jueves, junio 02, 2022

Los símbolos desnudos




 
 
Quién sabe lo que la piedra aguanta
quién sabe lo profundo de una sombra
quién sabe los minutos que dos párpados
pueden permanecer abiertos.

Quién sabe dónde nace un temblor.

Así pasamos noches días enteros
con los dedos hundidos en los ojos
y la respiración amordazada
al filo de un espejo
buscando en su destellos
un camino en medio de la sombra.

No hay pausa ni piedad
el tiempo vuela sobre
la cornisa que andamos.



 
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Los símbolos desnudos (2017)
 
 
Texto: alonso de Molina
Imagen:  Thomas Mühl
 

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martes, mayo 10, 2022

La perversa lujuria que disfraza el silencio


Algún día debería tocarme a mí esta suerte de encuentros. Ninguna mujer me había invitado jamás, y tú dejaste caer la botella sobre la mesa sin saludar ni decir palabra alguna.

Observé perezoso el pequeño trasluz que formaba el vacío entre tus piernas, en la parte más alta y cercana a las ingles. Te dije –toma asiento, por favor. Y por contra acercaste la hebilla de tus jeans al borde mi pecho. Yo moví la cabeza, como si sacudiera una mosca y aspirando con fuerza, sin apenas ponerme en pie, tomé tus hombros y te ayudé a sentarte. Tu pelo, entonces, ladeó al elevar la barbilla en un gesto contrariado. Alcancé la botella con mi mano y, atropellada, la otra alcanzó las dos copas para bebernos el tiempo entre un cruzar y otro de piernas y miradas.

Después todo fue rápido. Tú empezaste a calmar tus institutos, yo evocaba a las musas para urdir un pretexto y marchame.

Pero he nacido hombre y, aunque tiemblo, también yacen en mí arquetipos que sueñan lo prohibido. Tú seguías mirando insidiosa las agujas de un reloj atolondrado que quería y no quería proseguir su camino y marcharse al destierro de los tiempos. Yo asentía entre sorbos, como un adán hipócrita que tiene a flor de labios un hombruno piropo que pujaba por vaciar a la chica mala que te hacías y reventar gallardo en tus entrañas.

Son templos lo que mi alma busca en ti. Tus atropellos, tus dudas, tus confusiones, tus inciertas maneras de besar a tiempo y a destiempo… con toda la ambigüedad que mi cerril torpeza presupone en ti Reconozco las hebras de tu pelo, tu sincrónica danza de apareamiento, tus menudos suspiros… pero tu pulso, tus latidos, tus juegos seductores… acrecientan los besos que programan las horas y encienden la perversa lujuria que disfraza el silencio.
Con encomiable prólogo de la escritora venezolana María Luisa Lazzaro; así como entrañables reseñas de grandísimos poetas y escritores:
Andrea Zurlo
Escritor. Cineasta. Florencia. Italia
Laura Gómez Recas
Periodista. Madrid. España
Julio González Alonso
Escritor, Lector, Educador. León. España.
Carmen Baeza Lores
Poeta. Almería. Almería. España
Francisca Sánchez Sevilla
Profesora. Poeta. Berja. España.

Mayra R. Encarnación

Profesora. Poeta. Carolina. Puerto Rico 
Cristina Guerra
Poeta. Activista Cultural. Atahualpa. Ecuador.
Lizzette Rodríguez
Poeta. Artista Visual. Ciudad de México. México.
 
La dueña de aquel diciembre
Tapa blanda: ‎ 120 páginas
ISBN-13: ‎ 979-8608843778
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miércoles, mayo 04, 2022

La lluvia en Almería es algo que hay que festejar



La lluvia en Almería es algo que hay que festejar. Y si tú no estás por la labor o no te acuerdas para eso está el karma o más concretamente el quinto YAMA, APARIGRAHA, que te invita a la renuncia, a la no posesión, al desapego de las cosas materiales que irremisiblemente se ocupa de estas cuestiones.

Ocurre que anoche olvidé dejar los garbanzos del almuerzo de hoy en remojo, y está mañana llueve en Almería, y si en Almería llueve hay que festejarlo porque la ocasión lo merece de manera especial en una tierra tradicionalmente seca como es esta. Y, en consecuencia, en nuestras propias raíces aflora en sentimiento de humedecer la tierra y el polvo de todos los caminos y dejar desvanecer nuestros huesos ante la visión de la lluvia como un arquetipo que te muestra la estrella de la fortuna en forma de agua.

La lluvia no te moja. Tú la acompañas con la mirada en el devenir del día. Te arropas en el aire y ves flotar angustias, ropajes, acomodos... Todo lo que no necesitas se desprenden del núcleo de tus huesos y te sobredimensionas como el sonido galopante de una campana que se esculpe en el paisaje de tus ojos y silencian tus huesos todos los futuros grises que si acaso alguna vez asomaron.

Entonces mojas el pan duro sobrado de otros días, en la lluvia que hoy el cielo te regala, buscas en YouTube una receta sencilla, al alcance de tu pericia en la cocina y te asomas, como un alfarero fisgón, al oficio de convertir el pan en alimento de lluvia como una recurrente ceremonia que se repite con el agua.

 

https://www.alonsodemolina.com/La lluvia en Almería es algo que hay que festejar


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viernes, abril 29, 2022

INSTRUCCIONES PARA REIR EN ÉPOCA DE CRISIS



No hay función más sana que reír, reír y ser, que sin ser no es posible la risa, ni es posible madrugar ni sacar la lengua ni apretar las manos ni abrazar con fuerza. Me río sentado y me río en horizontal, y me río de pie  para frenar mi indiferencia, me río de cualquier guisa mientras escribo estas letras con todas las instrucciones necesarias para reír, reír con pausa, reír con vehemencia, reír con afán, reír solo, reír en compañía, reír entre tambores o con trinos de jilguero, pero reír riendo, reír porque sí, pero sobre todo reír por filosofía para inocular el virus de la risa al mundo como antídoto a la crisis y a la mala uva.


Texto completo



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sábado, abril 23, 2022

Historias de cualquier otoño -8- (Bodas de sangre)



Ante el pecado y la deshonra la cruz se rinde.

…¡Ay, cómo bajaban!
La sangre corría
más fuerte
que el agua.

…Duérmete, clavel,
que el caballo no
quiere beber
.

F.G.L. (Bodas de Sangre)


-*Hazme feliz,
me dijo: -Vente conmigo

Nerviosas las campanas pregonaban los ritos
de la patria volcánica; hipnóticos, brillantes,
en los kilómetros de páramos
los quintales de esparto cimbraban la cintura;
era el pan la escasez y el hambre de los días,
la holganza no cabía en el sudor de la premura.

En los cortijos las naciones de jornaleros
guardando sus enseres plegaban la jornada.
Sediento polvo que ávido de lluvia
derramaba su ingenio para subirse al mundo,
todo sol y escasez en el reseco origen.


Desde la antigua sangre se pobló la simiente,
el miserable resplandor de la carencia
prendió descalzas las semillas yertas;
la cegadora luz del sur, el día no hallado,
canta al viento y al hilo de la tragedia, ríe.

El día, arco luminoso del mes de julio,
dejó paso al rencor, a un esbozo de luna
y a un altar que vacío inquiere al infinito;
vencido el sacramento, como un escupitajo,
expresan las liturgias
el desamor, el odio crónico y visceral;

la estirpe calmará la sed
dictándose en
venganza el rojo de la cepa,
en pugna con los ocres sedientos de la tierra.

Ante el pecado y la deshonra la cruz se rinde.

Disparan fuego las espinas
La muerte y el destino, inexorablemente,
a rajatabla, cumplen sus ralas encomiendas

*(En la historia real en que se inspiró Lorca para Bodas de Sangre, Francisca Cañadas a su primo Francisco Montes al que amaba y con el cual escapó horas antes de su concertada boda con Casimiro Pérez)
.

A pocos kilómetros de las antiguas minas de oro de Rodalquilar, en el corazón del Parque Natural de Cabo de Gata, Níjar. Almería. España. En el llamado Cortijo del Fraile, la noche del 22 de julio de 1928, horas antes de celebrarse una boda concertada por intereses entre las familias de ambos novios, la novia huyó con su primo del que estaba enamorada.
La pasión y la envidia. El amor y los celos como tema central de una de las más importantes obras de Federico García Lorca. La implacable memoria que aviva el sentimiento más primitivo, animal, del ser humano. El desafecto, la enraizada animosidad por la venganza y condena. Los prejuicios morales y la miseria como telón de fondo que desembocan en los acontecimientos dramáticos acaecidos en un hecho real, uno más de cuantos suceden en el mundo, si Lorca no se hubiera inspirado en ellos para inmortalizarlos con su obra Bodas de Sangre.
El crimen del Cortijo del Fraile inspiró también la novela Puñal de claveles, escrito en los últimos años de su vida por la periodista y escritora almeriense–vinculada sentimentalmente con Ramón Gómez de la Serna-, Carmen de Burgos* “Colombine”, (Rodalquilar, Almería 1867-1932). Puñal de claveles fue publicada dos años antes del estreno de la obra de Lorca en 1933 y se llega afirmar que pudo haber influenciado a Lorca con esta obra para la suya Bodas de Sangre.
Francisca Cañadas, protagonista real de esta historia, contrariamente a como describe Lorca a la novia en Bodas de Sangre, una heroína y hermosa mujer, fue en realidad una infeliz víctima de la crueldad de las reglas de su tiempo, estigmatizada hasta el final de sus días por la sociedad que jamás le perdonó el quebrantamiento de las impuestas costumbres. Fue enterrada en 1987 en Níjar, bajo una lápida con un nombre que no es el suyo.

http://blogs.ideal.es/crimennijar/posts historia real documentada en la prensa de la época.

**Como poeta pudo influenciar a Federico García Lorca con su obra Puñal de Claveles
http://canales.ideal.es/almerienses/carmen_de_burgos.html
.

Blog de Felipe Sérvulo con un trabajo sobre el mismo tema muy detallado.
http://asimelocontaron.blogspot.com/2006/11/bodas-de-sangre-en-el-cortijo-del_30.html
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©Alonso de Molina

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Federico García Lorca


La novia se encerró en vida a purgar su culpa. El novio plantado volvió a casarse y pretendió olvidar amparado en una vida normal. Tres tiros acabaron con la vida del amante, primo hermano de la novia. Han pasado 70 años y los testigos de la tragedia real que inspiró las Bodas de Sangre de Federico García Lorca siguen guardando silencio. Sin embargo, la historia sigue viva entre los campos de Níjar en Almería.


"Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes" (La Novia, Acto II Bodas de Sangre).

Cuando Francisca Cañada cruzó el umbral de aquella puerta, poco podía imaginar que la boda de la que estaba huyendo escribiría con sangre su historia en las páginas de la literatura española. Y aún menos que, 70 años más tarde, el silencio seguiría cubriendo con su manto oscuro la memoria de aquella tragedia. Estaba muy lejos de saber que la huida que había emprendido la llevaría a protagonizar una de las obras cumbre del teatro español del siglo XX. Las Bodas de Sangre no son sino la recreación de la fuga de Paca Cañada con el hombre que amaba, en vísperas de su boda con otro. El amor y la traición, la tradición y el instinto, el honor y la muerte se conjugaron aquella noche sin luna.

Corría el caluroso verano de 1928. Durante una de sus estancias estivales en su casa de la Huerta de San Vicente, Federico García Lorca descubrió en las páginas de sucesos de El Defensor de Granada la crónica de una tragedia ocurrida dos días atrás en el campo de Níjar (Almería). Poco después, desde la Residencia de Estudiantes, telefoneaba a Margarita Xirgu para comentarle que ya tenía argumento para un nuevo drama. El diario contaba la historia de una mujer de 20 años, Francisca Cañada Morales, que, horas antes de celebrar su boda, se fugó con su primo, Francisco Montes Cañada, diez años mayor que ella, de quien siempre estuvo enamorada. En un cruce de caminos y agazapada detrás de unas palmas, la muerte se abalanzó sobre ellos. Paco Montes recibió tres tiros fatales. Paca Cañada sobrevivió de milagro a las manos de mujer que la intentaron estrangular.

"Las veleidades de una mujer, provocan el desarrollo de una sangrienta tragedia que cuesta la vida a un hombre", titulaba en portada el Diario de Almería dos días después de la noche de autos. Y procedía a explicar los rocambolescos detalles de un crimen que viene a constatar, de nuevo, que la realidad va casi siempre más allá de lo que alcanza la imaginación de los hombres.

En aquella época y según las costumbres nupciales de los campos de Níjar, las bodas se celebraban de madrugada. La de Francisca Cañada con Casimiro Pérez Pino, un joven de la comarca sin más patrimonio que su carácter noble y recto y sus brazos para trabajar, habría de celebrarse a las tres de la mañana en la iglesia de Fernán Pérez, una pedanía cercana al cortijo donde vivía la novia. Tal y como mandaba la tradición, ella vestiría un traje oscuro y corto y los invitados comerían buñuelos, garbanzos tostados y, en el caso que nos ocupa, dos borregos sacrificados para la ocasión.


José Pérez

JOSÉ PÉREZ, hermano del novio plantado, cumplió tres años por la muerte de Paco Montes.


García Lorca dibujó una novia hermosa y heredera de una pingüe fortuna. Pero Paquita Cañada no era ni una cosa ni la otra. Alta, huesuda, desgarbada y coja, tal vez hoy fuera atractiva, pero no respondía a los cánones de belleza de la época. Una paliza propinada por su propio padre la dejó inválida cuando contaba tres años de edad. "Tenía celos de su hermana menor y lloraba mucho. El padre se hartó, le pegó un crujío y la zancó. Guapa no era, tenía los dientes como salidos hacia fuera... pero era una mujer muy primorosa para sus labores", cuenta María Josefa Salinas, de cerca de ochenta años y vecina durante décadas de la familia.

Madre: "Mi hijo es hermoso. No ha conocido mujer. La honra más limpia que una sábana puesta al sol".
Padre: "Qué te digo de la mía. Hace migas a las tres, cuando el lucero. No habla nunca; suave como la lana, borda toda clase de bordados y puede cortar una maroma con los dientes" (Bodas de Sangre, acto I).

Francisco Cañada, el padre de la novia, le dejó en herencia cuanto tenía: 3.500 pesetas, un cortijo y tierras de labor en El Hualix, a unos cinco kilómetros de Níjar. Era la única forma de mostrar a su hija atractiva a los ojos de un futuro pretendiente. Según el romance popular que aún circula por la comarca, fueron Carmen Cañada, hermana mayor de Francisca, y su marido José Pérez Pino, quienes apañaron la boda con Casimiro Pérez Pino. Dos hermanos para dos hermanas. Y así la herencia quedaría en casa:

"Mi cuñada es coja y fea
su padre la tié dotada
te vas a casar con ella
que el dinero no se vaya"

Pero nadie tuvo en cuenta los sentimientos de Francisca Cañada, quien hacía tiempo se bebía los vientos por Paco Montes, su primo hermano, apuesto, guapo y sin novia conocida. "Dicen que ella lo quería, pero que él no le hacía caso. Bromas entre primos, pero nada más. Pero las mujeres somos unos pellejos y aquella noche convenció a mi tío para que se la llevara", relata Rafaela Montes, sobrina de Francisco, quien tenía seis años cuando ocurrió todo. Rafaela sigue ocupando la casa familiar en la cortijada de Los Montes, sabe que un tal García Lorca escribió un libro que ella desconoce y todavía llora al recordar unos hechos que siguen pesando sobre la historia de su familia.

Paca Cañada vivía con varias de sus hermanas en el Cortijo del Fraile, donde su padre, ya viudo, trabajaba como aparcero. La hacienda era una enorme casa de labor. Contaba con varias viviendas menores, ocupadas por labradores, un patio central, numerosos corrales y establos, una pequeña capilla y hasta un osario en el que descansaban los restos de la ascendencia del propietario. El cortijo pertenecía a los Acosta, dueños de buena parte de las tierras que rodean al núcleo urbano de San José, en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar. Hoy el silencio se ha apoderado de sus muros en ruinas tanto como de la memoria de quienes podrían dar fe de los hechos que allí acontecieron.

El escenario en el que Federico García Lorca sitúa sus Bodas es una casa-cueva típicamente granadina, en lo que pudo ser una maniobra intencionada por parte del autor para preservar la identidad de los protagonistas reales. Los personajes describen un hermoso paisaje de viñedos, cerezos y nogales, con un río que cruza el valle. Sin embargo, el levante almeriense de principios de siglo sobrevivía a la miseria merced a una pobre agricultura de subsistencia, al espejismo de su industria minera y a la cultura del esparto. La adaptación a un medio hostil, atacado sin piedad por los vientos y las sequías, había endurecido las costumbres de sus gentes. Colinas peladas y lunares sembradas de guijarros amarillos. Pequeños cultivos de cereal, grandes extensiones de pitacos, rebaños de cabras, alguna palmera... éste era el paisaje que rodeaba el Cortijo del Fraile. Un paisaje que permanece intacto, con su palmera, sus colinas amarillas y peladas y su magnífico aljibe. Sólo la abandonada mina de oro se ha comido a dentelladas la ladera norte del Cerro Cinto.


Carmen Cañada

CARMEN CAÑADA, hermana de la novia, fue condenada por intentar estrangularla.


Entre los invitados a la ceremonia, no podían faltar los principales beneficiarios de aquellas nupcias, Carmen Cañada y José Pérez, quienes se pusieron en camino junto a dos de sus hijos pequeños. El novio, quien, hasta entonces, vivía con ellos en el cortijo El Jabonero, había salido antes para atender los preparativos de la boda. Todos se reunirían en El Fraile para acompañar a la pareja. Pero la hermana mayor ya percibía algo raro en el ambiente. Alguien había visto a la madre de su primo Paco Montes haciendo buñuelos en su propia casa. "Es que esa boda de hoy puede que se celebre aquí", comentó a una vecina. Hay quien piensa que no sólo la boda sino también la fuga había sido apañada de antemano. Las malas lenguas aseguran que el padre de la novia había acordado con su hermana (madre de Paco Montes) la huida de sus hijos. Casimiro, el novio, era honrado pero pobre; Paco Montes -Leonardo en la obra de Lorca- por contra, heredaría las tierras de su padre y, además, haría cualquier cosa que le pidiera su madre. "Eso es mentira. Nadie sabía que se iban a escapar. Se han dicho muchas cosas, pero no son verdad", ataja la sobrina de los Montes y añade: "Antes de ir a la boda, Paco, que en paz descanse, estaba con mi padre, que era su hermano, trillando una palva y le preguntó ¿vienes al Fraile?, porque si tú no vas, yo tampoco voy. Mi padre se llevó a mi hermana, que tenía 15 o 16 años, la subió en la mula, y los tres se fueron a la boda".

Cuando llegaron al cortijo, el novio se había echado a descansar un rato en una de las habitaciones. Entre el bullicio de los invitados, Paca Cañada buscó el momento para hablar a solas a su primo. Tal y como cuenta el romance, en palabras de la novia:

"Pues mi primo no quería,
no sólo a mí, ni a mi nombre.
Lo invitamos a la boda
pudimos hablar.
Le dije hazme feliz
me dijo vente conmigo
le dije llena de gozo
en la calle espérame.
Salí y me monté en su mulo
empezamos a correr".

No llegaron lejos. Al notar la ausencia de la novia, los invitados sospecharon algo. Vieron cómo Paquita, mujer despierta e independiente para la época, se había ido marchitando a medida que se acercaba el casamiento. Una de las hermanas pensó que se había tirado a un pozo. Pero la falta del primo y de su mula despejaron la incógnita.

Cuando Carmen Cañada y José Pérez les fueron a esperar, agazapados trás unas palmas, en aquel cruce de caminos, ya los habían declarado culpables. Había que vengar el honor del novio y el ultraje de la familia. Y estos delitos se pagaban demasiado caros.

A unos ocho kilómetros del Cortijo del Fraile, en el camino de la Serrata hay un muro sin sentido, con una cruz de cal pintada sobre las piedras. En el suelo, unos ripios sueltos parecen señalar algo. Ahí murió Paco Montes. Tres disparos de su propia arma le segaron la vida. En la pelea, Carmen agarró a su hermana por el cuello hasta darla por muerta. José Pérez, hermano del novio plantado, arrebató la escopeta a Paco Montes y le pegó tres tiros. Cuentan las crónicas que, cuando ella despertó, pedía a gritos que también le dieran un tiro de gracia. El muro se ha formado a golpe de plegarias. Los caminantes hacen un alto, rezan y arrojan una piedra al suelo.

Leonardo: (abrazándola)
¡Como quieras
si nos separan, será
porque esté muerto!
Novia: Y yo muerta
(Bodas de Sangre. Acto Tercero)

"Mi padre encontró a su propio hermano muerto en el suelo. Mi hermana, que iba con él, pilló un pasmo en la sangre que la dejó mala para siempre. Después, en mi casa nunca nadie se ha referido más a ese asunto", sentencia Josefa Montes. Y, de nuevo, se sumerge en su silencio de años.

También en el silencio ha vivido Joaquín Pérez Cañada, hijo de los autores del crimen. "Yo tenía unos ocho años, y claro que estaba allí, en el cortijo, pero no sé nada. Mi padre era un hombre muy recto, de los de antes... Hizo lo que hizo y se lo llevaron a la cárcel de Cartagena. Después de unos años volvieron al Fraile y estuvieron viviendo y trabajando allí", cuenta con dificultad este hombre aquejado de problemas respiratorios y, probablemente, herido también por la soledad del Hualix, el paraje donde habita. "La coja ha vivido en ese cortijo de enfrente hasta que se murió, pero yo no me he cruzado nunca con ella. Ni mi madre tampoco. Nunca volvieron a hablarse". Es lo único que puede o que quiere decir. "Los que sabían se han muerto y se han llevado el secreto a la tumba. ¿Quién mató a Paco Montes?... cualquiera sabe... Yo sé muchas cosas más, pero no las voy a contar".

Tras la muerte de Paco Montes detuvieron a Francisca Cañada y a su padre. Pero la novia no delató a su hermana ni a su cuñado. Al principio, declaró que habían sido asaltados por un enmascarado. Poco después, los autores del crimen fueron a entregarse. A José Pérez lo condenaron a siete años de cárcel, de los que cumplió tres. Probablemente fue amnistiado con la República. Carmen Cañada fue encarcelada pero salió pronto.

Casimiro Pérez, el novio, no volvió a ver a Paquita Cañada. Se casó con otra mujer y se fue a trabajar a San José, donde murió en 1990 a los 92 años. Su hija María ratifica, una vez más, la teoría del silencio. "Mi padre no volvió a mencionar ese asunto. Por eso yo tampoco quiero hablar. Si él no lo ha contado, cómo voy yo a faltarle ahora que está muerto... Sólo puedo decirles que hemos vivido una vida tranquila y que las relaciones con mis primos son buenas. Aquello pasó, para qué removerlo más". Francisca Cañada Morales, Paca la Coja, se encerró en vida en el cortijo que su padre le dejó en herencia y se convirtió en leyenda. Los niños de Níjar se acercaban con miedo para verla. Probablemente murió sin saber que su vida había inspirado la obra de un gran poeta.

El 8 de marzo de 1933 se estrenó en Madrid Bodas de Sangre. Dos años antes, la periodista almeriense Carmen de Burgos, Colombine, había publicado Puñal de Claveles, inspirado en los mismos hechos. Colombine presenta un relato con una lectura casi feminista y un final feliz.

Eso es la literatura. La realidad ha sido mucho más feroz: aún hoy en los campos desolados de esta comarca almeriense, una mujer capaz de romper las normas y decidir sobre su propio destino está, por lo general, condenada al destierro, a la desesperación o a la locura. Y casos recientes en Níjar así lo atestiguan.

Pero esta es otra historia.

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FUENTE: https://www.elmundo.es/magazine/num117/textos/lorca4.html

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sábado, marzo 19, 2022

EL HOMBRE OLVIDADO



Yo soy el hombre olvidado. Suelo pasear cada tarde cercano al curso de río Dniéper. Acostumbro a caminar desde la Estatua de Berehynia, en la concurrida Plaza de la Independencia, hasta la Estatua de la Madre Patria, no sin al paso, echar un rato de acomodo saboreando un café bien cargado en un sugerente café-librería cercano al Monasterio de las Cuevas; y no sé por qué razón eludo acercarme a la rivera a contemplar las aguas.

Mi cabeza es un círculo vicioso, un entramado mental que no logra encontrar la salida para escapar de este frío mármol que me enquista. Es cierto, mi memoria a veces me abandona llevo un número grabado en el brazo izquierdo, justo debajo del tryzub tatuado, eso me recuerda quien soy.

Las tardes de primavera como esta que ahora comienza es normal ver el deambular de la gente, los niños corriendo tal como su condición de niño les dicta; los padres sentados leyendo o charlando entre ellos, pero sin quitar un ojo de encima a la chiquillería. Apoyada en uno de los carros de combate expuestos en la extensa explanada que da acceso al Museo de la Gran Guerra Patria, una muchacha, demasiado flaca a mi parecer, jugueteaba aburridamente con su rubia melena, enroscándose y desenroscándose el flequillo alrededor del índice y medio de la mano derecha; muy cerca, animados grupos de gente y en especial un chico bien parecido que se la estaba comiendo con los ojos. En esa controversia, en este emblemático lugar donde se representa y rememora el pasado violento de la raza humana y, en buena fe, se honra la memoria de los miles de víctimas, como husmeando desde alguno de mis muchos abismos, yo me preguntaba si de verdad han valido la pena los años vividos.

La flaca muchacha ahora está acompañada por otra muchacha, algo mayor que ella y no tan flacucha. El chico bonito se me acercó a que le invitara a un cigarrillo. A estas alturas de la tarde no viene mal una charla con algún desconocido. Dando una calada al cigarrillo que había encendido segundos antes de que el chico bonito se me aproximara, sin dejar de mirarle le pregunté: ¿qué tal las chicas, son amigas tuyas? Respondió, al acabar una larga exhalación llena de humo, que no las conocía; vi cómo mirabas a la flacucha, argumenté. Es una forma de empezar a conocerla, dijo, mirarla y hacerle ver que la estoy mirando.

Sonrió y me echó amigablemente el brazo por encima del hombro. Yo me dejé hacer y nos encaminamos a conversar con las chicas que seguían apoyadas en el mismo carro de combate. El chico bonito, exhibiendo su mejor sonrisa y cierta maestría en romper el hielo, sin más preámbulo y mirándolas directamente, espetó a ambas mujeres: vemos que habéis conectado bien con los tanques; ¿y las relaciones humanas? ¿qué tal las lleváis? Ellas rieron nerviosas, y yo mismo, mirándolas a la cara, me aventuré a decir, ¿qué tal si conectamos delante de una buena cerveza? Creo que mis palabras, tal vez el enunciado “cerveza” obró el milagro. Ambas mujeres se apartaron del artefacto bélico y tomándonos a cada uno de un brazo empezamos a caminar en silencio alejándonos de la gran plaza y por ende de la monumental escultura bélica.

Ni siquiera la luna resplandece como tu sonrisa, insinúo, cerveza en mano, sin dejar de mirar fijamente a los ojos de la amiga de la flacucha. Estuve en la guerra, afirma ella manteniéndome la mirada. ¿Qué tal un poco de hachís para desinhibirnos? propone el chico bonito; estupendo, largó dando saltitos la flacucha con manifiesta avidez. Yo también estuve en la guerra, respondo a la amiga de la flacucha, porfiando con indisimulada lujuria y poniendo en su mano mi mechero para que hiciera arder el hachís.

No habíamos aprendido nada en la vida, no sabíamos fórmulas para crear vida, ni respetar las leyes de la naturaleza; menos aun las que ponen orden y paz en el universo. No sabíamos nada y todo nos importaba un comino. En la niñez todo es un cuento feliz donde nos avivan a formarnos, a esforzarnos, a tener proyectos y plantearnos qué hacer para ser útil a nuestra sociedad, pero nadie nos explica qué hacer para ser felices toda la vida.

Cierto, la vida es un teorema difícil de resolver, somos memoria y olvido incapaces de aprender de las experiencias, nadie nos ha preparado para entender ni afrontar la vida con garantías de éxito. Todo lo que ven mis ojos cada tarde en mis paseos, son remembranzas de batallas, de guerras, de supremacías del hombre sobre el hombre; la avidez del hombre por controlar al hombre, por controlar las situaciones y por imponerse a la naturaleza de las cosas no tiene límites; es parte de la sinrazón en que vivimos, de nuestra imperfección. Estamos rodeados de falsedades e hipocresía, cómo entender la guerra, cómo entender la supremacía de unos sobre otros, cómo entender el mal, la falsedad. Para comprender la verdad es necesario interpretar más allá de las palabras que se leen o se oyen.

Abramos nuestra mente, vivamos el momento presente, persistí incapaz de contener mis lujuriosos deseos; le hubiera hecho el amor a la vista de todos a la amiga de la flacucha, cuando todos los ojos se posaron en los míos. En ese instante perdí su rostro, en la vidriera tampoco se reflejaba el mío; un atisbo de desnudez colmó el angosto espacio que compartíamos.

Al salir del bar nos topamos con una patrulla militar en su ronda diaria. Firmes y ceremoniosos van refiriendo nombres y la correspondiente numeración tal como figura en la placa de mármol expuesta en el museo. Yo no puedo contener mi emoción al escuchar el número 11600, a la vez que miro en mi brazo el número tatuado debajo del tryzub*.

Y la guerra, la guerra, que es lo que más se rememora, nos convierte en nadie. Sólo muertos tirados en las calles y un número total en el recuento.

 *Imagen en forma de tridente de color dorado que figura sobre el fondo azul del escudo de Ukrania.

Texto: Alonso de Molina


Comentario. Javier Amable

Monólogo interno en que el protagonista reflexiona sobre su propia existencia y experiencias. Describe su rutina diaria de pasear cerca del río Dniéper y observar a la gente en un lugar conmemorativo de la guerra. A medida que interactúa con un joven y dos mujeres, se adentra en reflexiones sobre la vida, la memoria, la guerra y la búsqueda de la felicidad.

El texto aborda temas como la memoria, la identidad, la guerra y la insatisfacción personal. El personaje se siente olvidado y atrapado en un ciclo mental sin salida. Observa a las personas alrededor suyo, cuestionando la validez de los años vividos y la importancia de las relaciones humanas. Las descripciones de los personajes y las acciones son detalladas, aunque también se encuentran momentos de desinhibición y lujuria.

El relato culmina con la aparición de una patrulla militar y el protagonista identificándose con un número, aludiendo a su participación en la guerra y el sentimiento de deshumanización que esta conlleva.

La narración puede resultar intrigante para algunos lectores debido a varios aspectos del relato. En primer lugar, el protagonista es un personaje enigmático que no revela completamente su identidad ni sus circunstancias. Su estado mental y emocional no están claramente definidos, lo que puede generar curiosidad en los lectores sobre quién es y qué lo ha llevado a ese estado de sentirse olvidado.

Por otro lado, el relato presenta una serie de reflexiones filosóficas y existenciales que pueden plantear preguntas y provocar distintas interpretaciones. Temas como la memoria, la guerra, la búsqueda de la felicidad y la naturaleza humana se entrelazan en el monólogo del personaje, lo que puede generar discusión y suscitar el debate entre los lectores.

La ambigüedad en ciertos pasajes y las acciones inesperadas de los personajes también pueden generar intriga.


LO CONTRARIO DE LA GUERRA (DESTRUCCIÓN) ES POESÍA (CREACIÓN)

#нетвойне #Noalaguerra #Poesía #Paz





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