Mostrando entradas con la etiqueta Monólogos ígneos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Monólogos ígneos. Mostrar todas las entradas

martes, enero 08, 2013

Poema para el día antes de mi cumpleaños Corre mi sangre hacia la noche extraviada


A estas alturas de la vida, mi cuerpo es este incendio que arrastra sus pisadas, un brillar de cenizas en la tregua, una mano tendida para alcanzar el tiempo.

Y me escribo, me escribo hoy una carta o un poema que tanto da,  y me escribo entre tantas máscaras que incluso me atraganto al reconocerme entre los rostros, pero tengo el derecho de llamar la atención de mí mismo y sentir frío o miedo o ser simplemente carne que duda entre romper la piedra o abrillantarla hasta observar en ella mis advertidos gestos.  Y es que debajo de nosotros late la osadía, la osadía y el ansia por conocer a fondo la melodía propia, ese agotado olor de los dietarios que como un pájaro viejo alza su sinfonía y se adentra en la niebla, camino de una hilacha buscada en las alturas.

No se llega a los años con medida, las formas y los cursos no esconden las señales, ni el polvo de la tierra alza su júbilo en el aire, como lo haría un árbol que va abriendo sus ramas mientras crece. Las formas de la tarde desaparecen sin sonidos, y empezamos a contar lunas menguantes y veranos y tardes que se encogen,… Ligeramente alguna música tímida hasta llenar la cabeza de silencio, para ceder las ilusiones y apagar lentamente los ritmos y las campanas. Muchos años naciendo día tras día, llenando los bolsillos de desiertos y dando en cada paso el corazón;  pero no puedo hablar del corazón porque no lo comprendo, no entiendo que la vida sea causa perdida, ni puedo confiar en las banderas que ciegan a su paso tantos sueños.

Y me resisto día tras día y entro desesperado a los años, al paso de las tantas cosas que me quedan pendientes por hacer; siempre tuve las manos muy vacías y el corazón sobrado de arena para elevar castillos. En la vida he sido invisible y mudo,  a veces apasionado y sonoro. Hoy, pintado de azul en mi cintura, inventándome  cada día en los espejos, yo estaré tan enormemente extendido como un crujir de agujas transitando una aldea de árboles. Entonces, tal vez, pueda por fin decir, como en aquellos días en que cientos de ortigas huían de mi boca: -Señor, no tengo nada; tan sólo los distintos rostros que cada día parpadean en mí. -Nada, Señor, no tengo nada. -Duermo sin ti, Señor, como un animal que no encuentra hogar.

Mi vida, como la de todos, es una suma de sucesos. En algún momento, poco después de nacer, conocí el sudor y el aroma profundo del mundo. Más adelante conocí a una mujer que me acercó a la vida, su perfume de incienso y tiempos  infinitos son tesoros que guardo con apego.
 
Hoy, miro mis manos como si no fueran las mías, el gris me sigue pareciendo otoño, mis camisas no saben bailar un tango, y ya ven, me quedan tantas cosas por aprender…. Soy un autodidacta más, o eso creo, nunca en la vida tuve un manual para la tristeza, en cambio aprendí a reír solo, pero nunca fui capaz de aprender a juntar las manos y llorar con la cara tapada, tal como instruye Cortázar. En cambio si aprendí a tener miedo y a perder el horizonte de mis ojos.

Ahora entre las cosas que me quedan por aprender, auto aprender, me queda el mantener la boca cerrada, lavar mi ropa y recogerme el pelo, dormir con una sola almohada, no perderme en los paisajes, romper los calendarios y disputar en las rebajas más años de futuro para alcanzar a ver el juicio final pintando los ombligos del color de la aurora.

Hoy, ocho de enero, un día antes de mi cumpleaños, corre mi sangre intacta, sobre un naufragio anónimo, hacia la noche extraviada.

Un humano cualquiera. Fragmento
.


miércoles, agosto 15, 2012

Qué voy a hacer ahora, qué voy a hacer jamás




Se acabará el verano y seremos de nuevo un charco entrecruzando las horas. Una historia de peces y suicidios buscando el hambre y el calor, las horas negras de la araña y el discreto letargo de las alfombras.

Somos días fecundos sin jardín donde florecer; somos resto de niebla pidiéndole al mármol su cara más amable.

Aquí, sentado en esta noche menguante de oníricas escarchas, algo tendría que decirle al mundo. A este mundo revuelto en tulipanes y horas mansas, le digo como T.S. Eliot qué voy a hacer ahora, qué voy a hacer jamás.

El orden que sentimos sobre nuestras cabezas es demasiado incómodo para nuestras espaldas, y nuestros pies no saben qué derecha o qué izquierda retomar si todos los caminos se confunden y eluden tus pisadas.

Sigue bajándome la niebla y mi pelo de mármol se escurre en el cemento de las horas. Somos huesos fecundos a la falta de un cáliz donde consagrar la herencia que dejaremos a los nuestros. El aire no cabe en el aire y la raíz de la nada sigue siendo nada. El vidrio no flota en los abismos, los ríos más largos languidecen. No hay manzanas verdes. Nadie baja del tren. Mis brazos y piernas florecen por separado.

Qué voy a hacer ahora, qué voy a hacer jamás.

 
Un humano cualquiera. Fragmento

Imagen by James Jordan