jueves, marzo 28, 2024

A Miguel Hernández en el 82 aniversario de su muerte

Hoy recordamos al poeta y dramaturgo Miguel Hernández, una de las principales voces de la poesía española del pasado siglo. A pesar de su corta vida, dejó un legado poético que sigue resonando en el corazón de los lectores. Miguel Hernández, a pesar de las dificultades y la tragedia que marcó su vida, nos regaló una poesía intensa y llena de pasión. Su poesía sigue iluminando el camino y nos muestra la belleza, la verdad y la esperanza en el ser humano.


Especial Miguel Hernández 

en el 82 aniversario de su muerte


 Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!

 Pablo Neruda

 

 

Hoy 28 de marzo, se cumple el 82 aniversario de la muerte del poeta Miguel Hernández en la cárcel franquista de Alicante.

 

Miguel Hernández Gilabert nació un 30 de octubre de 1910 en Orihuela, en el lecho de una familia humilde en la que la necesidad laboral apenas dejaba tiempo para la educación. Pero eso no impidió a Miguel desarrollar un exquisito gusto por la poesía clásica española. 

Un fatídico día 28 de marzo, Miguel Hernández fallecería, se le dejó morir sin miramientos, sin más atenciones que su propia suerte, a la edad de treinta y dos años en Alicante. Corría el año 1942, y España se quedaba sin uno de los mejores dramaturgos de su historia. 

Desde jovencito, Miguel mostró no sólo una insaciable pasión por la poesía clásica, sino también una sensibilidad especial para ser él mismo quien la compusiera. Pronto empieza a formar parte de la tertulia literaria de Orihuela, donde conoce a Ramón Sijé, de quien se haría gran amigo. 

A partir de 1930, a la edad de veinte años, empieza a publicar poemas cortos en revistas como El pueblo de Orihuela o El Día de Alicante. Animado por cierto reconocimiento provinciano, viaja a Madrid lleno de ilusiones el 31 de diciembre. Pero en Madrid supo Miguel Hernández lo que es pasar hambre, recorría las calles de la capital de España con una carpeta bajo el brazo en busca de un editor que le diera una oportunidad; al no poder conseguir un empleo  regresa a Orihuela el 16 de mayo de 1932; no obstante esa primera tentativa en la capital de España le vale a Miguel para conocer a poetas de la Generación del 27 y tomar experiencia para su primer libro que publica en 1933: “Perito en lunas”. Ese mismo año regresa nuevamente a Madrid con nuevos bríos y traba amistad con Vicente Aleixandre  que a su vez le ayuda a introducirise en el mundo literario, y tiene la oportunidad de conocer a Pablo Neruda quien de alguna manera encauza su ideología política hacia el comunismo.

Establecido en Madrid, con continuas colaboraciones en distintas revistas, Miguel Hernández encuentra tiempo para escribir varias obras, entre las que destacan El silbo vulnerable, Imagen de tu huella y El rayo que no cesa. 

Conmueve saber que García Lorca no solo no sintiera simpatía por el poco refinado poeta de Orihuela, sino que tampoco sentía simpatía por la obra de Hernández.  No obstante encontró mejor acogida en el pintor Benjamín Palencia y de manera especial en la pintora surrealista Maruja Mallo (de quien se dice que fue amante) y en María Zambrano, filósofa y ensayista española. Etiquetaron a Hernández como un poeta cabrero, autodidacta y pobre, pero ni era autodidacta ni venía de familia pobre, aunque sí austera, estos extremos los aclara el escritor José Luis Ferris, autor de “Miguel Hernández: pasiones, cárcel y muerte de un poeta” en una nueva edición ampliada de la biografía que escribiera hace 12 años, desmitifica algunos tópicos sobre la figura de Miguel Hernández y su relación, por la que rompió su relación de noviazgo con Josefina Manresa,  que finalmente fue esposa y madre de sus dos hijos. “Al conocer a Mallo, -sostiene José Luis Ferris- Hernández se encuentra con la reivindicación de aquello de lo que él quería desprenderse: lo rural. El universo de Mallo en su muralismo, aquellas espigas y aquel mundo marítimo, es el mismo universo de Hernández y es que un cuadro de Maruja Mallo es un soneto de Hernández”. Mallo es considerada como artista de la generación del 27 y una artista de la denominada vanguardia interior española.

Cuando estalla la Guerra Civil, Miguel decide tomar parte activa de la misma, lo que le obliga a abandonar el país cuando ésta termina. Por desgracia es descubierto en la frontera con Portugal, donde es detenido y sentenciado a pena de muerte. Y, aunque su condena fue conmutada por una pena de treinta años de prisión, jamás llegó a cumplirla, ya que la tuberculosis acabó con el poeta el 28 de marzo de 1942 en una fría prisión de Alicante.

 

Poemario póstumo

No es uno de los libros más conocidos pero "El hombre acecha" (1938-1939), es un poemario póstumo de Miguel Hernández. se trata de un libro imprescindible para entender la angustia vital del poeta presagiando que  se avecinaba la derrota republicana. Nos habla de la brutalidad de la guerra, del desencanto, del hambre, de los heridos y de los culpables, es un libro donde Miguel demuestra ser un poeta juicioso, vigoroso, sencillo y asequible al lector medio con expresiones rotundas por haber vivido directamente el sufrimiento en los frentes de batalla. 

Hasta 1979 no se conoció por completo “El hombre acecha”, a causa del censurado poema “Los hombres viejos”, poema clave de este libro,   poema de denuncia ante las viejas tradiciones, burlas al poder, y recomendaciones de los que eluden la lucha. 

Está considerado “El hombre acecha” como una segunda parte de "Viento del pueblo" (1937), algunos críticos lo han llamado el reverso o el envés de este poemario al considerar que los dos poemarios forman un “corpus épico” resultado de su experiencia y de una cosmovisión poética común: la de denunciar los abusos y funestas consecuencias de la guerra.

 

Anécdota. El día que fusilaron a Miguel Hernández

A Miguel Hernández algunos le dieron por muerto y fusilado, tres años antes de fallecer en Alicante. Quizá fue un error o un malentendido, pero la cuestión es que algunos intelectuales exiliados a Cuba pensaron que Miguel Hernández había sido fusilado en Madrid el 20 de julio de 1939, cuando en realidad el poeta murió en marzo de 1942 en una cárcel de Alicante. 

La noticia causó una gran conmoción hasta el extremo de que se organizó un homenaje y se editó un libro de poemas póstumos del poeta, sin ser póstumos en realidad. La noticia prematura de su fallecimiento apareció publicada el 6 de agosto 1939 en la revista Carteles. En ese ejemplar, y firmado por Alejo Carpentier, venía una información titulada La muerte de Miguel Hernández, en la que Carpentier escribió que “el gran poeta campesino español, fue fusilado el jueves 20 [de julio] en Madrid por sentencia de un consejo de guerra. Delito: haber sido miliciano en la guerra”. El escritor cubano escribió en aquel artículo que, con las muertes de Hernández y Federico García Lorca, “perdieron las letras españolas a sus primeros poetas jóvenes”.

 

Musicalización de los poemas de Miguel Hernández

Los poemas de Miguel Hernández ha sido cantados y musicalizados por muchísimos músicos, cantaores, cantantes… entre los que podemos mencionar a Jarcha en su álbum Libertad sin ira. El cantaor Enrique Morente que rindió un Homenaje flamenco a Miguel Hernández. Joan Manuel Serrat  que valientemente en 1972 nos sensibilizó a toda una caterva de adolescentes adiestrados por el régimen de la imperante dictadura franquista. Dos años antes, en el 71, y como premonición del golpe de estado del fascista Augusto Pinochet contra el gobierno electo del  socialista Salvador Allende, el cantautor Víctor Jara musicalizó el poema “El niño yuntero” en su álbum El derecho de vivir en paz. Así  otros muchos cantantes como Adolfo Celdrán, Poncho, el rapero Nach, el cantaor Miguel Poveda o la joven cantante Silvia Pérez Cruz con una versión emocionante de la elegía a Ramón Sijé.

 

También el cantautor jienense Paco Damas, con la colaboración en el prólogo del malogrado Juan Gelman,  y las voces de la cantante española Pastora Soler y el mismísimo Luis Eduardo Aute, reedita en este año 2017 su disco "Tristes Guerras" (2009) con motivo del 75 aniversario de la muerte del poeta de Orihuela. El título del disco resume el espíritu de la obra de Miguel Hernández en palabras del cantante: "Tristes Guerras… Tristes, tristes guerras las que nos acosan día a día. Las guerras, esas guerras globales y personales que nos invaden y nos arrollan hacia una encrucijada de tristeza vital. La obra de Miguel Hernández está llena de luz, de ternura, de amor… Una invitación, 75 años después de su muerte al diálogo, a la palabra, a la no violencia, a la conciliación entre seres humanos".

 

No cesó tu rayo ni tu aliento

 

Nos das con tu palabra sin barreras
una canción, tan última o primera
que siendo sangre, verso y canto fuera
conciencia de la patria que abanderas.
 

Nacida para el luto fue la estampa
de coplas y palabras con tu anhelo;
perito en lunas de tan corto vuelo
que caídas tus alas en la trampa,
 

sin cordura ni juicio en sus inquinas,
te infringieron oprobios sin piedad;
para el pueblo, Miguel, que fuiste viento
 

al que el hombre acechó con sus espinas
no pudieron robar tu libertad
pues no cesó tu rayo ni tu aliento.

 

A Miguel Hernández (30-10-1910/28-03-1942) en el centenario de su nacimiento.
© Alonso De Molina 2010

 

Selección de poemas de Miguel Hernández

Vientos del pueblo 

Vientos del pueblo me llevan,
 vientos del pueblo me arrastran,
 me esparcen el corazón
 y me aventan la garganta.
 Los bueyes doblan la frente,
 impotentemente mansa,
 delante de los castigos:
 los leones la levantan
 y al mismo tiempo castigan
 con su clamorosa zarpa.
 No soy de un pueblo de bueyes,
 que soy de un pueblo que embargan
 yacimientos de leones,
 desfiladeros de águilas
 y cordilleras de toros
 con el orgullo en el asta.
 Nunca medraron los bueyes
 en los páramos de España.
 ¿Quién habló de echar un yugo
 sobre el cuello de esta raza?
 ¿Quién ha puesto al huracán
 jamás ni yugos ni trabas,
 ni quién al rayo detuvo
 prisionero en una jaula?
 Asturianos de braveza,
 vascos de piedra blindada,
 valencianos de alegría
 y castellanos de alma,
 labrados como la tierra
 y airosos como las alas;
 andaluces de relámpagos,
 nacidos entre guitarras
 y forjados en los yunques
 torrenciales de las lágrimas;
 extremeños de centeno,
 gallegos de lluvia y calma,
 catalanes de firmeza,
 aragoneses de casta,
 murcianos de dinamita
 frutalmente propagada,
 leoneses, navarros, dueños
 del hambre, el sudor y el hacha,
 reyes de la minería,
 señores de la labranza,
 hombres que entre las raíces,
 como raíces gallardas,
 vais de la vida a la muerte,
 vais de la nada a la nada:
 yugos os quieren poner
 gentes de la hierba mala,
 yugos que habéis de dejar
 rotos sobre sus espaldas.
 Crepúsculo de los bueyes
 está despuntando el alba.
 Los bueyes mueren vestidos
 de humildad y olor de cuadra:
 las águilas, los leones
 y los toros de arrogancia,
 y detrás de ellos, el cielo
 ni se enturbia ni se acaba.
 La agonía de los bueyes
 tiene pequeña la cara,
 la del animal varón
 toda la creación agranda.
 Si me muero, que me muera
 con la cabeza muy alta.
 Muerto y veinte veces muerto,
 la boca contra la grama,
 tendré apretados los dientes
 y decidida la barba.
 Cantando espero a la muerte,
 que hay ruiseñores que cantan
 encima de los fusiles
 y en medio de las batallas.

 

 

 

El niño yuntero 

Carne de yugo, ha nacido

 más humillado que bello,

 con el cuello perseguido

 por el yugo para el cuello.

 Nace, como la herramienta,

 a los golpes destinado,

 de una tierra descontenta

 y un insatisfecho arado.

 Entre estiércol puro y vivo

 de vacas, trae a la vida

 un alma color de olivo

 vieja ya y encallecida.

 Empieza a vivir, y empieza

 a morir de punta a punta

 levantando la corteza

 de su madre con la yunta.

 Empieza a sentir, y siente

 la vida como una guerra,

 y a dar fatigosamente

 en los huesos de la tierra.

 Contar sus años no sabe,

 y ya sabe que el sudor

 es una corona grave

 de sal para el labrador.

 Trabaja, y mientras trabaja

 masculinamente serio,

 se unge de lluvia y se alhaja

 de carne de cementerio.

 A fuerza de golpes, fuerte,

 y a fuerza de sol, bruñido,

 con una ambición de muerte

 despedaza un pan reñido.

 Cada nuevo día es

 más raíz, menos criatura,

 que escucha bajo sus pies

 la voz de la sepultura.

 Y como raíz se hunde

 en la tierra lentamente

 para que la tierra inunde

 de paz y panes su frente.

 Me duele este niño hambriento

 como una grandiosa espina,

 y su vivir ceniciento

 revuelve mi alma de encina.

 Lo veo arar los rastrojos,

 y devorar un mendrugo,

 y declarar con los ojos

 que por qué es carne de yugo.

 Me da su arado en el pecho,

 y su vida en la garganta,

 y sufro viendo el barbecho

 tan grande bajo su planta.

 ¿Quién salvará este chiquillo

 menor que un grano de avena?

 ¿De dónde saldrá el martillo

 verdugo de esta cadena?

 Que salga del corazón

 de los hombres jornaleros,

 que antes de ser hombres son

 y han sido niños yunteros.

 

 

La boca 

Boca que arrastra mi boca:
boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.

Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.
Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.
Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
das a la grama sangrante
dos fúlgidos aletazos.
El labio de arriba el cielo
y la tierra el otro labio.

Beso que rueda en la sombra:
beso que viene rodando
desde el primer cementerio
hasta los últimos astros.
Astro que tiene tu boca
enmudecido y cerrado
hasta que un roce celeste
hace que vibren sus párpados.

Beso que va a un porvenir
de muchachas y muchachos,
que no dejarán desiertos
ni las calles ni los campos.

¡Cuánta boca enterrada,
sin boca, desenterramos!

Beso en tu boca por ellos,
brindo en tu boca por tantos
que cayeron sobre el vino
de los amorosos vasos.
Hoy son recuerdos, recuerdos,
besos distantes y amargos.

Hundo en tu boca mi vida,
oigo rumores de espacios,
y el infinito parece
que sobre mí se ha volcado.

He de volverte a besar,
he de volver, hundo, caigo,
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos
como una febril nevada
de besos y enamorados.

Boca que desenterraste
el amanecer más claro
con tu lengua. Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
vida, muerte, amor. Ahí quedan
escritos sobre tus labios.

 

 

Llegó con tres heridas 

Llegó con tres heridas:

la del amor,

la de la muerte,

la de la vida.

Con tres heridas viene:

la de la vida,

la del amor,

la de la muerte.

Con tres heridas yo:

la de la vida,

la de la muerte,

la del amor.








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1 comentario:

  1. Un homenaje precioso, exhaustivo y cargado de admiración.

    Un gustazo leerte. Un abrazo

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Tuyo en la poesía
Alonso de Molina