Ya es habitual. Cada vez con más anticipación, desde el mes de noviembre, nos atiborran las calles y escaparates de luces y motivos navideños, nos vienen preparando para asumir la navidad; el espíritu navideño es bueno para el consumo, es bueno para el comercio, los horarios comerciales se prolongan, permanecen abiertos incluso los domingos y festivos y no se respetan ni el descanso ni el precepto evangélico “fiesta de guardar”, así pues, la celebrada remembranza por el nacimiento de Cristo, origen y naturaleza de esta festividad, queda relegada en claro favor al despilfarro. Son un hecho aceptado y habitual las aglomeraciones en los centros comerciales durante estas fiestas. Nos reinventan la ilusión entre otras cosas a base de sorteos extraordinarios de lotería con recaudaciones y premios millonarios. Por otro lado no deja de ser llamativo que una festividad en conmemoración del nacimiento del Hijo de Dios, rivalice con otras personajes como Santa Claus –Papá Noel- que incluso superan en protagonismo al festejado, en cualquier caso, todos juntos, tambien con los Magos de Oriente, se apuntan al carro de ofrecer ilusión a cualquier precio; y como no, todos pueden hacer su agosto en navidad, vacaciones en el Caribe, cruceros fin de año,… En verdad no deja de ser paradójico que se celebre a manos llenas algo en lo que cada vez se cree menos.
En definitiva, lo que quiero decir es que la Navidad me levanta sentimientos contrapuestos, cada vez más incompatibles y contradictorios. El espíritu de la navidad, el espíritu de la existencia humana por sí misma, nos debiera proyectar hacia los demás en base al respeto, comprensión, tolerancia, generosidad, y tantas otras buenas cualidades inherentes al ser humano, y por el contrario en estas fechas todo se frivoliza, solo interesan los regalos, las fiestas, los banquetes, las vacaciones…. Tal vez debiéramos cuestionarnos si es este el verdadero espíritu de la navidad o si es esta la navidad que en cualquier caso queremos en la que se celebra con ostentación y derroche la venida de un dios que por su propia voluntad se hizo carne, desnudo humano, nacido en la humildad de un simple establo. En cambio, en su Nombre el sistema nos manipula y hace de la Navidad un pretexto más para el derroche mientras mira hacia otro lado sin ofrecer soluciones a la pobreza, al hambre, al desarraigo, al subdesarrollo, a tanta carencia como existen en tantísimos lugares del mundo y también muy cerca de nuestro entorno, en los cinturones de pobreza y marginalidad que rodean la mayoría de las ciudades industrializadas.
Para transformar el mundo, que sería el objeto último de la venida de Dios, de Cristo, bastaría la práctica diaria de la generosidad con el sentimiento predispuesto a transformar la frivolizada realidad que envuelve nuestros días.
La navidad, diferencialmente respecto a otras épocas del año, nos convierte en amables y educados, en estas fechas sacamos a relucir nuestra más abierta hipocresía.
Otra Navidad es posible
Feliz Navidad y venturoso Año Nuevo 2010
Alonso de Molina
Diciembre 2009
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