respira,
nuestros ojos y oídos son un norte de luz
que nos regresará al vértigo
como una indefinida danza imprecisa e inquieta.
Con todo el hambre junto,
te das cuenta que estás solo.
Sin espejos, sin lluvia, sin promesas,
no existirá el mismo río ni el mismo barro
ni la misma piedra.
(Me recuerdo abstraído en tu pecho vislumbrando tus cauces y macizos y yo, que solo soy un rostro más que tiembla, voy clavando los pies con un dolor inmenso latiendo por las venas, la soledad y los deshielos).
Horizontal al limbo, te aguarda efervescente la lenta evolución de los instantes,
la asimetría de las formas, la hoja siempre en blanco
y el nombre de un profeta que trenza un puente entre la tierra y el cielo.