miércoles, marzo 06, 2019

Perdona amor si llego tarde


   




A todas las personas que, habiendo sido tocadas en lo físico, han conseguido mantener su espíritu en lo más alto




Perdona amor si llego tarde, pero ahora que te has ido, te lo vengo a decir.
A ti y a mí nos eligió el relámpago a los pies de la luna, ofreciéndonos los cantos y los besos. Fuimos dos rostros que, en la quietud de la noche, escurríamos los huesos dibujando campanas. Éramos de mirarnos a los ojos para ver el agua y la naciente flor que florecía a cada espasmo. Florecíamos en la piel de la manzana fabricando infinitos.
Tú inundabas mis formas con saliva, y mi lengua -como un pez escurridizo- se avenía en tu vientre deshojando los poros, los huecos, los minutos. Yo celebraba tu cuerpo con un silencio verde que, abrazado a mi estrella, pretendía del bosque la gema y tus gemidos.
Tú siempre te quejabas de tus piernas flacas, pero a mí me encantaba tu pelo revuelto. En cambio, estabas orgullosa de tu bien perfilados abdominales y de la esbeltez de tu espalda. Yo era el pícaro que apoyaba la cabeza en tu pecho y algún poema incluso me atreví a escribir en tus nalgas. A veces los domingos, los sábados incluso, traspasábamos la noche encendiendo los lirios, y todas las frutas, los gatos, las farolas… ardían como nosotros y, al calor de tus ojos, tu locura y la mía se inundaban de éxtasis.
Sí. Fue una bella locura que nos mantuvo cuerdos tomados de la mano. Te recuerdo en las noches de verano en la playa.  Discretamente nos besábamos y entre cuchicheos nos referíamos a ese puñado de extraños que se colaban en nuestras vidas. Confieso que ya me estaba hartando muy mucho de Nietzsche, Borges, Neruda, Sabina y tantos otros entrometidos que se ponían a fisgar en nuestros momentos más íntimos. O ese viejo indecente que salía a pasear al perrito cada vez que íbamos a la playa para besarnos.
¡Ah! esas noches de mar con el apacible runruneo de las olas, el brillo tenue de las farolas del paseo marítimo, el olor a yerbabuena cuando regresábamos a casa con la ropa desarreglada y más excitados aún de lo que habíamos salido, íbamos directos a culminar el día, y nos daban las dos o las tres de la mañana y Keroauck, Bukowski y toda esa generación de desalmados se nos acoplaban en medio de la cama.  Teníamos, sí, que compartirlo todo. El amor y los insidiosos comentarios que nos provocaban tantas lecturas ociosas mientras, tú y yo, no sé de qué manera, atravesados en el colchón hacíamos el amor tratando de despistar a las visitas inoportunas de tantísima gente holgazana, y nos mirábamos a los ojos con las manos y los cuerpos entrelazados. Disfrutábamos a solas, sencillamente, de lo que más nos gustaba: leer y leernos el uno al otro para a continuación morir y despertar otra vez juntos.
 Pero yo no sabía que la angustia, la tristeza y el dolor, pudieran tener cabida en nuestro amor. Yo decidí amarte porque estaba enamorado de ti, y sabía que tú también me amabas. Te dejabas querer y yo crecía contigo al tenerte en mis brazos. Y estaba convencido de que el amor no duele ni traiciona.
Tenías tú la sonrisa más dulce que iba repitiéndose de la mañana a la noche. Parpadeabas nerviosa ante un tiempo que presentías ahogado. Llegaron días como inviernos fríos. Las miradas estériles recorrían los pasillos, el salón, la cocina… también se ajustaba a nuestra cama... y a todos los rincones donde nos habíamos besado con el corazón latiendo de locura y la tierna devoción de la entrega sin límite. 
Toda tu fuerza, tus ganas de vivir, no han sido suficientes para vencer a ese peyorativo, estigmático e innombrable eufemismo, a esa cabeza de avestruz que no nos atrevemos a nombrar. Agonizaron tus dedos ahogados en lamentos y el tiempo nos fue diluyendo en desconsuelos. Y te has ido. Sin tú quererlo me has abandonado. Y yo no pude hacer nada por impedir tu marcha. Ya no puedo tañer campanas de amor ni de victoria.
No entiendo la vida sin tenerte. Estás dormida, sí. Pero sigues conmigo. Y si un día despertaras me iría contigo al infinito.

Eternamente en mí

Tu amor de siempre








Imagen by kai kalhh .  Hamburg/Deutschland



#hombresyalgunasmujeres




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Alonso de Molina