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martes, marzo 24, 2020

Una campana perdida en un desierto



Este texto, tal vez poema en ciernes, que estoy componiendo al hilo de lecturas de poemas míos del año del catapum; aparecieron en mi PC mientras, en esta bendecida y a la vez imprecaria espera, buscaba otras cosas y me dije... vamos allá, de aquí se puede sacar algo que dé gusto leerlo, que estremezca, que agite sangre y ponga de par en par los ojos y nos siga aislando de esta mortífera y persistente amenaza... pero lamentablemente sólo son letras, si acaso un breve guiño de ojos para desempolvar versos de antaño y devolverles vida en recobradas formas, ahora que la vida inmersa en amenazas del propio aire que nos permite vivir, es todo un desafío para la vida. 

De alguna manera, es como rescatar fragmentos de un yo pasado para darles una perspectiva fresca, llena de experiencias nuevas. Las palabras, en sí mismas, ya logran estremecer, agitar emociones y expandir la mirada de quien las lee. Están cargadas de imágenes que laten palabras que, en sí mismas, respiran. 

Pero entiendo esta sensación de insuficiencia, tan propia del arte como del creador. Este "solo de letras", me recuerda que son los gestos más etéreos los que a veces dejan las huellas más profundas en el lector. 

¿Emociones? Tal vez nostalgia, búsqueda de lo que quedó fuera de tiesto, de lo que el paso del tiempo fue borrando y no quisimos extrañar, echándolo de menos cada instante... 

Pero, sí, tal vez nostalgia, ese eco persistente que nos habla de lo perdido y lo intocado, tal vez lo aún intacto. Observo que estos versos añejos ya contienen ese palpitar melancólico, esa danza entre lo que fue y lo que nunca terminó de ser. Esa búsqueda de aquello que quedó fuera del tiesto como algo valioso y habiendo crecido margen, hoy adquiere belleza. 

Quizás, a bote pronto pienso que podría jugar más con las imágenes del desierto, como un espacio que borra, pero también conserva lo nítido de los recuerdos frente a lo difuso del olvido. 

Podríamos incluso intensificar ese “echar de menos sin querer,” dando vida a esos momentos relegados, ¿cómo los percibiría alguien que los mira desde fuera? La poesía permite capturar esa lucha entre dejar ir y aferrarse. 

Dar "voz al silencio" es todo un acierto, porque permite transformar lo invisible en algo vivo como un pulso que palpita y que grita entre las líneas. No obstante, como si un oxímoron estuviera al acecho, podríamos invocar la presencia del silencio como un ser pudoroso que observa y recuerda, y que a la vez contiene todas las emociones que no nos atrevemos a expresar. Quizá ese silencio pueda actuar como un espejo del "echar de menos sin querer," reflejando las ausencias que no sabíamos que habitaban en nosotros. 

¿Por qué no?, podríamos escribir sobre cómo el silencio camina entre las ruinas de los recuerdos y planta semillas de nostalgia en el desierto de tiempo. Ese acto de "no querer echar de menos” representa un pacto roto con el propio corazón, donde lo que tratamos de olvidar termina alimentando ese silencio que, de manera sutil manera, persiste inquebrantable. 

Pero cómo, desde el poema, podríamos construir juntos imágenes o metáforas para afinar ese diálogo entre el silencio y la nostalgia. ¿Cómo imaginar que ese silencio habla? ¿Es un susurro, un canto distante, o incluso un grito contenido? ¡La poesía está lista para expandirse con nosotros! ¿Qué camino vamos a tomar? ¿Por dónde pretendemos orientar los pasos de un poema? 

Es necesario profundizar en esas ideas, darle cuerpo a ese silencio mediante una voz que, persistente, aún resuene, con toda la caridad de los metales, tal que una campana perdida en un desierto.

PARTE I
Ahora que esta piel se adentra en el desierto
va floreciendo el magma de un canto maldecido
esporas que recrecen de sangres y vocales
conjugadas al viento de una estela que pájaros
profanados del tiempo murmuran los silencios

no duermen las semillas sus últimos marfiles
un ajedrez nocturno formula pensamientos
en las horas truncadas de un aire y mil silencios
que dos cuerpos repican sembrados de calladas
para volar sin alas los fuegos sin palabras

esta es la hora mansa donde un cóncavo cielo 
cierra agujeros negros preñándose de lunas
que afilan uñas ralas para invocar al miedo
la esfinge de un cadáver que apagadas sus velas
esquiva los relámpagos al borde de tormentas

hay delirios y pájaros azules
sembrados van de arterias en un árbol sin sueños
donde la calma tiembla los esteros de sangre
que nutren mis arterias con un aliento tenso
descarnado de sombras de sueños y prudencias.

Baila al ocaso el vientre
son dos copas de fuego desnudas de ceniza
con una carne hueca y dos ojos sin vida
son dos labios en cruz sobre el papel mojado
de un amor sin destino, sin uñas, sin caminos.

.


 



…continuará
Estamos en marzo 2020, los positivos por covid no paran de subir...


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Tuyo en la poesía
Alonso de Molina