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miércoles, octubre 29, 2025

Dejé que se marchara cuando ella se fue


Mis amantes me esperan una a una o todas a la vez. De tantas cosas incalculables que habíamos planeado apenas quedó algo de ingenuidad y apenas nada de ternura; escasamente algún ruido a deshoras, algún precipitado alivio. 
Hemos viajado trenes y ocurrencias, un mix de sueños de lunes a domingo y un tránsito de polvo y caminos donde fuimos forjándonos diferentes, opuestos y contrarios hasta hacernos un ramo de flores imposibles. 
Te advertí que no es prudente mezclar los inocentes picos de paloma con la espina sangrante de la rosa, que hay mezclas de cerveza con perfume donde por todo azul, el tiempo se detiene en el oscuro aroma de esta despedida. 
La sonrisa de escarcha no queda bien en el trono de tu boca, ni los gestos quebrados pueden ir de octubre hasta septiembre mostrándole a la vida la virtud de los años. En cambio, mis labios son borrados hoy sin miedo. 
Aprendí, del espacio desnudo de una habitación sin ti, que la soledad es un premio, una obsesión escrita en los restos de otro poema soltado a bocajarro con toda la crueldad de la indolencia. 
Aún no sé qué puedo hacer con mis amantes, con tantísimo tiempo extraviado, con mis nubes repletas de renuncias y cientos de minutos colgados de la nada. 
Opto por un relámpago, por la impávida estrella de la huida; ahora que soy tan sólo un náufrago, podría moldear los besos con la arcilla robada a todas mis amantes somnolientas. 
Hoy, con dos tercios del camino hecho, es la hora invisible en que huyen los párpados de la reunión de abrazos, incluso las flores saben cuándo la primavera acaba. 
Mis amantes me esperan, una a una o todas a la vez, hay que dejar la mesa puesta y la habitación decente, sin huellas, sin amarres, sin memoria.


De libro: Relatos sin ton ni son

Alonso de Molina


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Tuyo en la poesía,
Alonso de Molina